Maialen Chourraut: “Me quité las redes, quise ser un ejemplo para mi hija”
La piragüista de aguas bravas, triple medallista olímpica y que este sábado inicia sus quintos Juegos con 41 años, reivindica el trabajo, la constancia y el sacrificio en un discurso casi contracultural
Maialen Chourraut (Lasarte-Oria; Gipuzkoa; 41 años) aparece sonriente. Después de tres días sin cogerle el punto al canal olímpico, por fin ha salido satisfecha. Ahí sigue dando guerra la más veterana en los Juegos en su modalidad de K-1 de piragüismo en aguas bravas. Bronce en Londres 2012, oro en Río 2016 y ...
Maialen Chourraut (Lasarte-Oria; Gipuzkoa; 41 años) aparece sonriente. Después de tres días sin cogerle el punto al canal olímpico, por fin ha salido satisfecha. Ahí sigue dando guerra la más veterana en los Juegos en su modalidad de K-1 de piragüismo en aguas bravas. Bronce en Londres 2012, oro en Río 2016 y plata en Tokio 2021, ella no entrega la cuchara y en París, además, lo intentará en la nueva disciplina de kayak cross (bajadas en grupo). Pero, sobre todo, es una cita especial porque también compite (K-1) Pau Echaniz (San Sebastián, 23 años), el hijo de su entrenador y pareja (Xabi). Chourraut disputa este sábado las series (15.50) y el domingo, las semifinales (15.30) y final (17.45), lo que le ha hecho descartar ser la abanderada. “Si las cosas no salen bien, al menos, quiero saber que he hecho todo lo posible”, explica esta deportista que tiene muy claro su discurso: trabajo, constancia y sacrificio.
Pregunta. Son sus quintos Juegos, ¿qué le sigue moviendo?
Respuesta. Muchas estarán hasta el moño de mí, pero por qué irte si te has clasificado y te gusta lo que haces. Me he ganado el derecho de venir y pelearlo. También mucha gente me aprecia por ser trabajadora. Cuando veo que he estado tantos años como número dos mundial, pienso: ‘jolín, qué solidez’ [ahora es la octava]. Sigo mejorando, es renovarse o morir, y eso me llena.
P. ¿Ha logrado relativizar los resultados?
R. Yo soy muy sufridora compitiendo. Me estreso mucho y casi nunca salgo realmente satisfecha de una competición. Cuesta hacer la bajada soñada, pero no pierdo la ilusión de intentarlo, es un punto fuerte mío, y disfruto mucho de eso.
P. El oro de Río sería una de esas pocas veces...
R. Ahí sí. Mi sueño era ganar unos Juegos y hacerlo con autoridad. Que también tiene su lado amargo, porque idealizas esa navegación, las sensaciones, y luego no las encuentras. Después tocan épocas bastante frustrantes porque buscas eso que has idealizado.
Muchas estarán hasta el moño de mí, pero me he ganado el derecho de venir y pelearlo
P. ¿Es difícil convivir con su perfeccionismo?
R. Sí, porque es un tira y afloja continuo con mi entrenador, que es mi marido. A veces quiero más y él me dice que está bien. Otras me exige en aspectos que a mí me cuestan. Es el día a día, intentarlo. A veces visualizas algo, lo tienes claro, vas a entrenar y no te sale ni para diez. Pero insistir es parte del proceso. Y el día que sale, ha merecido la pena.
P. En París competirá también Pau Echaniz, el hijo de Xabi, su marido y entrenador.
R. Van a ser unos Juegos muy especiales. Pau sueña desde pequeño con ir a unos Juegos. Siempre me ha visto entrenarme para estar ahí. Ya sabe lo que es. Ir los dos de la mano, junto a su padre, que también es su entrenador, es muy bonito. Pau es muy bravo, tiene una habilidad impresionante. Ya me gustaría remar con esa facilidad. Yo soy más hormiguita, de insistir y aprender cada día.
P. ¿Cuánto tiempo llevan entrenando juntos?
R. Los meses previos a Río, ya fue mi compañero de entrenamiento. Tenía unos 14 años. Era julio, hacía un calor tremendo, había muy poca agua en el río y Xabi nos llevaba a unas sesiones de tolerancia láctica bastante duras. Pau se desesperaba. Pero el tío, en la última, siempre me ganaba. Eso me ponía furiosa, no te puedes imaginar. En la siguiente, me tenía que exprimir. Xabi lo usó para picarme. Ahora, por sus estudios de Moda, no podemos coincidir mucho entrenando durante el año, pero Xabi siempre intenta juntarnos. Busca ese pique.
P. ¿Cree que le ha descubierto un deporte desconocido al gran público?
R. No pienso mucho en eso, aunque supongo que muchos van conmigo. Sí sé que hay gente que me tiene cariño porque me he ido formando poco a poco. Muchas veces, queremos el resultado ya, pero solo unos pocos elegidos han ganado desde pequeños. Esa no es la vida real. Mucha gente se ha sentido identificada conmigo porque mi primera medalla internacional sénior fue con 26 años. Eso me hace ilusión porque hoy parece que necesitamos el resultado ya. Lo importante es ser trabajador. La felicidad la solemos obtener cuando trabajamos con mimo y nos sentimos satisfechos.
Es importante poner el foco en el esfuerzo para que en un futuro estemos más completos y las frustraciones no sean tan grandes
P. ¿Sus rivales más jóvenes piensan igual?
R. Muchas veces, ponemos el foco en el resultado y no en el esfuerzo. Y es importante hacerlo al revés. Sobre todo, para que en un futuro estemos más completos como personas y las frustraciones no sean tan grandes. Las redes nos dan una inmediatez de tener que demostrar nuestros éxitos, lo felices que somos, y la mayoría de las personas que siguen estas redes son los jóvenes. No están preparados para gestionar lo que pueden ver ahí. Yo no tengo redes. Tuve Twitter, pero lo quité. Quise ser un ejemplo para mi hija. Ver constantemente esas cosas divertidas que les pasan a todos, los guapos que están, la intensidad con la que lo viven… A muchos esto les afecta, les empuja a la necesidad de demostrar ya lo fuertes que son. No se suelen compartir tristezas y todos las tenemos. Tenemos que enseñar que las cosas se consiguen a través del esfuerzo, el trabajo diario, y que esos resultados no suelen venir a corto plazo, sino a largo, si llegan.
P. Su discurso no es el dominante.
R. Hoy el deportista se explota mucho en las redes y a mí eso no me gusta. Aunque se me diga que es la forma de vender, de dar difusión a lo que hacemos, y que económicamente te puede reportar algo, yo no estoy de acuerdo. Prefiero que no me sobre el dinero y ser trabajadora, ganármelo trabajando, haciendo a los demás felices, e intentar que las cosas que haga no repercutan de forma negativa en la sociedad.
P. ¿Cómo ha vivido estos tres años hacia París?
R. Antes de Tokio, llevaba unos meses sin parar de preguntarme por el futuro. Cada hora cambiaba de opinión, erre que erre. Hasta que tres o cuatro días antes de competir, concluí que ya se vería. Y una semana después de los Juegos, tenía el Campeonato de España, que era también un selectivo de kayak cross para dos Copas del Mundo y un Campeonato del Mundo. Esta disciplina no la había practicado mucho porque es de contacto y la probabilidad de lesionarme era mayor antes de los Juegos. Entonces, tras Tokio, competí y fui eliminada. No te puedes imaginar el cabreo que me pillé. La gloria olímpica me duró una semana. No entendía cómo no podía competir en las Copas del Mundo en kayak cross. Un mosqueo que no se me podía ni hablar, no podía vivir. Y ahí me dije que tenía que seguir. El kayak croos fue el motivo.
Para competir, dudo muchísimo de mí misma y hasta lo sencillo lo veo complicado
P. ¿Y cómo es esta disciplina, una de las novedades de París?
R. Me encanta estar en esa pelea. Cada vez la gente se está especializando más, pero es difícil de entrenar. Las puertas son diferentes y la técnica de hacer los remontes, también. El montaje para entrenarlo es bastante costoso y no disponemos de muchas oportunidades de practicarlo con continuidad.
P. ¿Ahora en qué punto se encuentra para el futuro?
R. En plan carpe diem. Para competir, me vienen muchos pensamientos negativos. Dudo muchísimo de mí misma y hasta lo sencillo lo veo complicado. La única forma de ponerme en mi sitio es decir: ‘a ver, Maialen, ¿qué tienes que hacer ahora? Pues hazlo’. Sé que después de París seguiré siendo piragüista. La transición irá poco a poco. Tampoco estoy como en Tokio, con esas idas y venidas. Pero si me preguntan por Los Ángeles 2028, tendré 45 años y será complicado sacar una plaza.
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