La izquierda extraparlamentaria, representada en el Parlamento

Quien la sigue, la mata. Los extraparlamentarios parecían los imposibles, los subversivos empedernidos, los aversivos testarudos que para muchos habrían incluso, que llevar a la horca. Existe siempre un tipo de ciudadano que confunde el orden público con el órden social y apenas ve por las calles un poco de jaleo toca la trompeta del juicio final, naturalmente corre peligro su orden social.La democracia italiana, en la que la libertad de expresión ha desarrollado las modalidades más impensables para la realización del individuo, ha obligado a parlamentar a los extraparlamentarios. Berli...

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Quien la sigue, la mata. Los extraparlamentarios parecían los imposibles, los subversivos empedernidos, los aversivos testarudos que para muchos habrían incluso, que llevar a la horca. Existe siempre un tipo de ciudadano que confunde el orden público con el órden social y apenas ve por las calles un poco de jaleo toca la trompeta del juicio final, naturalmente corre peligro su orden social.La democracia italiana, en la que la libertad de expresión ha desarrollado las modalidades más impensables para la realización del individuo, ha obligado a parlamentar a los extraparlamentarios. Berlinguer les llama «ultraparlamentarios», pero los respeta en una táctica de poder de su partido tan posible cuanto lejana.

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Para otros partidos, incluso de la izquierda, son incómodos desocupados, descarados, libertarios que recuerdan tradiciones del siglo pasado ya superadas.

Los extraparlamentarios agrupados en una lista única de «Democracia Proletaria» tendrán seis diputados. Mientras el Partido Radical- que cuenta sólo con un millar de afiliados, desde las aceras en que ha luchado por los derechos civiles con denuedo y tesón, llevará al parlamento cuatro diputados.

Se trata de hombres de extracción católica o de formación laica o de renegados de cualquier disciplina que quieren fundar nuevas tácticas, nuevas alianzas, nuevas .disciplinas. No se ha logrado esto sin tortazos, ni discusiones violentas, sin apelarse a la calle más que a los cenáculos políticos.

El Parlamento es conocido vulgarmente en Italia como el Transatlántico, pues bien, entran en él los extraparlamentarios con una historia de pocos años, pero dispuestos a singladuras de cabotaje diferente al de los tradicionales navegantes, que antes de mover un aparejo o el timón de una ley se consultan con la historia del propio partido, con sus ideólogos.

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De todos ellos, Il Manifesto, grupo disidente expulsado del Partido Comunista en 1969, no obtuvo escaños en las elecciones generales de 1972.

Esta vez, presentándose con viejos residuos del Partido Socialista de Unidad Proletaria, con los estudiantes del movimiento estudiantil de Milán, con Vanguardi Obrera por mérito de jóvenes melenudos han obtenido un número de escaños, lo suficientemente, considerable como para causar miedo a otros partidos menores. que con, el aire que corre en el electorado italiano, corren el riesgo de morir por consumición más que por la mano violenta que tanto temen.

Al lado de los jóvenes han gritado las mujeres. El problema fundamental y todavía sin solucionar era el aborto, autonomía de la decisión o delegación a un médico o un legislador. Por la autonomía exclusiva de la decisión de abortar se hizo una batalla por la libertad de la mujer y una manifestación callejera en Roma, como pocas se registrarán en los anales de protesta de la democracia universal. Gritaban: «Queremos sí el rascamiento, fuera la DC del Parlamento». A la DC no la han echado del Parlamento, no ha abortado, ha, incluso, aumentado y junto a ella se sentarán para seguir discutiendo sobre el aborto, pero esta vez, sin gritar, con otro estilo, el parlamentario.

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