Alcaraz y el elevado precio de ir al límite
Los expertos inciden en que el murciano debe dosificar su explosividad, tras sufrir cinco percances físicos en siete meses. “Corre demasiado”, apunta Boris Becker
Poseedor de un físico privilegiado, Carlos Alcaraz aceptaba con resignación y discurso maduro el último accidente. El viernes, después de caer contra Novak Djokovic en las semifinales de Roland Garros, el número uno admitía que le falta experiencia todavía ante las pruebas de máximo nivel, caso del serbio, y que lo sucedido le servirá de lección. Apuntó a la “tensión” y los “nervios” como desencadenantes del colapso que sufrió nada más empezar el tercer parcial, cuando había conse...
Poseedor de un físico privilegiado, Carlos Alcaraz aceptaba con resignación y discurso maduro el último accidente. El viernes, después de caer contra Novak Djokovic en las semifinales de Roland Garros, el número uno admitía que le falta experiencia todavía ante las pruebas de máximo nivel, caso del serbio, y que lo sucedido le servirá de lección. Apuntó a la “tensión” y los “nervios” como desencadenantes del colapso que sufrió nada más empezar el tercer parcial, cuando había conseguido equilibrar el pulso y su pegada amenazaba con cambiar la dinámica de un partido en el que el resabiado Nole le llevó al límite antes y durante la refriega.
“Había tenido calambres alguna vez, pero no a este nivel. En 2021 contra Tsitsipas [en el US Open] tuve algunos problemas, pero no a este nivel”, recordaba Alcaraz, presa de las rampas en el episodio que significó su despedida de París. De nuevo, el cuerpo le jugó una mala pasada y en su equipo saltó el chivato de alarma. Comprobado que el incidente respondía tan solo a los calambres, en su entorno respiraron aliviados, toda vez que otro tipo de percance podía haber comprometido su desembarco en la gira sobre hierba, que en su caso incluye dos paradas: Queen’s, del 16 al 25 de junio, y Wimbledon, del 3 al 16 de julio. Hecho el chequeo, dispondrá ahora de descanso.
Disfrutará el murciano de unos días en casa, en El Palmar, rodeado de los suyos y tratando de completar la descompresión. Han sido dos meses muy duros desde el plano físico y mental, con premios –Barcelona y Madrid– y también con mucha agitación. Va Alcaraz al límite, pisando constantemente el acelerador, y su carrocería le envía avisos. No son pocas las voces de profesionales que señalan que su estilo de juego y su agresividad pueden poner en peligro una carrera que pinta de maravilla, y el desarrollo de los acontecimientos aporta más interrogantes porque en apenas siete meses, el chico ha sufrido cinco contratiempos más o menos significativos.
En la recta final de la temporada pasada, una rotura abdominal le zancadilleó en las semifinales de París-Bercy, donde había aterrizado con molestias en la rodilla izquierda; después, una lesión en el músculo semimembranoso de la pierna derecha sufrida durante un entrenamiento, justo antes de viajar a Australia, le privó de competir en el primer grande del año; a finales de febrero, los isquios le mermaron en la final de Río de Janeiro frente a Cameron Norrie y le obligaron a renunciar a Acapulco; en abril, una “artritis postraumática en la mano izquierda y molestias musculares en la columna” le impidieron estar en Montecarlo; y en última instancia, la tensión acumulada y el apetito por conquistar Roland Garros condicionaron el trascendental pulso en París con Djokovic, que imprimió un ritmo de bola infernal en los dos primeros parciales y reventó momentáneamente al rival.
30 ‘sprints’ de 100 metros
“Debe dosificarse o acabará con muletas a los 22 años”, expresó en abril el exjugador italiano Guido Monaco, comentarista del canal Eurosport, en una opinión cada vez más extendida entre los especialistas. Uno de ellos, Àlex Corretja. “Creo que quiere ir demasiado fuerte en cada golpe, que es muy exigente. Tiene que aprender a jugar al mejor de cinco en tierra batida”, transmite el barcelonés. Y se suma el alemán Boris Becker. “El físico comienza en la cabeza. Creo que la intensidad que imprimió Novak desde la primera bola le sorprendió. En mi opinión, corrió demasiado. Pocas veces he visto a un jugador que pueda llegar a tantas bolas. Yo digo: ‘guarda tu energía, déjalo ir cuando el marcador es 40-0 o 40-15′. Novak vio eso”, apunta.
Secunda el sueco Mats Wilander, otro de los expertos de Eurosport. “Hasta que sufrió los calambres, corrió una media de 20 metros en cada punto; jugaron 155 puntos, lo que equivale a 3.000 metros, y eso son 30 sprints de 100 metros en dos horas. No está andando, está esprintando todo el rato”, razona el nórdico. “La causa de lo que ocurrió fue Novak”, prosigue; “la diferencia entre cómo se mueve él, incluso estando agotado, es enorme. Djokovic expuso una debilidad de Carlos. Seguro que sufrió un gran estrés, mucha tensión. Antes de esto no he oído que suela sufrir calambres, así que no creo que no haya tenido una gran preparación. Pienso que fue una situación de estrés”, agrega.
“Ganas”, no ansiedad
El tenista, no lo esconde, terminó pagando su pronunciado deseo de medirse con el serbio y demostrar que hoy día, le puede jugar de tú a tú. “Querría jugar contra él mañana mismo”, afirmó dos días antes, tras batir al griego Stefanos Tsitsipas con un recital. “No es ansiedad, diría que son ganas”, sostenía su preparador, Juan Carlos Ferrero, en el preámbulo de la semifinal. A tope desde la primera bola, intentando sacar a Nole de la pista a raquetazos y sin escatimar un solo gramo de gasolina en cada arrancada, cada desplazamiento, cada maniobra y cada tiro, el español fue agarrotándose hasta que su cuerpo le dijo basta.
“Soy positivo, esto me servirá para aprender”, asegura Alcaraz, al que a sus 20 años –con 160 partidos en la élite, 70 de ellos en el ejercicio pasado– le cuesta contener su impetuosidad, casi siempre a mil revoluciones. “Lo lleva en el ADN. No mide, pero no debe perder su esencia”, cuentan desde su entorno, partidario de dar con el equilibrio que le permita mantener su estilo, pero reduciendo riesgos. No le queda otra. De un año aquí ha tenido que renunciar a siete torneos en los que estaba inscrito: Roma (pie), Queen’s (codo), Copa de Maestros, Copa Davis y las ya mencionadas ausencias en el Open de Australia, Acapulco y el Masters de Montecarlo.
“¡Estoy hecho un toro!”, gritaba desatado durante el cruce a fuego (5h 15m) con el italiano Jannik Sinner en el último US Open. “Su cuerpo está bien, la musculatura está en orden. Ha pasado mucha tensión, y se ha traducido a que en un momento de relajación ha llegado la rampa; a muchos deportistas les pasa en sala de prensa, por ejemplo. Carlos siempre ha gestionado esto muy bien, en el calentamiento estábamos disfrutando, pasándolo bien... Pero cuando te acercas al partido aparecen los nervios”, resolvía su fisio, Juanjo Moreno, en declaraciones a la Cope.
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