Nadal y un año para el olvido
El español, que no jugará más esta temporada por una lesión crónica en el pie izquierdo, arrancó con un problema cervical y sellará el curso habiendo competido menos que nunca: 29 partidos en siete torneos
Desde hace tiempo, no hay intervención en la que Rafael Nadal no toque madera y haga mención a su físico, el mismo que le ha transportado hacia el infinito y que también, en sentido inverso, le ha llevado por el camino de la amargura. Cohete y cepo a la vez, su cuerpo vuelve a detenerle y la gran carrera histórica por ser el tenista más grande de todos los tiempos pierde brillo y plantea...
Desde hace tiempo, no hay intervención en la que Rafael Nadal no toque madera y haga mención a su físico, el mismo que le ha transportado hacia el infinito y que también, en sentido inverso, le ha llevado por el camino de la amargura. Cohete y cepo a la vez, su cuerpo vuelve a detenerle y la gran carrera histórica por ser el tenista más grande de todos los tiempos pierde brillo y plantea un escenario desequilibrado: cayó Federer, lastimado de la rodilla, y ahora da un paso a un lado él, atrapado por el pie izquierdo. En consecuencia, Novak Djokovic se queda solo en el baile y será el único que asista al US Open de Nueva York, donde por primera vez, si conquista su 21º grande, podría liderar el pulso a tres bandas que mantienen él, el español y el suizo desde hace casi dos décadas.
Si hace una semana fue Federer el que levantó la bandera blanca y se echó a un lado cuando acaba de cumplir 40 años, este viernes lo hizo Nadal. El mallorquín, de 35, difundió un vídeo a través de sus redes sociales en el que confirmó lo que se barruntaba y se sospechaba tras su paso reciente por Washington, donde compitió cojeando y adelantó que las cosas no terminaban de ir bien. Es decir, el dolor en el pie izquierdo, el mismo que puso en jaque su carrera cuando tenía 18 años, no remite y vuelve a amenazarle; por tanto, al balear, que piensa a largo plazo y evita todo riesgo con el objetivo de prolongar el trazado, no le queda más remedio que echar el freno y dar por zanjada una temporada que pintaba mejor que bien, pero que se torció rápidamente y que concluye de forma abrupta y hostil. De nuevo, las lesiones.
“Sinceramente, llevo un año sufriendo mucho más de lo que debería y necesito tomarme un tiempo. Creo que es el camino para recuperarme, y para recuperarme bien”, introdujo el de Manacor, que hace dos semanas regresó a la pista tras casi dos meses sin competir, 55 días después de haber perdido contra Djokovic (34) en las semifinales de Roland Garros. “No es una lesión nueva, la tengo desde 2005, pero llevo una temporada en la que la cosas no van como deberían”, agregó en el comunicado, en el que detalló que está buscando un tipo de tratamiento “un pelín diferente” para solucionar un problema [síndrome de Müller-Weiss] que siempre ha estado ahí, que viene y va según las épocas y que desde la última gira de tierra batida ha ido lanzándole advertencias. Por eso, tras el paso por París él y su equipo optaron por parar.
La decisión le descartó automáticamente para Wimbledon –donde Djokovic igualó los 20 grandes que poseen él y Federer– y también para los Juegos; algo que no sorprendió, pues desde que superó la treintena Nadal ha ido aprendiendo a interpretar su cuerpo y es más conservador, proyectándose a largo plazo y no hacia réditos inmediatos. De ahí que frene de nuevo y que se haya convencido de que ahora, lo más oportuno y lo menos dañino es “entender” cuál ha sido la evolución de su pie y actuar pensando en “seguir teniendo opciones en los próximos años”. Nueva York, pues, pierde a otra figura del cartel, en el que lucirá Djokovic en solitario. Está por ver, en cualquier caso, si el número uno ha logrado superar el mazazo anímico que supuso irse de vacío de Tokio y si es capaz de superar le resistencia creciente de los Medvedev, Zverev o Tsitsipas, amén de sus propios fantasmas.
El revés de París y fuera del podio
Mientras, Nadal intenta atenuar el golpe en su velero, rodeado de los suyos y asesorado por el doctor Ángel Ruiz-Cotorro. No nació del todo bien este 2021 para él. En enero, un pinzamiento cervical condicionó el asalto australiano y le obligó a renunciar al recorrido hacia París; esto es, Róterdam, Acapulco, Miami y Dubái. Sobre arcilla pescó los trofeos de Barcelona y Roma, pero encajó un severo impacto con la derrota ante Nole en la Chatrier. Borrado de Wimbledon y la cita olímpica, intentó reengancharse sin éxito en el asfalto norteamericano, así que Montreal y Cincinnati también desaparecieron de la hoja de ruta. Y ahora tampoco guerreará en el cemento de Nueva York ni asistirá al estreno de la Copa de Maestros en Turín, el que era un aliciente puesto que es de los pocos premios que se le resisten. Tampoco defenderá el título obtenido hace dos años en la Copa Davis.
“Estoy con la máxima ilusión y predisposición a hacer lo que haga falta para recuperarme de la mejor forma posible, para seguir compitiendo por las cosas que realmente me motivan. Estoy convencido de que con la recuperación del pie y un esfuerzo diario esto se puede conseguir”, señala el español, hoy día cuatro del mundo y por lo tanto fuera del podio mundial, por primera vez en cuatro años.
Dos trofeos, como en 2016 y 2020
Con su anuncio, Nadal deja atrás una campaña que abordó con toda la esperanza y que posteriormente ha ido transcurriendo entre espinas. Despegó con la posibilidad de superar a Federer después de haber ganado la edición otoñal de Roland Garros en 2020 y de haber relegado la difícil realidad del confinamiento, de esos meses que como a todo deportista se le hicieron muy cuesta arriba al trabajar sin un objetivo definido ni referencias competitivas. Sin embargo, todo fue complicándose y al final resume el curso en siete torneos y 29 partidos jugados (24 victorias y cinco derrotas). Es decir, nunca había jugado tan poco el balear, que el año pasado cerró con 34 partidos (también en siete eventos) y que en 2012 (48 en 11), 2016 (53 en 16) o 2018 (49 en 10) también tuvo que echar el freno de manera significativa.
En lo referido a títulos, se trata del ejercicio menos productivo para él junto a 2020 y 2016, cuando también alzó dos. No obstante, el año pasado triunfó por 13ª vez en el Bois de Boulogne y hace cinco (lastrado por una lesión en la muñeca izquierda) dio con un consuelo de oro en los Juegos de Río, al coronarse junto a Marc López.
“Prometo que lo que voy a hacer es trabajar fuerte para seguir disfrutando de este deporte durante un tiempo más”, expone Nadal desde la reserva, donde también padece Federer. Con ambos fuera de combate, Djokovic se reanima desde el diván y los hechos subrayan que una época dorada va apagándose.
LA ENFERMEDAD DE MÜLLER-WEISS: DEGENERATIVA Y SIN SOLUCIÓN
En octubre de 2005, cuando ya había ganado su primer Roland Garros y competía en el Masters de Madrid, Nadal amaneció cojo. La tarde previa, el escafoides del pie izquierdo se le partió y desde entonces tiene un bulto que le recuerda el síndrome de Müller-Weiss, la enfermedad que sufre y ha vuelto a frenarle. Se trata de una lesión degenerativa con la que aprendió a convivir y que podía haber truncado su carrera, de no ser por la visita que hizo al doctor Ernesto Maceira.
El médico le recomendó una plantilla ortopédica que le permitió seguir compitiendo (desviando el punto de apoyo), previa visita también a Oregón (EE UU), donde la firma Nike le diseñó unas zapatillas adaptadas. El paso por el quirófano no garantiza la resolución del problema, de modo que el balear sopesa alternativas mientras recibe el apoyo de otros grandes deportistas. Sin ir más lejos, de su amigo Pau Gasol. “Muchos ánimos Rafa, ¡seguro que volverás más fuerte!”, le dedicó el baloncestista.
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