Vida y muerte de la Superliga
La gran competición que pretendía revolucionar el fútbol solo resiste tres días, tumbada por la presión social y por el choque cultural que suponía su modelo
Tres días ha durado la vida de la Superliga. Nació en la madrugada del domingo al lunes y entró en coma en la noche del martes con el brexit de los seis clubes ingleses. Este miércoles por la mañana el elitista plan quedó enterrado co...
Tres días ha durado la vida de la Superliga. Nació en la madrugada del domingo al lunes y entró en coma en la noche del martes con el brexit de los seis clubes ingleses. Este miércoles por la mañana el elitista plan quedó enterrado con el goteo continuado de renuncias. Inter de Milán y Atlético de Madrid comunicaban sin ambages que para ellos la aventura había terminado. La Juventus y el Milan también dieron por finiquitado un proyecto que ya nació tocado sin la presencia del Bayern Múnich, del Dortmund y del Paris Saint-Germain, pese a que sus nombres aparecían en los documentos previos que desgranaban la rupturista competición. Solo el Real Madrid de Florentino Pérez, principal ideólogo y presidente de la Superliga, y el Barcelona de Joan Laporta sostienen ya el estandarte de la algarada que tenía en el punto de mira el monopolio de la UEFA y la FIFA sobre las competiciones internacionales.
Los comunicados de los clubes desertores, justificando su adhesión y su fuga, delatan que entre ellos reina el sentimiento de precipitación y de no haber calibrado que el mayor activo del fútbol reside en los aficionados. “La voz y la preocupación de los hinchas de todo el mundo acerca de la Superliga han sido fuertes y claras y nuestro club tiene que respetar la opinión de los que aman este maravilloso deporte”, reconoció el Inter. “El Atlético de Madrid tomó la decisión el pasado lunes de sumarse a este proyecto atendiendo a unas circunstancias que a día de hoy ya no se dan. Para el club es esencial la concordia entre todos los colectivos que integran la familia rojiblanca, especialmente nuestros aficionados”, expresó el club, el primero y único de los tres españoles en romper con lo que acababa de firmar. Poco después, Simeone y Koke lanzaron mensajes que no se atrevieron a pronunciar antes del derrumbe del proyecto como hicieron Guardiola, De Bruyne y Klopp. “El fútbol pertenece a todos, a las personas, y nosotros lo somos. Antes que jugadores o entrenadores, todos fuimos hinchas”, dijo el entrenador argentino. “Seguiremos luchando desde nuestra posición a que el Atleti crezca a través de los valores del esfuerzo y el mérito que nos han caracterizado siempre para que todos vosotros continuéis viéndoos reflejados en esas señas de identidad”, escribió el capitán rojiblanco en sus redes.
Poco antes de la renuncia del Atlético, Andrea Agnelli, presidente de la Juventus y vicepresidente de la Superliga, ya había dado el tiro de gracia a la iniciativa, abortada por las amenazas de exclusión de la UEFA y la FIFA, del primer ministro británico, Boris Johnson, y las revueltas populares de los hinchas ingleses. “Sigo convencido de la belleza del proyecto”, expresó Agnelli, “pero hay que admitir que ahora no puede seguir adelante”.
Entre algunos de los clubes desertores incluso existe la sensación de haber sido engañados después de haber abonado 200.000 euros, según confirma uno de ellos, por firmar su entrada en el selecto club que pretendía revolucionar el negocio del fútbol. “Nos dijeron que antes de julio seríamos 15 clubes para formar un grupo fuerte que pudiera negociar con la UEFA”, aseguran desde uno de los equipos fundadores.
Desde París contemplaron con perplejidad las horas entre el anuncio y la disolución. Pérez había mantenido al tanto del proyecto a los dirigentes del PSG, aunque, según fuentes cercanas al alto mando del club, siempre prefirieron mantenerse al margen. “No formamos parte de eso”, insistían tanto durante el fin de semana como después del anuncio formal del lanzamiento. Tanto ellos como los dos grandes alemanes, Bayern y Dortmund, prefirieron hacerse a un lado. Pérez y Agnelli lo sabían, por lo que en las horas finales de la semana pasada, en las que aceleraron el anuncio, según estas mismas fuentes, no volvieron a contactar con ellos. El comunicado fundacional provocó cierta sorpresa en el PSG, donde no pensaban que fueran a dar un paso de ese calado sin contar con ellos y con los alemanes. Si la operación ya les parecía arriesgada, sin esos dos países y sin esos clubes, resultaba aún más compleja. Ellos no veían tan claro el paralelismo de la deseada Superliga europea con la NBA y la NFL, modelos de éxito comercial superlativo de dos ligas cerradas.
El gran obstáculo que habían identificado no era financiero. Contaban con el crédito inicial de JP Morgan y un plan posterior de posible reventa de participaciones en la sociedad que gestionaría la competición. El escollo que les provocaba la cautela era cultural: creían que los modelos de la NBA y la NFL, competiciones de un solo país, con algún añadido reciente, no podían exportarse al fútbol europeo, con equipos arraigados de decenas de países y comunidades diversas. “No esperaban las reacciones de la gente ni midieron el poder real que tienen. Ni los políticos”, dicen estas fuentes. En realidad, sí tenían previstas unas horas iniciales muy complicadas, según fuentes conocedoras de los planes de lanzamiento. Para ello diseñaron un plan de comunicación que comenzaba con una aparición inicial el lunes por la noche del presidente de la competición, Florentino Pérez, que escogió para ello El chiringuito, y que continuaba al día siguiente con un reguero de apariciones del resto de los responsables de los clubes, en sus respectivos países. Pero esa segunda oleada, que Pérez avanzó en su entrevista nunca se produjo. Y la UEFA, envalentonada por la contraria reacción popular, ponía en marcha su potente estrategia comunicativa. “La UEFA había mantenido conversaciones con gobiernos y con la Unión Europea para cuando llegara el momento. Estábamos preparados”, dice Javier Tebas, presidente de LaLiga.
El Manchester City dudó enseguida. Fuentes cercanas a la Superliga dicen que ya habían detectado que este club parecía el eslabón más débil, al ser el menos sensible al castigo de las cláusulas de penalización incluidas en los contratos firmados. La enorme potencia económica que respalda al City hacía menos relevante para ellos el efecto de la cláusula de penalización, similar para todos los firmantes, con alguna particularidad ajustada a las características de algunos clubes. A partir de la huida del City empezó a derrumbarse todo.
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