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Medvedev: ha llegado la hora de decir basta

Los dirigentes del tenis deberían plantearse la posibilidad de aplicar castigos deportivos por romper raquetas o actitudes reprobables

Hace unos días, en la jornada inaugural del US Open, el jugador ruso Daniil Medvedev volvió a protagonizar uno de esos episodios de falta de control a los que, últimamente, nos tiene demasiado acostumbrados. En un momento crucial del partido, cuando su rival Benjamin Bonzi contara con un punto de partido y errara su primer servicio, un fotógrafo algo despistado entró en la pista provocando una pequeña interrupción. La decisión del árbitro de concederle al francés un nuevo primer saque ...

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Hace unos días, en la jornada inaugural del US Open, el jugador ruso Daniil Medvedev volvió a protagonizar uno de esos episodios de falta de control a los que, últimamente, nos tiene demasiado acostumbrados. En un momento crucial del partido, cuando su rival Benjamin Bonzi contara con un punto de partido y errara su primer servicio, un fotógrafo algo despistado entró en la pista provocando una pequeña interrupción. La decisión del árbitro de concederle al francés un nuevo primer saque desencadenó la furia del moscovita, quien se dirigió a su silla para vociferarlo y luego incitó a los espectadores a que lo abuchearan.

Y justamente éste, el público del torneo de Nueva York, es el que, sin lugar a dudas, está más dispuesto a dificultar la concentración de los jugadores y a montar un show a partir del más mínimo hecho. Lo que ocurrió, pues, fue que se juntaron el hambre con las ganas de comer. El lamentable detonante lo provocó el tenista, pero hay que reconocer que los siete minutos de interrupción que desconcertaron desesperadamente al jugador francés son debidos, también, a la falta de consideración de un público que pide más entretenimiento que tenis.

Tan indeseable situación le impidió al inocente tenista cerrar el partido en esta tercera manga, tener que jugar dos más y llegar a un dramático quinto set que, finalmente se anotó para provocar un nuevo enfado del ruso, quien, en otro lamentable espectáculo, se ensañó con su raqueta para dejarla hecha añicos. Me sorprende que un jugador de la talla de Medvedev sea incapaz de aplacar sus nervios y que esté dispuesto a dar esta imagen de su persona, como también que las elevadas sanciones económicas como la que posteriormente le impusieron no consigan erradicar su comportamiento.

Yo creo que ha llegado el momento en que los dirigentes del tenis deberían plantearse la posibilidad de aplicar castigos deportivos al hecho cada vez más habitual de tenistas que rompen sus raquetas en la pista, como también de que nos planteemos por qué este tipo de actitudes reprobables se dan con mayor frecuencia en nuestro deporte que en otras disciplinas. Jamás he visto a un jugador de pimpón romper una pala y, muy raramente, a un golfista castigar a su palo tras cometer un error.

En el caso del tenis, creo que la combinación de juventud, estrés y la sensación de descontrol que provoca la extrema velocidad a la que corre la bola hoy día desencadenan una frustración que los tenistas son cada vez menos capaces de dominar. Y, por último, hay que contar con un hecho tan incontrolable como desalentador: la enorme repercusión y aprobación con la que cuentan los comportamientos poco edificantes que son los más reproducidos en redes y, desgraciadamente, extensamente aprobados.

No olvidemos que uno de los tenistas más seguidos y admirados en los últimos años ha sido Nick Kyrgios, y no lo ha sido tanto por su indiscutible talento natural, como por sus continuos desmanes y falta de educación. Este es el mundo en el que nos hemos adentrado, más allá del tenis, y sin que parezca preocuparnos más de la cuenta: el de la proliferación y aplauso de las formas de proceder más deplorables, el de los exabruptos y la mala educación. Y no hay, para todo, la posibilidad de aplicar un castigo deportivo. Una verdadera lástima.

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