Nadal se retira: ‘Rafel’, el sufridor que se coló en nuestros hogares

Competidor hasta el extremo, Nadal se proyectó como un icono por encima de sus éxitos: hizo creer que siempre hay esperanza

Rafael Nadal, en Melbourne en un partido del Open de Australia en 2022.Foto: Loren Elliott (REUTERS) | Vídeo: EPV

Domingo, junio, media tarde. Primavera, Bois de Boulogne, París. A la sobremesa de los españoles le acompaña desde hace casi dos décadas la misma canción, convertida con el paso de los años en el himno de uno de los torneos más prestigiosos de la raqueta: jeu-set-match, Nadal. Celebra el mallorquín en el centro de la Philippe Chatrier, brazos en cruz y bíceps hinchados, apretando puños y dientes y colándose una vez más en el hogar de todos y todas, de aquellos y aquellas que siguen el deporte y también de los que no. Porque la historia no iba solo de tenis. “Otra vez lo ha hecho”, reacc...

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Domingo, junio, media tarde. Primavera, Bois de Boulogne, París. A la sobremesa de los españoles le acompaña desde hace casi dos décadas la misma canción, convertida con el paso de los años en el himno de uno de los torneos más prestigiosos de la raqueta: jeu-set-match, Nadal. Celebra el mallorquín en el centro de la Philippe Chatrier, brazos en cruz y bíceps hinchados, apretando puños y dientes y colándose una vez más en el hogar de todos y todas, de aquellos y aquellas que siguen el deporte y también de los que no. Porque la historia no iba solo de tenis. “Otra vez lo ha hecho”, reacción general. Se repetía la escena esos lunes por la mañana, cuando el éxito se localizaba en Melbourne, o esas tardes de Wimbledon o esos domingos por la noche en Nueva York. Game-set-match, Nadal. Otra gesta, más trofeos. Da igual el idioma. Desde que metió la cabeza en la élite —recién alcanzada la mayoría de edad— y puso en jaque el sólido reinado del genio Roger Federer, hace más de veinte años ya, aquel jovenzuelo tarzanesco, forzudo y bronceado, melena al viento y sin mangas, fue convirtiéndose de manera progresiva en una referencia universal. ¿Por qué?

“Porque para él no existen los límites. Rafa traspasa todas las fronteras imaginables e inimaginables, las que no alcanzan la razón y la lógica. Está hecho de otra pasta. Es único”, transmite Àlex Corretja, refiriéndose a la ola expansiva de un competidor que sedujo partiendo del principio básico de su profesión, de algo tan simple y tan complejo a la vez: superarse día a día, elevar un milímetro el listón. Porque más allá de la interminable retahíla de adjetivos que han acompañado siempre sus triunfos, el impacto deportivo de Nadal se explica a partir de lo elemental: la superación. Poco importa la circunstancia, que fuera dos sets abajo, que estuviera contra las cuerdas, que llevase meses en la enfermería o que tuviera el pie a la virulé, entre otras penurias físicas. Agujas, bisturís, rehabilitaciones; radiofrecuencias, infiltraciones, dolores y más dolores. En paralelo, lecciones de anatomía y la desagradable compañía de algunos nombres extraños, de Müller-Weiss (escafoides) a Hoffa (rodillas). Sufría él, y de la mano el aficionado, que hizo de la angustia ajena algo propio.

En cualquier caso, ahí estaba Nadal, maestro de la reinserción, para hacer creer a los demás y dispuesto siempre a devolver una más. Para intentarlo una penúltima vez. Pocos conocen mejor la ruta de regreso. El poder de la convicción. Si él confiaba, el resto también. Una cuestión de fe que se internacionalizó, por más que él se defina como “un chico de pueblo” criado en Manacor. Allí, bajo los particulares códigos de la isla —”gente reservada y desconfiada”, precisan los oriundos—, nació el relato del tío estricto y el sobrino estoico, de la fórmula simple y la formación espartana: a más trabajo, mejores resultados. De un pequeño club mallorquín al infinito. “Era distinto, agresivo. Las peleaba todas. Lo descubrimos pronto, cuando tenía 14 años. Pero más allá de la garra y el talento que tenía, me llamó la atención su capacidad para escuchar”, recuerda Jordi Arrese, el hombre que le permitió debutar en la Copa Davis, en 2004, Brno (República Checa). Ya entonces, destacaba por su “hiperactividad”, por su “desparpajo” y por estar “muy hecho” físicamente, según describen personas allegadas, que también aluden a una mezcla de “personalidad” y “timidez” que perdura hasta hoy.

Los que conocen bien a Rafel —así le llama su círculo más íntimo, por la fonética mallorquina— le definen como un hombre arraigado a su entorno y a su gente, muy familiar, que ha sabido conservar el equilibrio pese a la excepcionalidad de sus logros —tiene las mismas amistades de siempre, entre ellas la del exjugador Tomeu Salvà— y a la dimensión del personaje público: “Se acuerda de dónde viene, se lo han inculcado desde pequeño”. Amante del mar, le entusiasman la navegación y los barcos, y entre fogones se desenvuelve mejor con los pescados. Rara vez se pierde un partido del Real Madrid, disfruta de las pachangas con los amigos —jugó en las categorías inferiores del Manacor— y es un consumidor voraz de todo tipo de acontecimientos deportivos; uno de los que más le atrapa es la Ryder Cup del golf, disciplina que también se le da bien, hasta el punto de que este año se proclamó campeón de Baleares en categoría amateur.

Más allá de las victorias

Uno de sus grandes referentes es Tiger Woods —”nunca tuve grandes ídolos, pero si tengo que decir uno sería él”— y también admira a su amigo Pau Gasol, con el que entabló amistad durante el rodaje de un anuncio de Nike y con el que comparte un negocio gastronómico. Su padre Sebastià y su agente, Carlos Costa, están detrás de toda la estrategia económica del tenista, que desde hace tiempo ha ido reforzando su perfil empresarial. Nadal procede de una familia pudiente —cristales e inversión inmobiliaria, antes de los éxitos del tenis— y a través del holding Aspemir invierte en más de una decena de sociedades —turismo, ocio, vivienda de lujo, audiovisuales o energías renovables, además de la academia que inauguró en 2016 en Manacor—. Es conocida también su camaradería con el rey emérito o el cantante Julio Iglesias, y los lazos con Florentino Pérez.

En el territorio tenístico, su jerarquía de puertas adentro ha sido máxima. Su nombre siempre ha infundido mucho respeto entre compañeros, empleados de la ATP, periodistas y trabajadores de los torneos. No han faltado tampoco algunas críticas por lo bajini entre bastidores. A su llegada hizo buenas migas con los jugadores latinoamericanos —especialmente, con el argentino Juan Pico Mónaco—, disfrutó en compañía de la pandilla española —Moyà, Marc López, Feliciano, Verdasco o Pablo Andújar, entre otros— y, con el paso de los años y la madurez, su buena relación con Federer se ha consolidado. Eso sí, no todo fueron días de vino y rosas.

Rafael Nadal, durante su participación en el torneo Les Petits As (Francia), en 2000. Tenía 13 años.Manuel Blondeau - Corbis (Corbis via Getty Images)
Rafael Nadal golpea la bola en el Masters de Hamburgo, el 14 de mayo de 2003. Friedemann Vogel (Bongarts/Getty Images)
Nadal, durante un partido ante Lleyton Hewitt en el Abierto de Australia celebrado en Melbourne, el 24 de enero de 2005. Clive Brunskill (Getty Images)
Rafael Nadal, en el Abierto de Australia en Melbourne, el 24 de enero de 2005. ADREES LATIF (REUTERS)
Rafael Nadal, en un saque de bola durante el partido ante el tenista Lars Burgsmuller en el torneo de Roland Garros celebrado en París (Francia), en mayo de 2005.FRANCOIS LENOIR (REUTERS)
Nadal, durante un partido ante el brasileño Ricardo Mello en el Masters de Canadá, en agosto de 2005. Robert Laberge (Getty Images)
Rafael Nadal muerde el trofeo de Roland Garros tras su victoria en París (Francia), el 5 de junio de 2005. Clive Mason (Getty Images)
Rafael Nadal juega ante el checo Jan Hernych en el torneo de Indian Wells (California), el 12 de marzo de 2006. Donald Miralle (Getty Images)
El tenista español Rafael Nadal devuelve la pelota al finlandés Jarkko Nieminen en el partido de cuartos de final del Abierto de Australia disputado en Melbourne, el 22 de enero de 2008.DENNIS M. SABANGAN (EFE)
Rafael Nadal muerde el trofeo de Wimbledon tras vencer al tenista suizo Roger Federer, en 2008.Julian Finney (Getty Images)
Rafa Nadal y Novak Djokovic, tras la victoria del serbio en la final del Abierto de Australia, el 29 de enero de 2012. Aunque han tenido otros partidos memorables, como las finales de Roland Garros o los enfrentamientos en Wimbledon, este en particular es visto como un símbolo de la rivalidad entre estos dos gigantes del tenis.Clive Brunskill (Getty Images)
Nadal, durante la ceremonia de entrega de trofeos tras perder la final ante el serbio Novak Djokovic en el Sony Open celebrado en Florida, el 30 de marzo de 2014. Al Bello (Getty Images)
Rafael Nadal, durante un partido ante el tenista eslovaco Martin Klizan en el torneo de Wimbledon celebrado en Londres (Reino Unido), el 24 de junio de 2014. Al Bello (Getty Images)
Nadal momentos antes del comienzo del partido ante el tenista Kevin Anderson en el Masters de París, el 5 de noviembre de 2015.Dean Mouhtaropoulos (Getty Images)
Nadal, durante la final del Mutua Madrid Open disputada ante Andy Murray en Madrid, el 10 de mayo de 2015. Juan Carlos Hidalgo (EFE)
Nadal celebra la victoria ante Fabio Fognini en el Abierto de Barcelona, en abril de 2016. Manuel Queimadelos Alonso (Getty Images)
Rafael Nadal, en una sesión de entrenamiento en los Juegos Olímpicos de Río 2016, donde ganó la medalla de oro en dobles.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)
Nadal levanta la copa tras vencer en Roland Garros al tenista suizo Stan Wawrinka en la final disputada en París (Francia), el 11 de junio de 2017. David Vincent (AP/LaPresse)
Rafa Nadal escucha a los entrenadores Tony Nadal y Carlos Moya durante una sesión de práctica antes del Abierto de Australia, el 15 de enero de 2017 en Melbourne Park.Michael Dodge (Getty Images)
Rafael Nadal, durante un partido disputado en el Abierto de Australia en Melbourne, el 22 de enero de 2019.Fred Lee (Getty Images)
Rafa Nadal en acción contra el suizo Roger Federer (derecha), durante la semifinal de Roland Garros celebrada en París (Francia), el 7 de junio de 2019.JULIEN DE ROSA (EFE)
Nadal golpea la bola ante el griego Stefanos Tsitsipas durante las Nitto ATP Final celebrada en Londres (Reino Unido), el 19 de noviembre de 2020. Clive Brunskill (Getty Images)
Rafael Nadal contra el británico Cameron Norrie durante el partido de tercera ronda del Abierto de Australia disputado en el Melbourne, el 13 de febrero de 2021. DEAN LEWINS (EFE)
Nadal en acción durante el partido ante el italiano Fabio Fognini en el Open de Australia celebrado en Melbourne, el 15 de febrero de 2021. EFE DAVE HUNT (EFE)
Nadal ante el tenista australiano Nick Kyrgios en el torneo de Indian Wells (California), el 17 de marzo de 2022. Clive Brunskill (Getty Images)
Nadal gana su primer título en el Abierto de Australia en 2009, al derrotar a Roger Federer en una final muy disputada. En 2022, vuelve a ganar este torneo, convirtiéndose en el primer hombre en la historia en alcanzar 21 títulos de Grand Slam, tras una increíble remontada en la final frente a Daniil Medvedev. James D. Morgan (Getty Images)
El 5 de junio de 2022, Nadal gana su decimocuarto Roland Garros y alcanza los 22 títulos de Grand Slam.Tim Clayton - Corbis (Corbis via Getty Images)
Rafael Nadal, durante el partido frente a Mackenzie McDonald, en el Open de Australia 2023. Marc GIAMMETTA (Getty Images)
Nadal, al servicio en el partido contra Jack Draper en la primera ronda del Open de Australia, en enero de 2023.Erick W. Rasco (Sports Illustrated via Getty Ima)
Rafael Nadal cae en la primera ronda de Roland Garros, en el partido contra Alexander Zverev (6-3, 7-6(5) y 6-3, en 3h 05m) y se marcha ovacionado de la Philippe Chatrier, el 27 de mayo. Thibault Camus (AP)
Rafael Nadal, en el partid contra Cameron Norrie, en el torneo de Nordea (Stad, Suecia), el 18 de julio.Niclas JvɂÄìNsson (ZUMAPRESS.com / Cordon Press)
Carlos Alcaraz y Rafael Nadal celebran un punto en el dobles contra los argentinos Andrés Molteni y Máximo González, en el doble de tenis de los Juegos Olímpicos de París en Roland Garros el 27 de julio.Matthew Stockman (Getty Images)
El exfutbolista y entrenador francés Zinedine Zidane pasa la antorcha olímpica al tenista español Rafael Nadal, durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París, el 26 de julio. Dylan Martinez (REUTERS)

En la línea general, el suizo elogia sobremanera la virtud de saber rehacerse una y otra vez del torbellino que se convirtió en su némesis, ejemplo de una constancia y de competitividad extraordinarias. “Ha tendido a transmitir seriedad, tenacidad y ética en la pista, una innegable sensibilidad con determinadas causas en las que ha colaborado y se ha hecho público, así como un evidente conservadurismo en sus opiniones sociopolíticas y su relación con algunos sectores del poder establecido. Todos estos aspectos confieren al personaje un carácter complejo, alejado de la frivolidad aparente de una parte del deporte profesional más popular”, apunta Xavier Pujadas i Martín, doctor en Historia Contemporánea por la Universitat de Barcelona especializado en deporte.

Como en su día lo hiciera Miguel Indurain, el mallorquín entró en todos los hogares a fuerza de sudor, raquetazos y títulos, por su irreductible espíritu de sacrificio y su habilidad para escapar de situaciones aparentemente terminales. Sin embargo, su proyección como icono mundial va mucho más allá de las victorias. Convertido ya en el principal eje vertebrador de la historia del deporte español, Nadal será reconocido por su don para regenerarse y el esfuerzo efectuado para sobreponerse a un sinfín de dificultades. Su lesión crónica en el escafoides auguraba un trazado corto, pero jamás se rindió. A Federer, esculpido por los dioses, el esmoquin le venía de serie; él, un mortal, se lo confeccionó a sí mismo. Nadal, sinónimo de pundonor. De levantarse una y otra vez.

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