La sonrisa de Pékerman

Mientras la incredulidad pedía permiso para entrar tras la derrota contra Venezuela, el argentino sonreía, seguro para despistarla

Pékerman, durante el partido ante Brasil.IVAN ALVARADO (REUTERS)

Sonrió justo en el momento que las muecas de disgusto abundaban. José Néstor Pékerman está acostumbrado al público difícil que observaba sus movimientos y que cuestionaba sus decisiones técnicas después del partido perdido ante Venezuela. Algo estaba tramando y mientras la incredulidad pedía permiso para entrar, solo sonreía, seguro para despistarla. Seguía esa enseñanza del mítico entrenador Stefan Kovacs - que puso en marcha el proyecto que culminó con la consagración del exitoso Ajax de los años setenta- quien decía que cuando los triunfos llegan hay que recibirlos con mala cara porque la s...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Sonrió justo en el momento que las muecas de disgusto abundaban. José Néstor Pékerman está acostumbrado al público difícil que observaba sus movimientos y que cuestionaba sus decisiones técnicas después del partido perdido ante Venezuela. Algo estaba tramando y mientras la incredulidad pedía permiso para entrar, solo sonreía, seguro para despistarla. Seguía esa enseñanza del mítico entrenador Stefan Kovacs - que puso en marcha el proyecto que culminó con la consagración del exitoso Ajax de los años setenta- quien decía que cuando los triunfos llegan hay que recibirlos con mala cara porque la sonrisa sirve solamente para afrontar las derrotas.

Aunque alguna carcajada de alegría se le escapó cuando el chileno Enrique Osses pitó el final del juego entre Colombia y Brasil, el barullo armado por Neymar hizo que sus preocupaciones se trasladaran al campo del Monumental y en la posibilidad de evitar que sus dirigidos se inmiscuyeran en una refriega mayor. No lo pudo evitar del todo, pero ante esa contingencia, tampoco frunció el ceño. Esas no son penas, dicen en Colombia.

Desde que aterrizó en el país se convirtió en un experto para saber afrontar situaciones límite y saltar obstáculos. Se ha especializado en romper récords negativos, de esos que marcan para mal a generaciones enteras. Primero fue agarrar hierros calientes a mano limpia en medio de un país futbolístico que decepcionado por el affaire Bolillo Gómez y por el errático interinato de Leonel Álvarez al frente del seleccionado sentía de nuevo que la Copa del Mundo solo se iba a ver por TV. Y Pékerman, taciturno, silencioso y con una propuesta atractiva terminó siendo segundo de la clasificación sudamericana con un equipo muy goleador -algo impensado en un fútbol que cono el colombiano carecía de punch- y que volvía a un Mundial después 8 entrenadores cesados y 16 años de infierno.

Pero como los retos son su especialidad no le bastó con llegar al torneo a saludar e irse, como hacen los visitantes indeseados. El quinto lugar y la paradoja de haber hecho más puntos que el cuarto clasificado en la tabla acumulada, resultaron ser otro distintivo más de su positivo empecinamiento en ganar sus propios partidos.

No se amilanó con los gestos mustios y los dedos acusadores de la opinión después del resbalón venezolano y fue a por ese Brasil que le frustró el camino mundialista: le ganó 1-0 tras 24 años de estrellones estrepitosos contra el Orden y El Progreso. Y fue en el Monumental, ese estadio que tanto recorrió y que conoce como nadie, en aquellos tiempos en los que dirigía las inferiores de Colo Colo.

La clasificación no está asegurada, pero Pékerman ya tiene en mente el previo ante Perú para sonreír pensando un rato en el próximo obstáculo y así pergeñar un plan para superarlo.

Nicolás Samper C. es periodista colombiano y coautor de Bestiario del balón. El lado B del fútbol colombiano.

Archivado En