Los arquitectos que contradicen a ‘Los tres cerditos’
El estudio Henning Larsen desdice el cuento de Joseph Jacobs para demostrar que la paja puede ser más resistente que el ladrillo
¿Se puede integrar y proteger con un mismo material? La paja, proveniente de los campos de cultivo de la región de Lolland-Falster —dos islas separadas por el estrecho de Guldborgsund, al sureste de Dinamarca— aísla, y por lo tanto protege térmica y acústicamente. A la vez, integra cualquier arquitectura en un paisaje sembrado de campos de legumbres.
Las gramíneas, mezcladas con arcilla, pueden levantar construcciones 100% sostenibles, con una expectativa de vida superior a un siglo y proporcionando un ahorro energético de hasta un 90%. Por eso, a pesar de que el australiano Joseph Jacobs dejara la casa de paja en manos del cerdito más perezoso, son muchas las ventajas constructivas de este material, y Jacobs acertó en una: es sencillo y económico de utilizar (una vivienda de 60 metros cuadrados se puede levantar por 20.000 euros, según la web Withfor).
Un ejemplo reciente, en un edificio comunitario, emplea la paja, proveniente de las gramíneas locales, como fachada protectora —e integradora— de una escuela que busca hablar al pueblo más allá de las aulas. El pueblo, Sundby, pierde habitantes desde hace años y sus gobernantes no querían que la población descendiera por debajo de los 2.700 ciudadanos. Por eso decidieron encargar una escuela modélica: capaz de enseñar a los alumnos dentro y a los ciudadanos fuera.
Así, el encargo no fue solo una escuela, se trataba de construir un edificio ejemplar capaz de concienciar y detener la despoblación de la zona. Los arquitectos de la firma Henning Larsen se fijaron en el paisaje monótono —por el monocultivo— y horizontal —por su geografía—. Revisaron tradiciones vikingas y a partir de ese legado decidieron cuestionar el cuento de Jacobs.
La paja iba a funcionar, como lo hiciera en la tradición vikinga, de aislante acústico y visual. También la circularidad proviene de las fortalezas vikingas y de una idea: una forma puede fortalecer tanto como un material.
El resultado es una escuela que rompe límites y sorprende, no por su forma, sino por sus logros. El edificio ha conseguido la primera etiqueta Nordic Ecolabel que concede esa región del país nórdico. ¿Cómo? Gracias a la paja. La paja envuelve las fachadas circulares del inmueble que mira a los campos. Proporciona un notable ahorro energético y aísla acústicamente la escuela primaria, que no suele ser un lugar silencioso, donde estudian más de 568 estudiantes.
También la cubierta, inclinada a una sola agua, alcanza el suelo y se expande el campo de juegos de los alumnos, convertida en mirador sobre los campos de cultivo que caracterizan la economía de la región.
Para hacer modélica su intervención, los arquitectos también pensaron en la integración del edificio, no solo en el paisaje, también en la comunidad. Les dieron vueltas a las horas no lectivas y optaron por hacer la cubierta del jardín sensorial accesible. Al igual que la biblioteca y la cafetería, que los ciudadanos pueden utilizar cuando los alumnos no están en clase.
Así, este proyecto deja claro que revisar un material puede repensar una tipología. Y hacerlo implica la voluntad de mantener una comunidad, viva, sorprendida y capaz de aprender a diario.