Garbiñe Muguruza y su parón, el descubrir de una nueva vida
Desgastada por la vorágine profesional, la tenista disfruta de la cotidianeidad alejada de la pista, sin fecha definida de regreso ni una decisión sobre su futuro
En octubre de 2017, recién alcanzada la cumbre del circuito, Garbiñe Muguruza afirmaba durante un encuentro con este periódico: “Nací casi para jugar. No recuerdo haber hecho otra cosa, ni sabría. Yo soy tenis”. Y, como tal, la por entonces número uno ha ido procesando todo lo que conlleva su deporte y el haber estado en lo más alto: lo bueno, que ha sido mucho y en ocasiones único, excepcional, pero también lo malo. Ganó Roland Garros (2016), después Wimbledon (2017) y tras conquistar los dos grandes santuarios euro...
En octubre de 2017, recién alcanzada la cumbre del circuito, Garbiñe Muguruza afirmaba durante un encuentro con este periódico: “Nací casi para jugar. No recuerdo haber hecho otra cosa, ni sabría. Yo soy tenis”. Y, como tal, la por entonces número uno ha ido procesando todo lo que conlleva su deporte y el haber estado en lo más alto: lo bueno, que ha sido mucho y en ocasiones único, excepcional, pero también lo malo. Ganó Roland Garros (2016), después Wimbledon (2017) y tras conquistar los dos grandes santuarios europeos y hollar la cima mundial se coronó (2020) como maestra en Guadalajara (México), hito inédito para una mujer española. Ahora, cerca de alcanzar la treintena, necesita definitivamente parar por la presión.
“Así no podía seguir, estaba pasándolo mal y no es necesario”, apunta una fuente cercana a la deportista, que en las últimas fechas ha encendido la luz de alarma con el paso a un lado que ha dado. “Ahora mismo, no se sabe qué decidirá”, agrega la misma persona, mientras el interrogante se agranda y la hipótesis de un posible adiós a su deporte va cogiendo fuerza, sin que ella disipe la duda y, en cambio, trate de alejarse de la actividad rutinaria que ejerce desde que era una niña. Muguruza empuñó por primera vez una raqueta con tres años y desde entonces no la ha soltado; ahora, sin embargo, necesita aire, desconectar y reflexionar, arrastrada emocionalmente por el vértigo de su profesión y una mala racha de resultados que le han conducido hacia una situación delicada.
A principios de febrero, Muguruza anunció que no competiría en Abu Dabi por “motivos personales” e inmediatamente después renunció a las citas de Doha y Dubái. La inquietud, sin embargo, aumentó de manera exponencial cuando la semana pasada anunció a través de un escueto mensaje que su pausa se prolongará al menos hasta el verano. “Pasar tiempo con la familia [tiene dos hermanos] y los amigos [a los que se añade su pareja] ha sido realmente saludable y sorprendente. Así que voy a alargar este periodo”, comunicó a través de sus redes sociales.
Nunca fue previsible Muguruza, sino todo lo contrario. Más bien, un enigma. Golpeó tan fuerte en su irrupción en la élite –finalista en Wimbledon con 21 años– como se desmoronó después, inmersa en una fuerte crisis. Posteriormente remodeló su entorno técnico –con la contratación de Conchita Martínez– y reaccionó –finalista del Open de Australia en 2020–, antes de tocar el cielo en Guadalajara. Pero a partir de ahí, curvas y más curvas en su trayectoria, las mismas que han marcado sus partidos; demasiadas derrotas y, sobre todo, demasiado sonoras, difícilmente comprensibles varias de ellas por forma y fondo. Desde el éxito maestro en tierras mexicanas, 12 victorias y 21 caídas. Este año, cuatro tropiezos en cuatro primeras rondas. A su fugaz paso por Oriente Medio, su confianza en darle la vuelta a la historia se resquebrajó.
Estabilidad... fuera de la competición
Expuesta al juicio constante al que somete el tenis y erosionada por los resultados, Muguruza (29 años) ha optado por frenar y reconsiderar su porvenir, aunque desde una posición neutra. ¿Seguir o no seguir? No lo sabe. No hay respuesta todavía. Sí existe la constancia de que ha descubierto un nuevo universo, el de la cotidianeidad alejada de lo profesional, en el que disfruta y se siente feliz. No ahogada. La estabilidad que se le ha negado a lo largo del último año y medio, entre peloteo y peloteo, ha ido encontrándola en el ámbito personal.
“Lo ha vivido siempre todo con mucha intensidad, es la primera que se exige. Debe pensar con calma, analizar y no tener prisa. Está en su mano y debe decidir con libertad”, transmiten desde su círculo, conscientes sus allegados de que se encuentra ante una encrucijada y de que la elección es incierta.
Entretanto, el miércoles ella y Conchita anunciaron oficialmente su desvinculación profesional, que no personal. El respeto y el aprecio son recíprocos, pero la preparadora desea seguir activa y la jugadora –fuera de las 100 mejores por primera vez en una década, hoy día la 131ª– intenta depurar la mente y reordenar su estructura vital entre actividades livianas como jugar al pádel, dar paseos o cortar el césped. Alejada de las pistas, Muguruza intenta encontrar la paz interior y deshacerse de esa versión que la consumía antes y después de saltar a la pista, presa de los nervios y la tensión. A la espera de esa “magia” que no ha vuelto y cansada de que desde el exterior no se entienda su naturaleza irregular, con el paréntesis anunciado lanza una moneda al aire.
“El tenis lo tiene”, apuntan desde su entorno, a la espera de saber cuál es su voluntad final y anteponiendo el factor anímico al físico. “Para regresar necesitaría hacer una pretemporada y enseguida reencontraría el ritmo porque la base es muy buena, pero la clave está en lo que desee de verdad”, concluyen.
Acostumbrada a vivir entre la adrenalina de la competición y con un currículo que soñaría la inmensa mayoría, la tenista siempre ha ido de frente, sin esconder que encuentra alicientes más allá de la raqueta e insinuando que su carrera no sería larga muy longeva. “No me veo jugando hasta los treinta y tantos”, ha señalado en repetidas ocasiones. El tiempo, su tiempo, lo marca ella, siempre dentro de una burbuja particular; así se elevó, así hizo historia. Así es el mundo de Garbiñe. Queda por ver si abandonada circunstancialmente esa esfera del tenis, vuelve a recobrar el apetito por jugar. Muguruza y el mañana, tan sencillo y a la vez tan complejo: una cuestión de felicidad.
ESPAÑA ACCEDE A LAS FINALES DE LA BILLIE JEAN KING CUP
El equipo femenino español remató este sábado su acceso a la fase final de la Billie Jean King Cup, que se disputará en noviembre en una sede todavía por definir, al rematar la eliminatoria disputada en Marbella ante México: 3-1. A las dos primeras victorias se sumó la definitiva de Nuria Párrizas ante Marcela Zacarías, la 196ª del mundo, por 6-3 y 6-0. Ya en el dobles, Aliona Bolsova y Rebeka Masarova cedieron contra Giuliana Olmos y Renata Zarazúa (4-6, 7-6(5) y 10-5).
Por otra parte, en Montecarlo, este domingo (a partir de las 14.30, Movistar Deportes) se medirán por el título del Masters el ruso Andrey Rublev y el danés Holger Rune. El primero, finalista del torneo en 2021, se deshizo de Taylor Fritz merced al 5-7, 6-1 y 6-3 obtenido, mientras el segundo logró el acceso gracias al 1-6, 7-5 y 7-5 firmado ante Jannik Sinner; campeón en noviembre en París-Bercy, el nórdico disputará su segunda final de un 1000.
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