Prigioni, el director de la Argentina dorada

El base se retira tras una carrera llena de desafíos cumplidos

Pablo Prigioni celebra la Liga en 2008.AFP

Sergio Hernández apenas empezaba su carrera de entrenador en el Regatas cuando se enfrentó al Belgrano en el derbi de San Nicolás, la ciudad en el extremo norte de la provincia de Buenos Aires. Allí, el que luego sería seleccionador desde 2005 hasta 2010 se lo encontró por primera vez. “Pablo era un escolta que jugaba de base, pero le gustaba anotar y el lucimiento personal. Es asombroso lo mucho que creció después porque ya no le importaba tanto tirar, sino hacer jugar al resto. No se irrita, tiene un gran autocontrol y dirige al equipo con mucha inteligencia”, contaba Hernández.

Aquel...

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Sergio Hernández apenas empezaba su carrera de entrenador en el Regatas cuando se enfrentó al Belgrano en el derbi de San Nicolás, la ciudad en el extremo norte de la provincia de Buenos Aires. Allí, el que luego sería seleccionador desde 2005 hasta 2010 se lo encontró por primera vez. “Pablo era un escolta que jugaba de base, pero le gustaba anotar y el lucimiento personal. Es asombroso lo mucho que creció después porque ya no le importaba tanto tirar, sino hacer jugar al resto. No se irrita, tiene un gran autocontrol y dirige al equipo con mucha inteligencia”, contaba Hernández.

Aquel base de 1,91 metros y 84 kilos, Pablo Prigioni, iba a consagrarse como un referente del baloncesto que ahora acaba de anunciar su retirada. “Para nosotros, los bases argentinos, es el mejor de la historia”, sentencia Nicolás Laprovittola, el jugador de la selección y de San Antonio Spurs hasta el pasado mes de diciembre.

Después de sus inicios en el equipo de Río Tercero, la ciudad donde nació en 1977, y de su periplo ya como profesional con el Club Social Ramallo, el Belgrano y el Obras Sanitarias de Buenos Aires, Prigioni emigró a España, al Fuenlabrada. Allí, con 22 años, tuvo que adaptarse a un nuevo estilo de vida y de juego. “Aquello me pasó factura. Por eso, bajar un escalón, jugar en la Liga LEB un año [la Segunda División], me fue bien para mejorar”. En el Lucentum Alicante, Julio Lamas, otro entrenador argentino, seleccionador más tarde desde 2011 a 2014, le recomendó que diera un giro a su juego y que dejara de tirar tanto para incidir más en la dirección y el pase. Prigioni lo consiguió.

Superó poco después el disgusto de no ser seleccionado por Rubén Magnano para disputar los Juegos de Atenas en 2004, allí donde la Argentina se consagró con el éxito más importante de su historia, la medalla de oro. Pero supo engancharse a aquella Generación Dorada, la de Ginóbili, Scola, Nocioni, Oberto y Delfino, entre otros. Junto a ellos disputó tres Mundiales, obtuvo la medalla de bronce en Pekín 2008 y fue cuarto en Londres 2012, una posición que en el momento en que se produjo no se valoró en su justa medida. “Tras perder la medalla de bronce contra Rusia, en el vestuario habló Julio [Lamas], habló Luis [Scola], y terminamos llorando todos”, rememoró poco después Prigioni.

Novato más veterano

Su carrera en España fue siempre ascendente. En 2003 lo fichó el Baskonia, donde compartió el puesto con José Manuel Calderón, seis años después llegó al Real Madrid y en 2011 regresó al club de Vitoria. En 2006, tras proclamarse campeón y MVP de la Copa, rememoró el consejo de Lamas: “Hace unos años un entrenador me dijo que un jugador podría ser el mejor en la pista sin anotar un punto”. Con el Baskonia ganó tres Copas, una Liga y cuatro Supercopas. En la temporada 2008-2009 fue designado el mejor base de la Liga ACB y un año después superó a Pablo Laso como el mejor pasador en la historia de la Copa.

La carrera de Prigioni dio un vuelco inesperado en agosto de 2012. Hacía unos años que Gregg Popovich ya le había preguntado por él a Ginóbili, y poco después también Houston le tanteó, antes de que lo hicieran los Knicks, pero en aquella época tenía contrato con el Madrid. La insistencia del equipo de Nueva York acabó de convencerle. Dio un paso inédito, sin importarle las dudas de su esposa Raquel ni el hecho de que el primer año fuera a cobrar el sueldo mínimo, 473.000 dólares. A sus 35 años se convirtió en el novato más veterano de la NBA. “Le eché narices. Era un desafío, empezar de cero. Al principio algunas veces me decía, ‘¿Qué hago yo aquí?”. Por delante tenía a dos jugadores contrastados, Jason Kidd y Raymond Felton. Jugó dos años en los Knicks, uno en Houston y otro en los Clippers. En julio, volvió a firmar por dos años con los Rockets, pero en octubre la franquicia rompió el acuerdo. A principios de diciembre inició su tercera etapa con el Baskonia.

Pero el base argentino, que en mayo cumplirá 40 años, tras jugar solo seis partidos con el equipo de Sito Alonso, decidió poner punto y final a su carrera. En un emocionado comunicado explicó: “Mi cabeza y mi cuerpo están completamente de acuerdo en que es el Momento. Me retiro de la competencia profesional de Basketball. Como dice una canción Argentina, Todo concluye al fin, todo tiene un final, todo termina”. Las muestras de admiración y agradecimiento de muchos de sus compañeros y entrenadores se propagaron rápidamente a través de las redes sociales. “Es otro de los que le dieron a la selección más de lo que cualquiera hubiera imaginado”, rubricó Sergio Hernández.

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