Djokovic y Rafael: lo científico frente a lo humano
El tenis debe evolucionar para atraer a los jóvenes, pero no podemos sucumbir a la falta de paciencia de la nueva juventud porque desnaturalizaríamos el deporte
Últimamente, Novak Djokovic y Rafael han expuesto sus pareceres con respecto a algunos temas de su deporte que demuestran que sus opiniones son algo distintas.
Primero discreparon por la iniciativa liderada por el jugador serbio de formar una nueva agrupación, la Professional Tennis Players Association (PTPA), que habría de coexistir con la ATP (rectora del circuito masculino) y la ITF (la Federación Internacional) para velar por los int...
Últimamente, Novak Djokovic y Rafael han expuesto sus pareceres con respecto a algunos temas de su deporte que demuestran que sus opiniones son algo distintas.
Primero discreparon por la iniciativa liderada por el jugador serbio de formar una nueva agrupación, la Professional Tennis Players Association (PTPA), que habría de coexistir con la ATP (rectora del circuito masculino) y la ITF (la Federación Internacional) para velar por los intereses de los tenistas.
Esta semana han mostrado visiones dispares sobre la posibilidad de que los Grand Slams se jueguen a tres sets, como el resto de los torneos, en vez de los cinco de toda la vida. A favor Nole, en contra Rafael. El serbio ha alegado que la temporada tenística es demasiado larga. En segundo lugar aboga, y no le falta razón, por que el tiempo de atención de los aficionados más jóvenes cada vez es menor. La conveniencia comercial y de márketing, pues, aconsejaría este formato más dinámico.
A Rafael, en cambio, le apenaría sacrificar este modelo histórico que, entre otras cosas, exige una mayor solidez a los tenistas que deben ser fuertes física y mentalmente por más tiempo.
Y, finalmente, hemos visto en los últimos días cómo Novak acogería bien que los jueces de línea fueran sustituidos, como ha ocurrido en la presente Copa de Maestros, por un revolucionario sistema tecnológico capaz de tomar todas las decisiones que hasta ahora recaían en un nutrido equipo de profesionales. O casi todas. De momento, se ha mantenido el juez de silla quien aún, por suerte, tiene la última palabra.
El actual número uno considera que con esta implementación se garantiza una precisión óptima en el arbitraje a los jugadores. A Rafael tampoco le agradaría la idea. Él ha esgrimido argumentos mucho más emocionales y mucho menos científicos. Su gusto por una pista de tenis más tradicional, mejor vestida con los jueces de línea en sus respectivos sitios.
Llama la atención que los puntos de vista de ambos tenistas vayan en consonancia con sus distintas concepciones del juego: más precisa y estudiada en el caso de Novak, algo más imperfecta, pero también más pasional, en el caso de Rafael.
Coincido con mi sobrino en todos sus argumentos pero, además, creo que la fiabilidad que da el arbitraje de los jueces de línea junto con la posibilidad de pedir la revisión por parte del jugador es casi absoluta. Luego no veo necesario el sacrificio de los jueces. En cuanto a los Grand Slams, evidentemente, al reducirlos a tres sets no estaría justificada su duración de dos semanas. ¿Beneficiaría al tenis convertirlos en torneos normales? Sinceramente, creo que el cambio arrastraría demasiadas cosas que irían en su perjuicio.
Hay que admitir, esto es verdad, que el tenis debe evolucionar con los nuevos tiempos y que hay que estar dispuestos a hacer cambios para hacerlo atractivo a las nuevas generaciones. Hay estudios que demuestran su creciente desinterés no solo por la raqueta, sino incluso por deportes tan populares como el fútbol.
Si sucumbimos a la falta de paciencia y de atención de esta nueva juventud, corremos el peligro de llegar a desnaturalizar el deporte, cuyo valor es el factor humano, la capacidad de lucha y la superación que, observados en los jugadores, pueden incitar a los jóvenes a emularlos en su desarrollo personal o profesional. Para lo otro, la hiperestimulación, la precisión y la más avanzada tecnología, ya tienen los videojuegos. Y contra esto, desgraciadamente, tenemos la batalla perdida.