Un verano en la imponente y desconocida Montaña Palentina

Esta región, poco visitada pese a su belleza natural, se apoya en el arte románico y en el parador de Cervera de Pisuerga, que cuenta con un balcón al embalse de Ruesga y a picos que alcanzan los 2.500 metros, para captar a senderistas y viajeros que huyen del calor

Con el cierre en 2020 de la última mina de carbón, solo queda explotar el turismo a cielo abierto en la Montaña Palentina. Al mismo tiempo que comenzaba el declive de la minería –una industria fundamental en la zona a mediados del siglo pasado–, se abría en 1975 una nueva veta, el parador de Cervera de Pisuerga, que se convirtió al poco en un impulsor de la actividad económica. Ubicado sobre el pantano de Ruesga, rodeado de vegetación, ordena desde entonces la llegada de visitantes a una región desconocida que lucha por atraer a senderistas y andarines de ciudad.

Dentro del parador

Vistas por encima de todo

La terraza del parador ejerce como un balcón desde el que asomarse a los picos más altos de la Montaña Palentina y al pantano de Ruesga. Sus mesas acogen tanto a clientes alojados como a los no alojados y en ellas se sirven platos regionales como la trucha con torrezno o quesos palentinos.

80 habitaciones

El hotel, inaugurado en 1975, se dispone en cinco plantas. La mitad de los dormitorios cuenta con un balcón que da a un gran espacio verde por donde completar sin exigencia una caminata o donde hacer un pícnic y darse un baño.

Atrapados en el paisaje

Las habitaciones de la fachada trasera del hotel ofrecen una panorámica al Curavacas y al Espigüete. Las familias eligen los meses de verano para disfrutar de la naturaleza. En primavera y en otoño acuden clientes internacionales atraídos por la montaña y el románico palentino.

Marcar época

Coches antiguos con matrícula inglesa abandonan el hotel para emprender una ruta por los tres pantanos existentes en la región. El parador, uno de los 26 alojamientos de la red preparados para cicloturismo, ha habilitado un espacio en el que guardar, arreglar y lavar bicicletas, pues también cuenta con clientes que prefieren esta forma de recorrer la zona.

José Antonio García

El director del parador, delante de la fachada trasera, en una zona ajardinada. El hotel emplea a entre 20 y 45 trabajadores en función de la temporada. “Es un sitio muy bueno para reuniones de empresa”, afirma.

Abierto al pueblo

Una zona común del parador, que acoge bodas y otro tipo de celebraciones de habitantes del lugar. José Antonio García, el director, también ofrece el espacio para la organización de ponencias, talleres y exposiciones.

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También se van a encontrar cómodos en el norte de Palencia los que solo quieran bajar de golpe 10 grados la temperatura que marca el móvil en el asfalto. Porque la noche palentina exige rebeca. El día, en sus valles abiertos y frondosos donde habita el oso, pide gorra y agua. Los pantanos, cristalinos porque la montaña está ahí mismo, son aptos para el baño y en ellos se remojan los lugareños cuando salen de trabajar de las fábricas de galletas (una industria dominante en la zona; solo una empresa da trabajo a 1.900 personas) y los visitantes cuando salen de ver las iglesias románicas, conservadas tantas –la concentración más importante de Europa– y tan bien, porque, explica el guía Chechu González, no había dinero en Palencia para transformarlas en góticas.

La iglesia de Santa María la Real, en Cillamayor, erigida en la primera mitad del siglo XII, es Bien de Interés Cultural desde 1993.César Manso

El mismo González, que fundó la empresa Aventuras y Aventuras hace 30 años, organiza actividades al aire libre. Cuenta con piraguas y tablas de paddle surf para entretenerse en dos de los pantanos existentes en las proximidades de la estación de tren de Barruelo de Santullán, donde se ubica la nave en la que guardan el material y en la que se practica tiro con arco. También se puede hacer escalada con ellos o subir en 4x4 por las pistas que atraviesan el parque natural Montaña Palentina para ver y saber lo que pasa ahí dentro, que es mucho y pocos lo conocen. El oso come arándanos y la miel de los apicultores palentinos; el lobo aguarda a la noche para cazar; el ciervo inicia la berrea en septiembre. Resulta más sencillo cruzarse con un rebaño de vacas, que llegan al parador en forma de chuleta a la brasa, que con humanos. Se atraviesan bosques de robles, hayas y abedules, en vehículo o a pie.

Existen en el parque una decena de rutas circulares para completarlas andando y hay una específica para realizarla en bicicleta, que consta de 59 kilómetros y va recorriendo las iglesias románicas, como la de Santa María la Real, en Cillamayor, que va a estar abierta todo el verano de martes a domingo. Hay que preguntar por José, que custodia la llave y que explica que la talla de la virgen es románica de transición gótica y la pila bautismal es renacentista porque está firmada, y en siglos anteriores no se hacía. También conviene dirigirse a Aguilar de Campoo, donde se encuentra el monasterio de Santa María la Real, que alberga el Centro de Estudios del Románico.

Tranquilidad al aire libre

José Antonio García, director del parador, resume sin sorpresas lo que buscan los visitantes que acuden a la Montaña Palentina: “Desconexión”. Prosigue con conceptos similares: “Relax, tranquilidad, aire libre…”. La terraza del parador lo ofrece a cualquier hora. Es un balcón al embalse de Ruesga. Justo enfrente se observa la masa de agua rodeada de verde y de veraneantes, como la bilbaína María Fuente y su amiga palentina Paula de Arce, que se han acercado a dar un paseo con los perros. Fuente, de 25 años, es profesora de Primaria en el País Vasco y acude todo lo que puede a la zona porque su padre es de Cervera de Pisuerga. “Con el paso de los años he ido valorando el entorno, las vistas espectaculares, el ambiente, la gente…”, resume. También hay quien tira la caña en el pantano y quien estira la toalla antes de darse un baño, ahora que se ha llenado por las fuertes lluvias de las jornadas pasadas.

María Fuente, a la izquierda, y su amiga Paula de Arce, en el pantano de Ruesga, con el parador de Cervera de Pisuerga al fondo.César Manso

A la derecha de ese mirador que supone la terraza del parador se levantan los picos del Curavacas (2.524 metros) y el Espigüete (2.450), que atraen a amantes de la naturaleza ya más preparados. Fuente ha subido varias cumbres. Este verano va a acometer el Curavacas, la cima más alta, con su madre, que es muy montañera. “Tampoco son tan exigentes, pero se requiere tiempo y respeto. También conviene practicar deporte con asiduidad, conocer la ruta y levantarse temprano. Esto no es ir a dar un paseo por el monte”, explica. El senderismo da paso al montañismo. Son dos partes de la Montaña Palentina, a la que se accede en 4x4 y a la que se llega a pie, de diferente nivel y disfrute.

Para los que optan por moverse en vehículo, la ruta de los pantanos (tres) permite recorrer la zona con paradas en miradores. A los ingleses les gusta. Llegan en ferry desde Portsmouth hasta Santander, que está a 130 kilómetros del parador. Algunos desembarcan en coches de época o en motos grandes, algunas incluso con sidecar. Piden en el restaurante tarta de manzana reineta, cuando no les convencen los camareros para que se decanten por los socorritos de Cervera, unos lazos de hojaldre enterrados en azúcar glas. Hay clientes que pernoctan; otros, que realizan alguna parada y algunos, los de la zona, que reservan el hotel para celebraciones pequeñas y grandes.

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“Me encanta ir a tomar el sol y a nadar al pantano de Ruesga, justo la masa de agua que se ve desde el parador. También se puede bordear a pie, existen varios desvíos que te conducen a una fuente o a antiguas cabañas de pastores.”

Daniel Merino

Ayudante de cocina 5 años en Paradores

“La senda de Fuente Cobre empieza en Santa María de Redonda, donde se puede dejar el coche sin problema. El camino, de 5 kilómetros, te conduce hasta una cueva, en la que nace el río Pisuerga. Está casi en la frontera con Cantabria.”

Nuria Alonso

Jefa de Recepción 22 años en Paradores

“El punto de partida es Castrejón, a 15 kilómetros del parador. Desde ahí se puede iniciar un paseo hasta Pisón, que cuenta con la iglesia románica de Nuestra Señora de la Asunción. En dirección contraria, se puede visitar Traspeña, en la falda de Peña Redonda.”

José Antonio Narganes

Camarero 2 años en Paradores

Si llueve o si el visitante quiere conocer un oficio de siempre, José Castrillo tiene la fragua abierta en Tarilonte de la Peña, a 20 kilómetros del parador. Este herrero de 43 años dejó Madrid para instalarse en su pueblo de nuevo y darle relevo a su padre en el trabajo del hierro. Transforma barras redondas de acero en esculturas. “No compro nada conformado”, afirma. Estuvo trabajando un tiempo para una joyería muy conocida que le llevó a Japón y a Estados Unidos. Pero paró. “Prefiero ganar 1.000 euros aquí que 4.000 en Madrid”, asegura después de haber retorcido un hierro a base de martillazos hasta entrelazarlo. Los visitantes también dan golpes en el yunque. El rojo incandescente de la barra impresiona, pero basta con ponerse unas gafas protectoras para salir de allí con un llavero artesanal en el bolsillo. “Me gusta la soledad. Pero también me escapo a Madrid de vez en cuando para ir a un concierto”, explica rodeado de arañas y hormigas de hierro, su arte.

Chechu González, guía y fundador de la empresa Aventuras y Aventuras, en una parte de la Montaña Palentina a la que se puede acceder en 4x4.César Manso

Barruelo de Santullán, sede de Aventuras y Aventuras, llegó a tener 12.000 habitantes a mediados del siglo XX, recuerda González; atrajo ciudadanos de las regiones limítrofes para trabajar en las minas. 1.203 lugareños registró el INE el año pasado, y bajando. González y García y Castrillo –y todos los que contribuyen a promocionar la Montaña Palentina– reconocen lo complicado que resulta frenar la despoblación, pero confían en que cada vez más visitantes destinen unos días de sus vacaciones en el norte de Palencia. “Siempre sucede lo mismo”, arranca García, nacido en Alcorcón (Madrid). “La gente no conoce la zona. Pero todo el mundo se va encantado”, añade el director que, tras pasar por ocho paradores, lleva dos años instalado en el de Cervera de Pisuerga. Su familia va a dejar Segovia y se van a mudar con él. Hay quien lleva el turismo más lejos.

CRÉDITOS:

Redacción y guion: Mariano Ahijado 
Coordinación editorial: Francis Pachá 
Fotografía: César Manso
Desarrollo: Belén Polo
Diseño: Juan Sánchez
Coordinación diseño: Adolfo Domenech 

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