Alex Txikon y los seis sherpas que le auparon a lo alto del Manaslu en pleno invierno
Esta es la segunda muesca del vizcaíno, que persigue las cimas en la época más fría, tras el Nanga Parbat
El martirio de escalar los ochomiles del planeta en invierno fue un invento de los alpinistas polacos imaginado a finales de los años 70 del siglo XX y perpetrado por vez primera el 17 de febrero de 1980, en el Everest. Polonia no participó en la conquista de las 14 montañas más elevadas del planeta, sencillamente porque sus alpinistas carecían de libertad para salir a explorar el mundo. Cuando el régimen comunista empezó a perder fuel...
El martirio de escalar los ochomiles del planeta en invierno fue un invento de los alpinistas polacos imaginado a finales de los años 70 del siglo XX y perpetrado por vez primera el 17 de febrero de 1980, en el Everest. Polonia no participó en la conquista de las 14 montañas más elevadas del planeta, sencillamente porque sus alpinistas carecían de libertad para salir a explorar el mundo. Cuando el régimen comunista empezó a perder fuelle, ya era tarde para casi todo, pero no para inventar retos inopinados: seremos los primeros en escalar los 14 en invierno, se dijeron. La inercia de conquista se mantuvo hasta 1988. Después, la nada.
Escalar ochomiles en invierno dejó de ser una actividad interesante, quizás porque el Himalaya más técnico esperaba aún la llegada de una revolución y un cambio de estilo, de pesado a ligero. Pese a esto, Polonia se adjudicó en invierno y en este orden las cimas de Everest, Manaslu (1984), Dhaulagiri (1985), Cho Oyu (1985), Kangchenjunga (1986), Annapurna (1987) y Lhotse (1988), fijando de paso las leyendas de Maciej Berbeka, Jerzy Kukuzcka o Krzysztof Wielicki.
En 2009, sin embargo, el italiano Simone Moro rescató del olvido ésta práctica y decidió atarse, como no, a un alpinista polaco, Piotr Morawski, para retomar la senda de las invernales. La pareja escogió el Shisha Pangma y las dotes de comunicador de Moro hicieron el resto: había que terminar el trabajo iniciado por los polacos y solo quedaban por escalar en invierno los cinco ochomiles ubicados en el Karakoram y el Makalu, en Nepal.
Igual que los polacos, el siglo pasado, el vizcaíno Alex Txikon buscaba su sitio en el mundo del Himalayismo. Las rutas normales de los ochomiles, en primavera y otoño, apenas regalan ya gloria alguna. El alpinismo técnico, según reconoce él mismo, tampoco estaba en su órbita. Entonces, se enganchó a las invernales donde encontró “su terreno de expresión”. Ahí se cruzó con Simone Moro: juntos, y en compañía del desaparecido Ali Sapdara, se apuntaron la primera al Nanga Parbat, el 26 de febrero de 2016. Para Simone Moro, se trataba de su cuarta primera a un ochomil invernal puesto que se apuntó el Makalu en 2009 y el Gasherbrum II en 2011. Txiko
n se giró entonces hacia el Everest invernal, sin éxito en sus tres comparecencias de 2017, 2018 y 2020. También lo intentó con el K2 en 2019 y con el Manaslu en 2021 y el año pasado.
Por esto, cuando el pasado 6 de enero, día de Reyes, su equipo de prensa anunció la cima del Manaslu pocos esperaban ya un desenlace tan positivo. “No me lo esperaba, estoy en una nube y con sentimientos encontrados. Ahora mismo estoy en Katmandú pero me gustaría estar en el Manaslu”, explica el vizcaíno. Txikon y un pelotón de seis sherpas (Tenjen Sherpa, Pasang Nurbu Sherpa, Mingtemba Sherpa, Chhepal Sherpa, Pemba Tasi Sherpa y Gyalu Sherpa) alcanzaron la cima de 8.163 metros a las 9.30 de la mañana (hora local). Faltaba Simone Moro, que renunció a seguir en el campo 2, debido a problemas gástricos: “se lo agradeceré siempre, fue muy generoso. Se bajó solo, por un terreno minado de grietas por el que yo no hubiese descendido sin encordarme a alguien. Ha demostrado ser un señor”, aclara Txikon. “Tenía que ser así, tenía que llegar con los sherpas, trabajando en equipo, era el destino”, conviene Moro.
Una de las cuestiones técnicas que faltaban por resolver tenía que ver con el uso de oxígeno artificial, variable que cambia drásticamente el valor de una ascensión. “Yo no usé oxígeno embotellado”, asegura Txikon, “y los seis sherpas sí que llevaban botellas y reguladores, pero estos han dado enormes problemas y no siempre funcionaron. A ratos se intercambiaron los reguladores para poder usar el oxígeno. Pese a todo, quiero dejar claro que los seis sherpas han sido muy valientes, moviéndose por terreno peligroso, técnico, entre grietas, seracs y placas de hielo muchas veces sin poder contar con cuerda fija, puesto que solo fijamos en los tramos más delicados entre los campos 1 y 2 y 3 y 4″.
El Manaslu ha suscitado una enorme polémica en el mundillo desatada por las pruebas facilitadas por la web 8.000ers.com quien señaló recientemente que la inmensa mayoría de las cimas atribuidas en el Manaslu no lo eran. Los alpinistas se habrían quedado en una antecima desde la cuál resulta difícil avistar la verdadera cima. Avisado al respecto, Txikon ha presentado ya un vídeo e imágenes que le sitúan en el punto culminante: “Efectivamente, en 2008 me quedé a unos 35 metros de la cima verdadera, que es tan pequeña que el otro día llegamos a ella por turnos. Yo fui el quinto y el primero fue Tenjen Sherpa”, reconoce.
En 1984, fecha de la primera invernal, Maciej Berbeka y Ryszard Gajewski firmaron el segundo ascenso a un ochomil en invierno, y el primero sin oxígeno embotellado. Las fotografías de cima presentadas por los dos alpinistas polacos revelan que alcanzaron su punto culminante. Berbeka es el héroe atormentado de la producción de Netflix titulada Broad Peak, y el éxito de Txikon y los seis sherpas no hace sino ensalzar su figura. Los polacos escogieron no la ruta normal sino la ruta Messner y prescindieron de sherpas porque eran 11 integrantes para trabajar, carecían de dinero para pagar sus sueldos y aunque emplearon un estilo pesado consideraban ventajoso hacer trabajar a los sherpas. La expedición estuvo a punto de cerrarse cuando la cuerda fija por la que descendía Stanislaw Jaworski se rompió, causándole la muerte. El debate fue intenso en el campo base. Finalmente, el equipo acordó seguir. Los vientos huracanados casi acaban con la vida de Berbeka y Gajewski durante su descenso.
Un año después, un equipo japonés colocó de nuevo en la cima y en invierno a Noboru Yamada y Yasuhira Saito. En 1995, el kazajo Anatoli Boukreev (antihéroe del Best Seller Mal de altura) y siete compatriotas firman la tercera invernal, si bien a la luz de los nuevos estudios faltaría por confirmar que estas dos últimas alcanzaron la cima verdadera.
Nepal solo había colocado una vez a alguno de sus ciudadanos en una cima invernal, pero fue sonada: el 16 de enero de 2021, diez alpinistas de la etnia sherpa liderados por Nirmal Purja firmaron el primer ascenso invernal del K 2, cerrando la historia de la conquista de los ochomiles en invierno. Las razones para rodearse de un poderoso equipo de sherpas son evidentes a ojos de Alex Txikon: “A diferencia del Nanga Parbat, donde prescindimos de ellos, en el Manaslu los necesitaba para poder trabajar. Había mucha nieve fresca, mucha huella que trazar y para eso era preciso contar con un grupo numeroso y experimentado. El mérito es de los sherpas, de su trabajo, sin duda. Se merecen esta cima”, asegura. En esta ocasión, los sherpas han trabajado como los polacos en 1984, fijando similar metraje de cuerda fija, viajando a temperaturas de 32 grados bajo cero, pero con la ayuda inestimable del número y del oxígeno embotellado que calienta, reconforta y deja margen para la supervivencia y el socorro. Puede que el Himalayismo invernal solo interese ya a los nepalíes, empoderados como están y necesitados de reclamos para seguir con el negocio de las cimas más elevadas.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.