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Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

¿Qué pasaría si cambiáramos?

La arquitecta italiana Cristina Celestino se atrevió a reimaginar la histórica floristería milanesa Radaelli. Y luego, la dejó como estaba

Interior de la floristería Radaelli transformada por Celestino.Pasquale Maffini

¿Qué pasaría si cambiáramos? Ese fue el ejercicio que la arquitecta italiana Cristina Celestino (Pordenone, 43 años) se planteó en el último Salone de Milán: mirar con otros ojos una floristería histórica. El negocio, en cuestión, era la mítica Floristería Radaelli que, desde un siglo antes de que naciera la propia Celestino —desde ...

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¿Qué pasaría si cambiáramos? Ese fue el ejercicio que la arquitecta italiana Cristina Celestino (Pordenone, 43 años) se planteó en el último Salone de Milán: mirar con otros ojos una floristería histórica. El negocio, en cuestión, era la mítica Floristería Radaelli que, desde un siglo antes de que naciera la propia Celestino —desde 1886—, despliega sus ramos en un coqueto local de la vía Manzoni. En realidad, con mosaicos por el suelo y bancadas para las flores, el lugar está tan milimétricamente diseñado que cuesta pensar que algún cambio pudiera entrar. Pudo.

El altísimo nivel de diseño que la familia Sironi había mantenido durante décadas en esta floristería en el corazón del Milán de la moda fue puesto en duda. ¿O se reforzó? El mítico local donde compraban María Callas, Ava Gardner o Grace Kelly —¡todas esas mujeres comprando y comprándose flores!— vivió su última reforma en el año 1945. El arquitecto, pintor y diseñador milanés Guglielmo Ulrich firmó entonces un proyecto osado y sensual que combinaba curvas con mosaico hecho a mano. Ese diseño fue cuestionado —¿u homenajeado?— durante diez días.

Otro detalle de la floristería.Pasquale Maffini

Ese escenario personal de Ulrich y el diseño de los encargos florales que Giuseppe Sironi había cuidado desde 1959, y del que su hijo Marco es responsable —como jefe de diseño desde que completara sus estudios en la École d’horticulture de Châtelaine-Lullier, de Ginebra, en 1975— fueron, por un momento, observados con distancia. Algo que solo se pueden permitir los diseños más solventes.

La intervención de Celestino se construyó con mimbres y una reorganización espacial a partir del espacio existente.Pasquale Maffini

El encargo para Celestino fue transformar temporalmente ese espacio: cambiarle la cara a un mito. Se trataba de comunicar al mundo que, incluso lo que no parece cambiar, lo hace para mantenerse vivo. La arquitecta echó mano de la propia naturaleza del lugar, un espacio intermedio: entre el interior y el exterior donde pueden vivir las plantas. “La idea fue trabajar la naturaleza domesticada: eso es una floristería”, explica Celestino. Su propósito fue establecer una “sinergia fértil entre esa naturaleza y el diseño”. Por eso, su trabajo respetó y destacó la base arquitectónica del local, ideado por Ulrich. Y lo contrastó con nuevas intervenciones conseguidas con objetos capaces de ampliar y reflejar las imágenes (maceteros y pedestales forrados de espejo). Durante diez días, los bancales que exponen las flores se convirtieron en banco. Fue posible hacer ramos sentado. Y la propia mítica tienda se convirtió en una oda a la naturaleza en la que el nuevo/viejo local quería ser irónico y plantearse dudas. La principal se aplica a todo el interiorismo comercial. ¿Cada cuánto debe cambiar una tienda?

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