Oliveira, un odontólogo que arrasa en Portimao con su segundo triunfo en MotoGP
El portugués culmina un fin de semana perfecto con la KTM. Miller y Morbidelli, subcampeón del mundo, completan un podio con tres pilotos satélite
A Oliveira (Almada, Portugal; 25 años) le gusta que se dirijan a él por su nombre completo, Miguel Ángel. Es serio, sensible y tan responsable que se tomó muy a pecho aquello de labrarse un futuro por si lo de las motos no salía tan bien como, por otro lado, parecía –su nombre resuena en el paddock desde que era un adolescente–, así que terminó odontología y cuando no está de gran premio pasa visita en su clínica. Su historia personal es casi tan novelesca como la deportiva. Tras una larga (y por momentos, s...
A Oliveira (Almada, Portugal; 25 años) le gusta que se dirijan a él por su nombre completo, Miguel Ángel. Es serio, sensible y tan responsable que se tomó muy a pecho aquello de labrarse un futuro por si lo de las motos no salía tan bien como, por otro lado, parecía –su nombre resuena en el paddock desde que era un adolescente–, así que terminó odontología y cuando no está de gran premio pasa visita en su clínica. Su historia personal es casi tan novelesca como la deportiva. Tras una larga (y por momentos, secreta) relación con su hermanastra –su padre se casó en segundas nupcias– la boda le espera a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, el chico ha aprovechado este año extraño, marcado por la pandemia, para confirmar que su enorme talento bien merecía un puesto en MotoGP.
Después de un inesperado triunfo en Estiria con una KTM satélite, el portugués tiró de memoria para evocar con un pilotaje majestuoso los éxitos que cosechó de niño en este Circuito Internacional de Algarve para cerrar el año con otra victoria, además de la pole y de la vuelta rápida de la carrera. Un completo en la última carrera del año y a pocos kilómetros de su casa en el regreso de la competición a tierras lusas. No podía pedir más. Hablaban sus lágrimas por él al terminar la prueba, una carrera que evidenció muchas de las claves de una temporada distinta, corta e intensa, en que el campeón del mundo, Joan Mir, ganó solo una carrera al manillar de una Suzuki, aunque el título de constructores se lo llevó Ducati –el primero desde 2007, con Stoner– merced al buen hacer de un outsider como Jack Miller, y fue Yamaha la fábrica que acumuló más victorias (siete) pese a vivir un año para olvidar. Y del que aprender, también.
No pudieron hacer nada los rivales para evitar el triunfo de Oliveira, que en tres giros ya le sacaba prácticamente dos segundos a Morbidelli. Una distancia que no hizo más que aumentar a medida que pasaban las vueltas en este circuito que es como una montaña rusa: con múltiples subidas y bajadas, la rueda delantera en el aire a la salida de la curva ocho, virajes enlazados y cambios de rasante. Un trazado ancho y rápido que divierte más al que mira que al que lo recorre. Aunque bien se podría afirmar que este domingo Oliveira lo gozó tanto como los espectadores que, aunque vacías las gradas, asistieron al espectáculo desde sus casas.
Y como Miguel Ángel andaba en otras guerras, los analistas buscaron más frentes. Como el que libró Morbidelli, que se jugaba con Rins el subcampeonato del mundial. Y lo ganó, en parte también porque Rins se resintió del hombro tras una dura caída el viernes y no pudo soportar una carrera tan física. La del 21 fue la mejor Yamaha, otra vez. Tercero en Portimao tras una carrera magnífica en la que solo cedió ante la convicción y el atrevimiento de Miller en la última vuelta, cuando el australiano se pudo resarcir (un adelantamiento, y otro, y otro más para imponerse casi sobre la recta de meta) de ese segundo puesto que el ítalo-brasileño ya le negó una semana atrás en Valencia.
El esfuerzo tremendo, el estrés acumulado, las largas semanas lejos de casa, los días de confinamiento antes e incluso durante este campeonato del mundo se vieron recompensados por un gran premio de emociones a flor de piel en que subieron al podio tres pilotos de equipos satélites, todos ellos de 25 años de edad, lo que confirma la revolución de una nueva generación que aspira a plantarle cara a Márquez cuando regrese, como se espera, en 2021. Fue un domingo de celebraciones, pero también de despedidas: las de Cal Crutchlow, que se retira, o Andrea Dovizioso (sexto en Portimao), que se toma un año sabático y nadie sabe si se le volverá a ver ganar un gran premio. También se despidió Valentino Rossi de Yamaha, un adiós que pone fin a una de las relaciones más longevas en el paddock; y Pol Espargaró (cuarto) de KTM, la marca que más ha crecido desde su llegada al campeonato en 2017.
Y como ya lo habían celebrado todo una semana atrás, con el sorprendente título mundial de Joan Mir, Suzuki se quedó este domingo sin mucho premio: afectado Rins (15º) por una mala elección de neumáticos, y lastrado el flamante campeón por una mala posición en la salida a causa de un problema electrónico que, tras un toque en pleno intento de remontada, le obligó a abandonar. Tienen, sin embargo, todavía mucho que celebrar. No así Yamaha. Los tres pilotos con una M1 oficial terminaron 11º (Viñales), 12º (Rossi) y 14º (Quartararo).