Walid Regragui, el paracaidista que pacificó Marruecos
El seleccionador, que asumió el cargo en agosto tras la guerra entre el antiguo entrenador y Ziyech, es el primer técnico árabe en alcanzar los octavos de un Mundial
Cuando Walid Regragui (Corbeil-Essonnes, Francia; 47 años) fue nombrado seleccionador marroquí hace tres meses, a los menos entusiastas con la decisión no se les ocurrió otra cosa que tratar de hacerlo de menos llamándole “cabeza de aguacate”, por su cabellera desierta y la tez morena. El pasado jueves, consumado el gran éxito de devolver a su país a unos octavos mundialistas 36 años después, sobre el césped del estadio Al Thumama todos los jugadores le rodearon y empez...
Cuando Walid Regragui (Corbeil-Essonnes, Francia; 47 años) fue nombrado seleccionador marroquí hace tres meses, a los menos entusiastas con la decisión no se les ocurrió otra cosa que tratar de hacerlo de menos llamándole “cabeza de aguacate”, por su cabellera desierta y la tez morena. El pasado jueves, consumado el gran éxito de devolver a su país a unos octavos mundialistas 36 años después, sobre el césped del estadio Al Thumama todos los jugadores le rodearon y empezaron a tocarle la cabeza. Hasta la FIFA, en un tuit amistoso, invocó su testa horas antes del duelo decisivo contra Canadá con una foto del técnico sosteniendo un aguacate (y acompañado del icono de un cerebro).
El panorama ha cambiado tanto en el último trimestre que se ha pasado del intento de desprecio con la broma del superalimento al superéxito de Regragui, el paracaidista que aterrizó en el cargo el 31 de agosto para calmar una situación muy tensa en el vestuario por la guerra abierta entre el antiguo entrenador, el bosnio Vahid Halilhodzic, y una de las estrellas, Hakim Ziyech, que había dejado de ser citado.
“Aunque fuera como Messi, no lo llamo. Puede arruinar el ambiente. Ya le he perdonado dos veces, una tercera es demasiado”, sentenció el balcánico sobre el jugador del Chelsea, que a su vez había renunciado. Al final, la cuerda se rompió por donde casi siempre (el banquillo) y allí llegó este joven que no tardó en recuperar al futbolista, fijo en Qatar y autor de un gol ante los norteamericanos. En la Copa del Mundo, Regragui se presentó con solo tres amistosos en el banquillo marroquí y, pase lo que pase este martes frente a España (16.00, La 1 y Movistar), de Doha se marchará como el primer entrenador árabe en llegar a los octavos, una cuestión nada menor en su país y en ese mundo.
En Santander todavía se acuerdan de él. “Al Racing lo trajo en 2004 un ojeador nuestro, Pachín, de un equipo francés [el Ajaccio]”, recuerda al vuelo el doctor Javier Ceballos, durante muchos años en la enfermería del Sardinero. “Era un lateral derecho muy bueno, pero a los dos meses se rompió un tobillo, estuvo seis meses parado y ya no fue el mismo”, abunda el médico, que habla del entrenador con cariño y al que describe como un chaval “muy europeo” (había nacido en la periferia de París).
“Un tipo listo, que las veía venir, majo pero callado, y nunca una mala palabra pese a sufrir por la lesión. Yo lo llamaba el marroquiano. Hablábamos mucho de Mourinho, que era amigo mío”, se explaya Ceballos. Hicieron buenas migas, cuenta, e incluso le deslizó la posibilidad de recomendarlo a la selección de Marruecos para la Copa África. “Ahí estaba Ezaki Badou, que fue portero del Mallorca [1987-92] y se llevaba bien con él. Pero el tema no salió”, apunta. Al Cantábrico llegó con 29 años y se fue dos temporadas y medio después con apenas 27 encuentros por culpa de los problemas físicos. Regresó a Francia (Dijon), donde hizo toda su carrera en conjuntos medios salvo su experiencia española.
Como futbolista de élite lo había descubierto Rudi García, cuando jugaba en el juvenil del Corbeil-Essonnes, y ya entonces, según ha desvelado después el extécnico de la Roma, Marsella y Lyon, mostraba interés por esas cuestiones tan de entrenador como la táctica o la gestión de grupo. En los banquillos se estrenó, precisamente, como asistente en la selección (2012-13) y luego continuó en su país o en lugares de su entorno, incluido el Al-Duhail catarí, en cuyo estadio se ejercitan estos días sus jugadores. Justo antes de ser elegido seleccionador, tocó techo al levantar la Liga de Campeones de África con el Wydad de Casablanca.
En septiembre, en el momento de montar su equipo de trabajo para los Leones del Atlas, quiso rodearse de marroquíes, pero con un toque europeo en otras áreas. Y entonces apareció el preparador físico vigués de 54 años Eduardo Domínguez, un freelance de la materia, según se define, tras pasar por el Sporting, Espanyol, Real Sociedad, Deportivo, Mallorca y Villarreal, entre otros. No se conocían de nada, pero mantuvieron varios encuentros y lo eligió. Al Mundial, el español se ha llevado de ayudante a Juan Solla, de Redondela.
Una década lleva en la banda Walid Regragui, tiempo suficiente para ir matizando su programa inicial. “Con el tiempo he mejorado en estrategia de juego: antes ponía mucho énfasis en la posesión y en mantener una presión de alta energía, pero me he vuelto más pragmático. Aprendes a adaptarte dependiendo del potencial de un equipo”, explicaba nada más tomar posesión del puesto en una entrevista con FIFA.
Y eso no fue lo único que debió cambiar. Se dio cuenta de que sus tiempos de corto, aquellos que compartió en la bahía de Santander con el doctor Ceballos, y los actuales no son los mismos: “Las mentalidades han cambiado, los jugadores son más individualistas. Me tengo que adaptar”, confesaba recientemente. Ahora, con Marruecos, su efecto ha sido, sobre todo, ambiental. Lo ficharon para devolver a la estrella al redil y el equipo se ha disparado en el Mundial. Le espera España.
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