La maestría de Alcaraz le guía hacia el clímax con Djokovic
El número uno barre a Medvedev (triple 6-3) y desembarca por primera vez en la gran final de Londres, en la que abordará al serbio tras el reciente cruce de París
De la misma forma que todos los caminos conducían de antemano hacia Novak Djokovic, la misma lógica conducía a pensar hace dos semanas que si alguien podía aterrizar enfrente del serbio en la final y ponerle freno era Carlos Alcaraz. Solventes ambos en sus respectivos cometidos de la penúltima ronda, una vez que el serbio resuelve contra Jannik Sinner y luego el español liquida al ruso Daniil Medvedev por un triple 6-3 (en 1h 50m), en Londres la grada se frota las manos porq...
De la misma forma que todos los caminos conducían de antemano hacia Novak Djokovic, la misma lógica conducía a pensar hace dos semanas que si alguien podía aterrizar enfrente del serbio en la final y ponerle freno era Carlos Alcaraz. Solventes ambos en sus respectivos cometidos de la penúltima ronda, una vez que el serbio resuelve contra Jannik Sinner y luego el español liquida al ruso Daniil Medvedev por un triple 6-3 (en 1h 50m), en Londres la grada se frota las manos porque imagina ya la atractiva final de este domingo, que no deja de ser la máxima expresión del tenis actual: Nole, Carlitos y después, a una generosa cifra de millas, lejísimos, el resto. Ni el italiano (6-3, 6-4 y 7-6(4) ni el de Moscú ofrecen una resistencia digna de dar con mayor consuelo que el de haber llegado hasta aquí. Hoy por hoy, el balcánico y el murciano son los que gobiernan y pelotean a su antojo, por más que dejen las migas a los demás en los escenarios intermedios.
A la jerarquía de Djokovic le sigue la precipitada evolución natural de Alcaraz, quien no entiende de fases ni procesos, y que en apenas un mes ha logrado aquello que a la mayoría de los tenistas se les niega de por vida: saber jugar de verdad sobre hierba. Lo plasma un día más contra Medvedev, que rebate con cara de circunstancias, como si supiera de antemano el destino que le espera. Feo, feo. Por mucho que el ruso sea capaz de encontrar soluciones donde no las hay y de que sea el único de esa generación intermedia abrasada por el que ha logrado aguantar el tipo y replicar, no dura ni un suspiro. El joven de El Palmar lo devora en un duelo plano y eficiente, sin florituras ni genialidades porque esta vez ni siquiera lo requiere. De nuevo, el Alcaraz serio y decidido. Sin despistes y recto, el número uno da otro manotazo y se planta delante del gigante, en la que supondrá su primera final en Wimbledon.
Territorio históricamente asociado a los anglosajones, la hierba premia a los intrépidos y en el tenis nacional son siete los que sobrevivieron hasta el último día en la fascinante aventura verde. El listado refleja los brillantes trazados de los pioneros Lilí Álvarez (triple finalista, en 1926, 1927 y 1928) y Manolo Santana (campeón en 1966), y luego los de Arantxa Sánchez Vicario (cuatro finales), Conchita Martínez (primera triunfadora española, en 1994), Rafael Nadal (cinco, con dos laureles), Garbiñe Muguruza (dos finales, coronada en 2017) y ahora Alcaraz, el último valiente. Sin apenas experiencia antes de su aterrizaje en la gira actual –tan solo había disputado seis partidos antes de la conquista de Queen’s–, el jerarca del circuito ha adoptado los complejos automatismos que exige la superficie a la velocidad de un superdotado.
Este lluvioso viernes londinense enmarca la acción bajo la cubierta de la central, donde los ingleses admiran y saborean el delicioso ejercer del murciano. Este hace y deshace a su manera, arrinconando a Medvedev rápidamente. Luce revés, profundiza salvajemente con la derecha y hace gala de un extraordinario manejo con los cortados, probablemente el golpe más sofisticado en el tenis; seguro y confiado, hasta se atreve con una devolución por debajo de las piernas que agradece la Catedral, consciente de que la escena se repetirá con frecuencia durante los próximos años. Alcaraz acaba de empezar, como quien dice, pero se expresa en la pista como un competidor de largo recorrido que sabe interpretar perfectamente qué demanda el momento y cada situación, con ese sexto sentido inherente a los elegidos. Él niega: ”Solo me lo he trabajado...”. Pero lo es. El moscovita resiste seis juegos, pero al séptimo le arrolla el tren. A partir de ahí, solo sufrimiento para él, otro mal trago.
Excusas y más excusas
Alegaba Medvedev en marzo que la pista era demasiado lenta en Indian Wells, y de ahí el roto. El griego Stefanos Tsitsipas esgrimía que le había jugado una mala pasada la melatonina consumida antes del duelo entre ambos este año en Roland Garros. Y el danés Holger Rune argumentaba que amaneció enfermo el miércoles, cuando probablemente planteó la oposición más real que ha encontrado últimamente Alcaraz. Tal vez no les falte razón, pero de haber sido la situación diferente el desenlace seguramente hubiera sido idéntico. Porque tienen algo de tramposos los números. Estos dicen que el primer de ellos ha elevado los mismos títulos esta temporada que él, y que ambos han firmado la misma cifra de victorias (46). Sin embargo, la distancia entre uno y otro ahora mismo es descomunal. Le ha barrido. El pequeño nudo final –cuatro breaks sucesivos– es un mero espejismo. Un fulminante cruzado pone la rúbrica.
Categórico y bestial, por encima incluso de las elevadas expectativas que empezó a generar como adolescente, el número uno atrapa su 35ª victoria en un Gran Slam, la 10ª en Wimbledon y la 15ª sobre césped. Sin necesidad de haber tenido que ofrecer un plus degusta su primera final en Londres y reta desde ya al gran jefe Nole. Pero, por encima de todo, el tenis festeja porque analiza a largo plazo y concluye: este maravilloso viaje de Alcaraz solo acaba de comenzar.
En un escaso margen de 37 días, ambos se reencontrarán tras el triunfo del serbio en las semifinales de Roland Garros, donde Alcaraz sufrió un colapso muscular a raíz de la tensión. Aquella tarde se resolvió entre calambres y el infernal ritmo de bola impuesto por El Chacal, en forma de lección. “Va a ser muy difícil, pero lucharé hasta el final. Siempre soñé jugar una final aquí y hacerlo contra Novak es increíble. No es la hora de estar cansado ni de tener miedo, sino de ir a por ello”, afirma el de El Palmar, de 20 años e instalado en la cima.
El duelo del domingo (15.00, #Vamos) pondrá, precisamente, en juego el trono de la ATP que él defiende desde el 26 de junio, cuando lo recuperó en Roma. “Es tiempo de seguir soñando, voy a creer en mí mismo”, agregó Alcaraz, presente en su segunda gran final tras la que ganó el año pasado en el US Open. “Es la más esperada por todo el mundo, incluso por mí”, indica Djokovic en la sala de conferencias, después de retrasar la intervención para poder presenciar íntegramente el desempeño de su próximo adversario; “es un jugador increíble, el mayor reto al que puedo enfrentarme ahora mismo tanto en lo físico como en lo emocional. Sé que Carlos está muy motivado”.
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