Frances Tiafoe, en el nombre de Arthur Ashe
El rival de Alcaraz es el primer hombre negro que alcanza las semifinales desde que en 1972 lo hiciera el jugador al que se homenajea mediante la central de Nueva York
Frances Tiafoe (Hyattsville, Estados Unidos; 24 años) es un tipo singular y risueño, afable en el vestuario y distendido en el trato. También comprometido. Lejos del perfil habitual del profesional, de procedencias adineradas o de situaciones de privilegio, el estadounidense ha completado una ruta completamente inusual hacia la élite. Hoy día su nombre reluce en las semifinales de Nueva York, pero detrás de los focos y el ascenso –por primera vez figurará entre los 20 mejores del circuito– hay una historia a contracorriente que nace en el pequeño almacén en el que su padre encontró acomodo cua...
Frances Tiafoe (Hyattsville, Estados Unidos; 24 años) es un tipo singular y risueño, afable en el vestuario y distendido en el trato. También comprometido. Lejos del perfil habitual del profesional, de procedencias adineradas o de situaciones de privilegio, el estadounidense ha completado una ruta completamente inusual hacia la élite. Hoy día su nombre reluce en las semifinales de Nueva York, pero detrás de los focos y el ascenso –por primera vez figurará entre los 20 mejores del circuito– hay una historia a contracorriente que nace en el pequeño almacén en el que su padre encontró acomodo cuando hacía turnos de 24 horas en el club de Washington en el que trabajaba.
El hombre y su esposa desembarcaron en los Estados Unidos en los ochenta huyendo de la guerra civil de Sierra Leona. A su aterrizaje, ella ejercía de enfermera en turnos de noche y él llevaba a cabo labores de mantenimiento. La incompatibilidad de horarios y las dificultades económicas condujeron al padre a pernoctar muchas veces en ese almacén, donde dormía sobre una camilla de masaje. Era el único empleado negro. En muchas ocasiones, le acompañaban sus dos gemelos, Franklin y Frances, este último uno de esos niños a los que rápidamente se le adivinaron maneras excepcionales para el tenis.
“Obviamente, yo no era un niño rico ni tenía las oportunidades de otros”, afirmó en una entrevista concedida a la CNN. “Pero podía jugar gratis al tenis y amo este deporte. Nada de eso me impidió soñar a lo grande”, valoraba el tenista, citado este viernes (1.00, Eurosport) con Carlos Alcaraz.
Su talento captó rápidamente la atención de la federación estadounidense (USTA), que impulsó una carrera que fue cogiendo vuelo y que ahora adquiere su máximo relieve en Nueva York, donde Tiafoe disputará por primera vez las semifinales de un Grand Slam y se reivindica. “No tengo nada que demostrar, estoy aquí para disfrutar”, decía después de tumbar a Rafael Nadal en los octavos previa advertencia: “Voy a ir a por él”. El norteamericano, de 24 años, cumplió la amenaza y en los cuartos se deshizo también del ruso Andrei Rublev (7-6(3), 7-6(0) y 6-4), dejando huella en el torneo.
Raquetas abajo, manos arriba
“Hoy es el día más feliz de mi vida”, exponía después de haberse convertido en el primer jugador negro que accede a la penúltima ronda del torneo desde que lo consiguiera Arthur Ashe. Su predecesor lo hizo en la edición de 1972 y dejó una profunda huella por su defensa de los derechos sociales –fue arrestado en varias ocasiones– y su beligerancia contra el Apartheid de Sudáfrica. Fue, además, designado por la ATP como tenista del año en 1975 y conquistó tres grandes: el US Open de 1968, el Open de Australia de 1970 y Wimbledon en 1975.
Trata de seguir su estela Tiafoe, significado en la lucha contra el racismo. “Ashe es mi ídolo”, señala el estadounidense, consciente de que ahora él puede jugar un papel fundamental. “Cada vez que gano trato de transmitir el mensaje de que todo es posible. Al final del día, me encanta que haya más gente negra jugando al tenis gracias a mí. Voy a ayudar a cuantas personas pueda porque siento que es mi deber”, comenta antes de intervenir de nuevo en la central de Nueva York, grande como ninguna y que lleva el nombre de su referente.
En 2020 recibió el Premio Humanitario Arthur Ashe después de haber lucido mascarillas del Black Lives Matter (Las vidas negras importan) y de haber promovido junto a su novia la campaña Racquets Down, Hands Up (Raquetas Abajo, Manos Arriba), en la que reunió a la comunidad negra del tenis para lanzar un mensaje activista.
A su vez, Tiafoe es la gran esperanza de un tenis deprimido, el de los Estados Unidos, que se ha sostenido gracias a los éxitos de Serena Williams en las dos últimas décadas, pero que en términos masculinos atraviesa por una sequía más que importante. Lejos, muy lejos quedan los tiempos de los Jimmy Connors o John McEnroe, e igualmente los de Jim Courier, Pete Sampras, Andre Agassi. El último jugador que alzó un major fue Andy Roddick, campeón del US Open en 2003; el texano también es el último semifinalista (2006).
Tiafoe es, pues, el clavo ardiendo al que se agarran los representantes de la USTA, que contemplaban con preocupación el estancamiento de un talento que entró con mucha fuerza en el circuito, pero que no ha terminado de romper. En su expediente solo consta un título menor (Delray Beach en 2018) y en los grandes escenarios se diluía hasta ahora como un azucarillo. Su límite lo marcaban los cuartos que firmó en el Open de Australia de 2019. De la mano del exjugador Wayne Ferreira, sin embargo, su tenis ha ganado poso e inspiración.
Menos chocolate, mayor madurez
“Le gustaban muchos los dulces, el chocolate y las galletas. Comía a horas inusuales. Necesitaba un poco de orientación, y creo que ha mejorado mucho gracias a ese control”, exponía el técnico estos días. “Honestamente, cuando llegué no estaba mentalmente preparado ni era lo suficientemente maduro. Pero he crecido y tengo un gran equipo a mi alrededor”, subraya él.
Tiafoe dispondrá hoy de la posibilidad de recuperar el espíritu de Ashe. Enfrente tendrá a Alcaraz, un rival de máxima envergadura. “Todo el mundo sabe el nivel de tenis al que está jugando Tiafoe. Viene de ganar a Rafa y a Rublev, y juega de un modo espectacular. Será un partido muy complicado, pero apasionante”, apunta el español, que se ha medido con él una sola vez. Fue el año pasado, sobre la tierra batida de Barcelona. Esa tarde en las instalaciones del Godó, Tiafoe se llevó el gato al agua.
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