Editorial:

Portugal y los límites

PORTUGAL SE prepara para iniciar en, breve la segunda campaña electoral en menos de tres meses, dirigida esta vez a la elección el 27 de junio próximo de un presidente de la República. Dicen algunos que por mucho entusiasmo democrático que se posea, dos elecciones en tan breve plazo (las anteriores fueron el 25 de abril) son demasiadas, sobre todo para un país que atraviesa la peor crisis social de su larga historia. De todos modos la elección presidencial cancelará el período constituyente iniciado en abril de 1974, con el golpe de estado de los capitanes.Tres son los candidatos más signific...

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PORTUGAL SE prepara para iniciar en, breve la segunda campaña electoral en menos de tres meses, dirigida esta vez a la elección el 27 de junio próximo de un presidente de la República. Dicen algunos que por mucho entusiasmo democrático que se posea, dos elecciones en tan breve plazo (las anteriores fueron el 25 de abril) son demasiadas, sobre todo para un país que atraviesa la peor crisis social de su larga historia. De todos modos la elección presidencial cancelará el período constituyente iniciado en abril de 1974, con el golpe de estado de los capitanes.Tres son los candidatos más significativos a la primera magistratura: el almirante Pinheiro de Azevedo, actual primer ministro; el general Ramalho Eanes, que hasta hace poco era Jefe del Estado Mayor del Ejército, y el mayor Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los legendarios dirigentes del «Movimiento de los capitanes», que por Ios avatares de la revolución salió de la cárcel recientemente.

La extrema izquierda ha presentado a dos civiles insignificantes y el Partido Comunista a su «número dos», Octavio Pato. Ninguno de estos civiles tienen la más minima oportunidad de conseguir un número razonable de votos. Los comunistaspretenden aprovechar la campana electoral para ilustrar el pueblo portugués sobre sus alternativas. La extrema izquierda desea, como siempre, oficiar en la gran ceremonia de la confusión.

Ni el mayor Otelo Saraiva de Carvalho, ni eI almirante Pinheiro de Azevedo tienen tampoco muchas posibilidades de alzarse con el triunfo. Sólo el enigmático general Ramalho Eanes, un militar profesional, estricto y austero, está en condiciones de ganar con gran diferencia. De todos modos, la pugna electoral se establecerá entre militares. Y esto -es decir, la intervención política de la fuerzas armadas en el combate electral- aunque constituye una originalidad en el proceso, democrafizador portugués, podría resultar demasiado grave para el futuro de nuestro vecino ibérico.

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Protagonistas indiscutibles de la vida política durante más de, dos años, gestores de una revolución que nació con las botas puestas, los militares portugueses no han querido abandonar las riendas del poder a los civiles. Su protagonismo, tal vez excesivo, ha generado un compromiso inquietante que, a, partir del 25 de noviembre del año pasado (golpe izquierdista frustrado) fue críticamente analizado por los oficiales «profesionales», entre los cuales Ramalho Eanes tiene gran predicamento. Pero hasta Ramalho ha llegado a la conclusión de que sin «protección militar» Ia democracia naufragaría en Portugal. Es una conclusión en la que le apoyan no pocos dirigentes políticos civiles, pero que, de todos modos resuIta un tanto decepcionante desìés de dos años de normalización».

Cuando los militares portugueses quisieron volver a sus cuarteles era demsiado tarde. Ahora no tienen más remedio que asumir en su extension y en sus contradicciones la responsabilidad de todo el proceso que generaron. Convencidos de que podrían ejercer el papel de conductores de la democracia, son ahora prisioneros del mecanismo que desencadenaron. Semejante situación es preocupante para los civiles y puede constituir un ejemplo para otros pueblos. La política y sus referencias coyunturales queman inevitablemente, a quienes en ellas se comprometen.

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