La defensa del Barcelona se vuelve vulnerable

El equipo azulgrana, que solo ha encajado un gol en la Liga, recibe su cuarto gol en la Champions y deja su clasificación a octavos en el aire

Correa pelea por el balón con Eric García.DANIELE MASCOLO (REUTERS)

El cerrojo defensivo que enseña el Barcelona en España, se abre en Europa. En la Liga el conjunto azulgrana es el equipo menos goleado (una diana recibida en las siete jornadas disputadas). Sin embargo, en la Champions recibe, al menos, un gol por encuentro. Le pasó ante el débil Viktoria Plzen en el Camp Nou (5-1), también ...

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El cerrojo defensivo que enseña el Barcelona en España, se abre en Europa. En la Liga el conjunto azulgrana es el equipo menos goleado (una diana recibida en las siete jornadas disputadas). Sin embargo, en la Champions recibe, al menos, un gol por encuentro. Le pasó ante el débil Viktoria Plzen en el Camp Nou (5-1), también ante el poderoso Bayern Múnich en el Allianz Arena (2-0) y este martes también ante el Inter en San Siro (1-0). Y, aunque Xavi Hernández no arriesgó con una defensa de tres centrales para contener a los dos puntos del Inter como estaba en su hoja de ruta, el Barcelona se volvió a mostrar vulnerable.

La Champions se vislumbraba como una especie de escudo para Simone Inzaghi. Perdido en la Serie A —marcha noveno a ocho puntos del Nápoles, el líder—, el cuadro de Milán, mermado por las bajas de futbolistas clave como Lukaku y Brozovic, andaba en la búsqueda de inflar la moral frente a un Barcelona potente en España todavía en una incógnita en Europa. Y la hinchada italiana afiló los dientes para recibir a un Barcelona que no tenía nada que ver al de su última visita a San Siro. Ayer, en el once inicial que sacó Xavi Hernández, no había ni rastro respecto del último equipo azulgrana que saltó al campo al Giuseppe Meazza en la Orejona de 2019, cuando Ernesto Valverde todavía mandaba en el Camp Nou. La afición neroazzurra pobló las calles de San Siro dos horas y media antes del duelo. El Barça se plantó en el campo cómodo con el cuero, ajeno a la ensordecedora acústica de un estadio que Bruce Springsteen definió como de una de las más ensordecedoras del mundo.

“Vamos a buscar tener superioridad para luego atacar bien. Queremos imponer nuestro juego, nuestra idea y hoy es importante”, advirtió Xavi en la previa del duelo. Y, de entrada, le funcionaba la estrategia. El Barça se plantaba en el campo del Inter. Pero la presión de la hinchada despertó al equipo de Inzaghi. Los muchachos de Xavi no le encontraban los agujeros a la telaraña del Inter, con cinco zagueros. “Espero un equipo fuerte defensivamente”, insistía Xavi. Pero el técnico del Barça, a pesar de que Inzaghi atacaba solo con Lautaro Martínez y Joaquín Correa, no arriesgó con el 3-4-3, que ya había utilizado en el campo de la Real Sociedad. “Si juegan con dos delanteros sobra un defensa. Igual podemos ser más valientes. Tenemos que arriesgar con nuestra filosofía. No podemos dejar correr al Inter. Es un rival directo y vertical. Intentaremos demostrar personalidad”, completaba el técnico del Barcelona.

Pero con Araujo y Kounde en la enfermería, Xavi se quedó sin la posibilidad de poner a un jugador con la capacidad para arrancar como lateral y después cerrarse al centro de la zaga. El ala derecha de la zaga la ocupó Sergi Roberto —recuperado de la lesión— y la izquierda, Marcos Alonso. Y eso que el madrileño se había postulado para jugar de tercer central en el caso de que Xavi se lo pidiera. “No sería la primera vez. Mi principal deseo es jugar, así que si el míster lo considera, yo intentaré dar lo máximo aunque no sea mi posición natural”, había advertido el exjugador del Chelsea. Pero Xavi no se movió de la defensa de cuatro en San Siro como si lo había hecho en Anoeta. Al técnico, en cualquier caso, no le convencía el rendimiento de su zaga, vulnerable frente a los contraataques del Inter de Inzaghi. De hecho, el primer cambio que firmó no fue para reforzar el ataque, tampoco para apostar por más toque en la medular. El preparador azulgrana se refugió en la experiencia de Piqué, que el pasado sábado ya había contado con minutos en el duelo ante el Mallorca.

Tampoco agitó el sistema cuando en la segunda ventana de cambios, mandó al césped a Balde por Marcos Alonso y a Ansu Fati por Rapinha. El Barça, por entonces, ya no sufría en la última línea. El Inter ya había reculado y el Barça chocaba una y otra vez frente al muro neroazzurro, imposible de descifrar por Lewandowski —cada vez que marcó, el Barça se llevó los tres puntos—, y mucho menos por Ansu Fati. El Barça no logró mantener su cerrojo en la zaga en San Siro y dejó su continuidad en la Champions en el aire.

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