Por un beso, la que se está liando…

El debate sigue estando hoy en si, entre todos, hemos exagerado tanto esta historia que al final un desliz va a acabar condenando a un tipo que no pudo controlar su emoción

Luis Rubiales, a su llegada a la Audiencia Nacional este viernes, último día del juicio, que ha quedado ya visto para sentencia.Violeta Santos Moura (REUTERS)

Por un piquito. Solo por un pico cariñoso en un momento de euforia y celebración. La que se está liando. Qué exageración. Y este señor puede ir a prisión. Qué barbaridad.

Hasta ahora nunca nadie se hubiera atrevido a judicializar un beso tonto, desacertado, incorrecto o fuera de lugar. La mayoría hubiera pensado en el qué dirán, en la bola de nieve que se formaría, en los juicios de valor, en las consecuencias (para los acusados y para la denunciante), en la lentitud de la justicia, en lo larga que se haría la agonía, en la etiqueta que arrastraría para siempre. La mayoría hubiera calla...

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Por un piquito. Solo por un pico cariñoso en un momento de euforia y celebración. La que se está liando. Qué exageración. Y este señor puede ir a prisión. Qué barbaridad.

Hasta ahora nunca nadie se hubiera atrevido a judicializar un beso tonto, desacertado, incorrecto o fuera de lugar. La mayoría hubiera pensado en el qué dirán, en la bola de nieve que se formaría, en los juicios de valor, en las consecuencias (para los acusados y para la denunciante), en la lentitud de la justicia, en lo larga que se haría la agonía, en la etiqueta que arrastraría para siempre. La mayoría hubiera callado. Total, tampoco fue para tanto.

La mayoría, habiéndose visto el gesto como se vio, se hubiera puesto una coraza, hubiera rebajado la calentura y restado importancia al asunto. Exactamente, lo que hizo Jenni Hermoso los instantes posteriores a ese beso tonto, desacertado, incorrecto y fuera de lugar. Y a pesar de que (o precisamente por eso) quien se lo dio era su superior jerárquico, Luis Rubiales. Todo un presidente de la Federación Española de Fútbol, una entidad que se mueve por la vida manejando un presupuesto de 400 millones de euros.

A Jenni Hermoso, la del beso (esa etiqueta que arrastrará para siempre) nadie le preguntó cómo estaba en aquellas horas y días después del día D. El día en que la selección española femenina ganó la Copa del Mundo de fútbol. El día en que el presidente le dio un pico a la delantera estrella del equipo. Nadie más allá de sus amigas más cercanas le dio las herramientas necesarias para actuar en un caso como ese. Nadie en toda la estructura de la federación recordó que existía un protocolo antiacoso, redactado apenas meses antes y expresamente para casos como el que se juzga: un beso en la boca. El aparato la dejó sola. Y no contentos con eso, Rubiales y sus adláteres usaron todas sus artes, tiraron de todos los contactos y de su capacidad y poder como dirigentes de la federación para tratar de tapar el asunto. Que no se hablara más. ¡Que somos campeonas del mundo!

Todo eso, el beso que todos vimos en agosto del 2023, y el acoso constante que la futbolista y su entorno sufrieron para que el tema dejara de estar en boca de todos, ha quedado probado en el juicio que acaba de quedar visto para sentencia.

El debate, en la barra del bar y en la sala de la Audiencia Nacional, sigue estando hoy en si, entre todos, hemos exagerado tanto esta historia que, al final, un desliz va a acabar condenando a un tipo que no pudo controlar su emoción y su euforia. Y castigando a otros tres que solo querían lo mejor para su amigo. Y su jefe. Que vienen a ser la misma persona.

La agresión no fue tal, nos dice la abogada de Rubiales, porque ella no la percibió como tal. Si no, de qué iba a estar riéndose y dándole palmaditas en la espalda. Y la coacción no existe porque confundimos las conversaciones amistosas (con cierto tono amenazante, vamos a reconocerlo, eso sí, es que estaban muy nerviosos y decepcionados por el comportamiento de su amiga) con la intimidación con violencia. “Rogar no es intimidar, rogar es pedir”, se ha insistido desde la defensa.

Así, uno de los abogados defensores ha alegado que todo era una farsa, una reconstrucción de los hechos para hacer crecer “lo del beso” y hacernos creer que la federación era “como una mafia” y que “todos ellos” trabajaron “coordinados para coaccionar a Hermoso”. Se creía el abogado estar coprotagonizando una telenovela. O eso nos dijo. Y se olvidó, al hablar con tanta sorna, de que hay otra causa abierta en los tribunales de Majadahonda que describe a esa cúpula directiva de la federación, con Rubiales a la cabeza, como una organización criminal. Esa otra telenovela, por cierto, se sustenta en una investigación de la UCO de la Guardia Civil.

Y mientras ese otro caso se resuelve, aquí estamos. Por un piquito. Y mucho más.

Qué hubiera sido de todos nosotros, de todas nosotras y de este caso si en lugar de llamarnos “pringados” y “tontos del culo”, Rubiales hubiera pedido perdón al bajarse del pedestal. Si hubiera hablado con Hermoso, como el amigo que dice que era, y le hubiera pedido disculpas, sin más.

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