El vía crucis del Espanyol: los motivos que amenazan al club con el descenso
La entidad, castigada por una mala planificación deportiva y por la inestabilidad del área, se atornilla en el fango de Primera
El detonante viene de lejos. Ocurrió en la penúltima jornada del curso pasado, cuando el presidente Chen Yansheng, atento al fin al clamor popular de la grada, decidió destituir al director deportivo Rufete, también al técnico Vicente Moreno. Por más que no se jugara nada, ya se había logrado la salvación tras un año en los alcantarillados y su sucesivo ascenso, y la cúpula blanquiazul se reunió para dibujar los nuevos trazos a seguir. Se trataba de reconfigurar una pl...
El detonante viene de lejos. Ocurrió en la penúltima jornada del curso pasado, cuando el presidente Chen Yansheng, atento al fin al clamor popular de la grada, decidió destituir al director deportivo Rufete, también al técnico Vicente Moreno. Por más que no se jugara nada, ya se había logrado la salvación tras un año en los alcantarillados y su sucesivo ascenso, y la cúpula blanquiazul se reunió para dibujar los nuevos trazos a seguir. Se trataba de reconfigurar una plantilla que, entendía, se estaba quedando obsoleta además de cara. Así, capricho o chisgarabís de Chen, se designó al secretario técnico Domingo Catoira como nuevo director deportivo, aunque se sabe que no seguirá en el próximo curso por sus decisiones y también por sus desavenencias con el CEO blanquiazul Mao Ye Wu. La decisión presidencial, en cualquier caso, desencadenó un tropiezo tras otro para dejar ahora al Espanyol en los huesos, atornillado en el fango de Primera y a lomos de un Luis García que se postula como el redentor, todavía incapaz de voltear la situación, aunque este viernes consiguiera un empate ante el Cádiz que cortó las seis derrotas seguidas del equipo. “En el club hay una sensación de que el rumbo y las personas que se han ido incorporando a lo largo de estos años no ha coincidido con lo que se quería proyectar. Ha faltado alineamiento”, esgrime una voz autorizada de la entidad.
Planificación deportiva caótica. Empecinado en rebajar la masa salarial y en dar aire nuevo y joven al equipo, Catoira extendió bajas como churros a jugadores capitales como Diego López, David López, Embarba, Vargas o Melendo (no aceptó la renovación). Un total de 23 futbolistas que tomaron las de Villadiego por la misma pasarela, aunque en dirección inversa, por la que llegaron 15. Lo que da 38 movimientos en dos ventanas, demasiado para equilibrar un proyecto que ya temblaba. “La idea era rejuvenecer la plantilla y renovar liderazgos en un proyecto con mirada en el medio plazo, pero ha faltado estabilidad y que los resultados acompañaran”, esgrime una fuente del Espanyol.
Un ejemplo de este caos de planificación es César Montes -un millón por el préstamo a final de temporada más siete a pagar después-, pues estaba hecho en verano pero la operación no se fraguó. Resulta que el Monterrey mexicano no se decidió a vender hasta el último día de mercado, y entonces se desdijo y pidió más dinero hasta en dos ocasiones. No había otra alternativa y la segunda fue definitiva, por lo que el Espanyol se quedó sin el jugador que tenía que liderar el nuevo proyecto hasta la siguiente ventana de traspasos, ya en enero y con el curso torcido.
Peor gestión fue, sin embargo, la salida de Raúl de Tomás. El ariete, que reclamaba más dinero y protagonismo del que tenía, ya que era uno de los nueves de España, dejó claro que su futuro estaba lejos del Espanyol. Condiciones que le dieron sarpullidos al técnico Diego Martínez, que llegó con la idea de que el grupo es lo primero y lo es todo. Lo que derivó en una gestión nefasta de la situación, con el jugador aduciendo una lesión que le privó de minutos y escaparate durante la pretemporada, al final malvendido al Rayo ya superado el mercado por ocho millones fijos y tres en variables cuando su cláusula era de 70 y su coste en enero de 2020 fue de 22 millones, cifra récord abonada por el Espanyol al Benfica. “El delantero no tenía interés por seguir y pedía cifras salariales que no podíamos atender. Queda claro, a tenor de las evoluciones, que no fue positivo para nadie”, subrayan otras fuentes del Espanyol.
La quema del banquillo. La refrescante llegada de Diego Martínez, que venía con un currículo alegre y satisfactorio, parecía agua de mayo para el club. Duró poco. Más que nada porque se le prometieron 20 millones para recomponer la plantilla -se contaba con la venta de Raúl De Tomás- y se quedó en agua de borrajas. “Entonces él proyectó que lo que se le planteaba no era lo prometido y lo hizo público. Y el club no pudo hacer más en ese momento, pues en las dos ventanas se gastó todo lo que se tenía presupuestado, amén del remanente de César Montes porque ocurrió el último día de mercado”, señalan desde el Espanyol. Martínez, sin embargo, no se adaptó a la plantilla sin extremos y a una defensa que tirita sin remisión. Ha dado igual que jugaran cinco zagueros, cuatro o que se poblara la media para evitar que los rivales lanzaran fácil. El agujero no se ha tapado y con Luis García, por el momento, tampoco hay solución. Entre otras cosas porque la portería ha sido un drama kafkiano, ya con ocho manoplas probadas y ningún atino: Lecomte, Álvaro Fernández, Joan García y Pacheco.
“Hay que reajustar las expectativas”, repetía como un mantra Diego Martínez. Mensaje que caló en el vestuario, que perdió la autoestima y que se creyó peor de lo que era. Desavenencias determinantes que llevaron al despido del entrenador. Y fue, claro, con otro esperpento. Tras reafirmar de puertas para dentro que Martínez seguiría antes del parón liguero, el equipo reemprendió la Liga y cayó frente al Girona. Y se viró de dirección… Mao, en una decisión aprobada por Cheng y validada también por un camerino que notaba el desgaste de la relación, despidió al técnico para colocar a Luis García, el entrenador número 11 del Espanyol desde que llegara el presidente en 2016 (Galca, Sánchez Flores, Gallego, Rubi, Machín, Abelardo, Rufete, Moreno y Blanco estuvieron antes).
Resulta curioso que ahora, en tiempos de zozobra y riesgo de descenso, cuando se presupone que el fútbol debe ser más directo y sin aliños, Luis García prefiere que el Espanyol juegue más al toque y desde la raíz. Aunque quizá es lo más práctico si se atiende a que en las 26 jornadas anteriores jugó más al patadón con un resultado raquítico. “Tenemos total confianza en lo que traslada y va a dar. Se le ficha por eso, pues ya sabíamos su idea y es compartida por el club”, señalan desde la entidad blanquiazul; “y también se entiende que su visión, conocedor de la casa, puede estar más alineada con la proyección de cantera que queremos y que se ha perdido en los últimos tiempos”. El técnico toma la palabra: “No podemos jugar con miedo a si fallo, eso no entra en mi idea porque el miedo paraliza y nosotros no podemos ser un equipo temeroso”. Sucede que, por ahora, las palabras no se convierten en hechos, pues ha perdido tres encuentros y empatado uno desde que asumiera el cargo.
Déficit social pero mejor economía. Resulta anómala una presidencia llevada desde la distancia, pues Chen vive en China. “En la operativa del día a día eso no es importante. Es más determinante la diferencia de idioma y cultural que los kilómetros que hay de por medio”, aclaran fuentes oficiales del Espanyol; “y se ha demostrado que es un presidente que ha aportado en lo económico y patrimonial”. Pero no en lo deportivo -ya descendió en 2020- ni en lo social.
Aunque lleva tres ejercicios presentando pérdidas -descenso y pandemia de por medio-, Chen sí que ha conseguido maquillar la mastodóntica deuda que asumió con la presidencia del club, entonces cifrada en 200 millones y ahora en 43, capaz el club en estos momentos de incrementar los ingresos comerciales y situarse por encima de antes de la pandemia. “Sin ser una situación boyante, hemos podido fichar, los empleados están al día y se va a crear una segunda ciudad deportiva -después de las elecciones políticas de julio- cerca de Cornellà que será para el primer equipo, filial y femenino”, reivindican desde el club. Además, se hizo la apertura de la RCDE Hub de la calle Balmes de Barcelona, se prevé la construcción de un hotel y hay academias por todo el planeta, por lo que se extiende la explotación internacional de la marca. Pero nada de todo eso hace que la pelota entre y, de paso, que el equipo tenga más tirón.
La mala política deportiva no ha ayudado al crecimiento de una masa social fiel y estabilizada por debajo de los 30.000 socios (la cifra récord se situó en 35.589 en 2010), ahora cerca de 21.000. Incluso un estudio del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat de Cataluña reveló que sólo el 3,6% de los catalanes son del Espanyol, por un 77,5% del Barça y un 10% del Madrid. “Está en la línea histórica de siempre”, rebaten desde el club, al tiempo que recuerdan que han pasado de dos a cinco millones en las redes sociales; “somos conscientes de que hay desafección por los resultados y tenemos que reflexionar porque el 95% de la culpa es nuestra. Pero nuestro contexto es más anómalo que en cualquier otro lugar del mundo en cuanto a parcialidad y forma de tratar a los clubes por los medios y las instituciones. Aun así, a pesar de que el momento es malo, el trabajo debe ir enfocado en crecer en el ámbito social, empezando por recuperar a quienes se han alejado del club por nuestros errores”.
Frente al Cádiz, sin embargo, reclamada por la entidad, la afición respondió y registró la mejor entrada del curso (28.512 espectadores). Pero el equipo no pasó del empate y le queda poco margen para corregirse, para no descabalgar de Primera y sellar de la peor de las maneras un vía crucis que empezó hace poco menos de un año.
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