Juancho Hernangómez: “Quiero seguir en la NBA, no me veo volviendo a Europa todavía”
El madrileño, que termina contrato con los Utah Jazz el 30 de junio, muestra su deseo de jugar el Eurobasket de este verano con la selección española
Es mediodía, el sol aprieta y Juancho Hernangómez (26 años, Madrid) lleva más de tres horas atendiendo a la prensa en un hotel céntrico de la capital. No está acostumbrado, él mismo lo reconoce: “No me gustan las entrevistas. Si pudiera, no las haría. No elegí esta vida por ser famoso”, dice a EL PAÍS, cansado, mientras estira las piernas sobre el sofá y pide un vaso de agua con gas. El motivo de tanto encuentro no es el baloncesto. Al menos, no el único. El jugador de la selección española debuta como actor el próximo 8 de junio en ...
Es mediodía, el sol aprieta y Juancho Hernangómez (26 años, Madrid) lleva más de tres horas atendiendo a la prensa en un hotel céntrico de la capital. No está acostumbrado, él mismo lo reconoce: “No me gustan las entrevistas. Si pudiera, no las haría. No elegí esta vida por ser famoso”, dice a EL PAÍS, cansado, mientras estira las piernas sobre el sofá y pide un vaso de agua con gas. El motivo de tanto encuentro no es el baloncesto. Al menos, no el único. El jugador de la selección española debuta como actor el próximo 8 de junio en Garra, una película de Netflix producida por LeBron James en la que interpreta a Bo Cruz, un joven mallorquín que es reclutado por un ojeador para dar el salto a la NBA.
Pese a los compromisos extradeportivos que conlleva la experiencia, Juancho, como le gusta que le llamen, no ha dejado de seguir la actualidad de la mejor liga del mundo, inmersa ahora en la lucha por el título. “Creo que se lo llevan los Warriors, pero ojalá gane Boston para que me lleve el anillo”, reconoce. El madrileño comenzó el curso en las filas de los Celtics, pero no contó con las oportunidades que esperaba —solo tuvo minutos en 18 partidos—: “No estuve a gusto allí, fue muy duro. No había comunicación, no sabía qué se esperaba de mí, había muchos jugadores muy egoístas, no se hacía equipo... Perdí un poco el amor por el baloncesto”.
Tras el borrón, fue traspasado en enero a San Antonio, una franquicia que, repleta de “chavales”, como él los llama, se encuentra en una transición eterna hacia las raíces: “Son muy jóvenes, todavía no han sido intoxicados por el negocio de la NBA”. Allí, Juancho, obseso por el estudio del juego, coincidió con Gregg Popovich, considerado por muchos como el mejor entrenador de la historia. “Es increíble ver cómo enseña. Es como un profesor, hace que todo parezca un juego otra vez. Es de lo mejor que he visto en mi vida, y mira que estuve allí dos semanas. Aprendí muchísimo, volví a jugar más de 20 minutos y, en definitiva, me volví a sentir jugador de baloncesto”.
En febrero, a escasos minutos de que cerrara el mercado de traspasos, Hernangómez recaló en Utah. Allí, en su tercer equipo en cinco meses, el español tuvo un papel importante en una franquicia con peso en la liga. “Después de todo lo que me ha pasado, he disfrutado muchísimo este tramo final. He competido, he tirado muy bien y me he adaptado al sistema del entrenador”. Tanto, que Quinn Snyder, el técnico de Utah, contó con él para la rotación de los Jazz en los playoffs. Allí, con un promedio de nueve minutos por encuentro, Juancho no pudo evitar que su equipo cayera en primera ronda ante los Mavericks de Luka Doncic.
Ahora, con todo el verano por delante, Hernangómez no sabe qué le depara el futuro, norma habitual en la NBA. “No decido yo, así que estoy muy tranquilo. Lo he dado todo, he competido, he entrenado y he sido buen compañero. Si te soy sincero, no me preocupa jugar diez o 12 minutos, lo que quiero es jugar. Todavía siento que puedo hacerlo ante los mejores del mundo”, asegura, confiado. Y añade, ahora con una leve sonrisa: “Si me dicen que sí, contento porque estaré un año más en Utah. Si me dicen que no, ya veré lo que hago. En cualquier caso, mi objetivo es seguir en la NBA”.
Fin, pues, a los rumores que le situaban en Europa, especialmente en los dos transatlánticos del baloncesto español. “Todavía no me veo volviendo. Y no es porque desprecie la ACB o la Euroliga, todo lo contrario, no lo veo como un paso atrás en mi carrera. Pero cuando dicen, el Madrid, el Barça, el CSKA en su día... Me da igual, no soy aficionado de ningún equipo de baloncesto. Yo no he hablado con nadie, ni he firmado ninguna oferta”, sentencia, sabedor de la expectación que genera su próximo destino.
Mientras ultima el agua con gas, Juancho habla tranquilo, con madurez. Siente que no le debe nada a nadie: “Es que si me retiro ahora mismo ya soy el tío más feliz del mundo. Juego porque amo el baloncesto, no por otra cosa. Tengo la suerte de que dinero no me va a faltar, ni a mí ni a mi familia. Lo he dado todo, he ganado un Mundial, he jugado seis años en la NBA, he jugado en la ACB... No tengo ninguna cuenta pendiente”. Aunque, preguntado por la selección, recula rápidamente: “Bueno, sí, es verdad, me encantaría jugar unos Juegos Olímpicos. No pude estar en Río 2016 por el draft de la NBA y luego en Tokio pasó lo que pasó. Estar en una Olimpiada sería un sueño para mí”.
Eso sí, reconoce que emular a los júniors de oro es tarea imposible. “Sabemos que no somos Ricky [Rubio], ni Pau [Gasol], ni [Juan Carlos] Navarro. No tenemos ese talento. La gente nace con ello o no, y yo no lo tengo, aunque entrene todos los días. Es algo que no voy a conseguir. Voy a ser el mejor Juancho posible, pero nunca seré Pau o Marc [Gasol]. Estos tíos están por encima del bien y del mal. Lo he vivido, he estado con ellos y no he visto nada igual”.
En septiembre, España disputa su primera gran cita sin el mayor de los Gasol, y Juancho no se lo quiere perder: “Me encantaría ir al Eurobasket”. Allí, con las bajas aseguradas de Ricky Rubio, Carlos Alocén y Sergio Rodríguez, Scariolo tiene trabajo en el puesto de base. En abril, el técnico italiano aseguró que “tocaría inventarse algo”. Se habló incluso de la posible nacionalización de Lorenzo Brown, base estadounidense de 31 años que juega en el UNICS Kazan. A Juancho, la noticia le pilla por sorpresa: “Mmm... [piensa unos segundos]. Puf, ¿pero es 100% ya?”. Al comprobar que no, respira. “Bueno, el día que salga la lista, ya se verá”. Él lo que quiere, como tanto reitera, es competir. Da igual con quién.
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