Djokovic se afila hacia Roland Garros
El serbio, obligado a alcanzar las semifinales, confía en retener el número uno antes de aterrizar en el Bois de Boulogne, mientras Nadal cae una posición en el ‘ranking’
Se avecina lo bueno, lo gordo, lo más sustancioso de esta gira sobre tierra batida –el desembarco en Roland Garros a partir del próximo día 22– y a Novak Djokovic empiezan a salirle sospechosamente los colmillos. Por ahí desfila el serbio con la barbilla elevada y el rictus serio, brillante en la última faena (doble 6-2 a Stanislas Wawrinka, en 1h 14m) y empeñado en transmitir que aquello que pregonaba la semana pasada en Madrid, donde alcanzó las semifinales del torneo, no era palabrería ni mucho menos un farol. Transita Nole por el “buen camino para volver”, cada vez más afilado y más en for...
Se avecina lo bueno, lo gordo, lo más sustancioso de esta gira sobre tierra batida –el desembarco en Roland Garros a partir del próximo día 22– y a Novak Djokovic empiezan a salirle sospechosamente los colmillos. Por ahí desfila el serbio con la barbilla elevada y el rictus serio, brillante en la última faena (doble 6-2 a Stanislas Wawrinka, en 1h 14m) y empeñado en transmitir que aquello que pregonaba la semana pasada en Madrid, donde alcanzó las semifinales del torneo, no era palabrería ni mucho menos un farol. Transita Nole por el “buen camino para volver”, cada vez más afilado y más en forma, y por si alguien dudaba de quién es o hasta dónde puede llegar, ahí está su bolsa para refrescar la memoria de los amnésicos.
A un lomo, 37 emoticonos con el rostro sonriente, viniendo a recordar los trofeos de los Masters 1000 que ha conquistado –380 victorias en dicho territorio, por solo 83 derrotas– y, sobre todo, que vuelve a estar ahí otra vez, hambriento y salivando, con ganas de quemar todo ese “combustible” que acumuló después del desafortunado episodio de Australia a principios de temporada. Su aterrizaje en la arcilla era toda una incógnita, con solo cuatro partidos en las piernas y encasquillado, pero han bastado tres semanas para certificar que a los “coches viejos” que describía estos días Rafael Nadal –apeado anoche por Denis Shapovalov, resentido además del pie– no les hace falta demasiado para arrancar y demostrar su potencial. El serbio (34) está en ello.
Final en Belgrado, semifinal en la Caja Mágica y, de momento, los cuartos en el Foro Itálico; una cota a la que acostumbra el número uno, propietario de cinco títulos (2008, 2011, 2014, 2015 y 2020) y presente siempre (16 participaciones) en la antepenúltima ronda del torneo romano. Ahora bien, el presente le obliga a otro paso, a subir al menos un peldaño más; de lo contrario, el de Belgrado perdería el trono y encajaría otro golpe antes de viajar hacia el Bois de Boulogne. Si no alcanza las semifinales, Djokovic descendería un escalón y Daniil Medvedev, que no compite desde el 31 de marzo debido a una hernia discal, volvería a aposentarse en un espacio que el balcánico –369 semanas en lo más alto, récord histórico– siente como propio.
Ya sucedió este año, el 24 de febrero, cuando Nole cedió ante Jiri Vesely en Dubái y el ruso se encaramó por primera vez a la cima. Una transición pasajera. Solo tres semanas después, el campeón de 20 grandes recuperó el mando, que vuelve a estar de nuevo en el aire, sujeto a que este viernes (no antes de las 20.30, Movistar Deportes) progrese y venza al canadiense Felix-Auger Aliassime (6-3 y 6-2 a Marcos Giron). Un cara o cruz, ni más ni menos.
A dos pasos de las 1.000 victorias
”¿No he jugado nunca contra él? Interesante, pensaba que sí. Aunque la tierra no es su superficie favorita, trabaja desde hace un par de años con Toni Nadal, así que ha mejorado. Jugaremos de noche, las condiciones serán diferentes, pero los horarios son los que son...”, expuso este jueves, consciente de que un triunfo contra Aliassime le garantizaría retener el número uno y de que le situaría a un solo paso de otra cifra estratosférica, redonda donde las haya.
En el caso de que consiguiera acceder a la final del domingo, Djokovic, 998 victorias en 19 temporadas como profesional, llegaría a las 1.000. “Estoy muy contento con mi juego, pero aún puedo mejorar”, incide el serbio, pendiente siempre de los números y de las plusmarcas, sin disimulo. Lo quiere todo y ahora vuelve a sentir la amenazante sombra de Medvedev, quien, paradojas del tenis, podría lograr el sorpasso sin haber pisado la pista durante mes y medio; no así la del alemán Alexander Zverev, que batió a Alex de Miñaur (6-3 y 7-6(5) y hoy encara a Cristian Garin, sabiendo desde la semana pasada que no ocupará el trono, puesto que para lograrlo debería haber ganado en Madrid –donde no pudo con Carlos Alcaraz en la final– y repetir éxito en Roma.
La prueba del algodón
“Sé que siempre puedo jugar mejor”, insiste. “Pero al mismo tiempo, siendo realistas, creo que mi nivel ha subido y es realmente elevado ahora mismo”, agrega el Djoker, muy consciente de que Roland Garros, no es ningún secreto, comienza a disputarse cada año en el Foro Itálico, cepo o lanzadera según sea el rendimiento. La última prueba del algodón. De forma soterrada, París pasa por Roma, un escenario más apropiado que Madrid (a 657m de altitud) para calibrar el estado real de los jugadores.
Los tenistas maniobran y se posicionan, y en algunos casos como el de Nadal, eliminado por Shapovalov en los octavos, el desfile supone un paso atrás. La derrota del español, cuarto en el ranking hasta ahora, le hará perder una posición con la actualización del lunes. El beneficiado será el griego Stefanos Tsitsipas, que batió a Karen Khachanov (4-6, 6-0 y 6-3). Un matiz fundamental de cara al sorteo del grande francés, ya que a priori endurecería un hipotético cruce de cuartos de final para el español.
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