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Dwayne Johnson ‘La Roca’ regresa al cuadrilátero y pelea por reivindicarse como actor en el festival de Venecia

El exluchador e intérprete de tantos taquillazos destaca en ‘The Smashing Machine’, de Ben Safdie, en la piel de un campeón de artes marciales, mientras ‘The Testament of Ann Lee’, de Mona Fastvold, incomoda con otra historia real de un movimiento religioso radical

La sala llena, cómo no. Ninguna sorpresa: era el concurso del festival de Venecia. Pero se sumaba, hoy lunes, otra razón de ―mucho― peso: Dwayne Johnson. Durante años, su sola presencia ha garantizado butacas a rebosar. Tanto que su cara suele ocupar tamaños considerables en carteles y promoción. La saga de Fast and Furious, la de Jumanji. Y unos cuantos exitazos más, hasta convertirle en un...

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Lee sin límites

La sala llena, cómo no. Ninguna sorpresa: era el concurso del festival de Venecia. Pero se sumaba, hoy lunes, otra razón de ―mucho― peso: Dwayne Johnson. Durante años, su sola presencia ha garantizado butacas a rebosar. Tanto que su cara suele ocupar tamaños considerables en carteles y promoción. La saga de Fast and Furious, la de Jumanji. Y unos cuantos exitazos más, hasta convertirle en uno de los intérpretes más taquilleros de Hollywood. Y mejor pagado: su sueldo le cosechó incluso un Récord Guinness. Hitos de recaudación, a estas alturas, tiene de sobra. Nunca, en cambio, había dejado una marca notable en el terreno artístico. Y ahí estaba la novedad de la proyección: ahora protagoniza de The Smashing Machine, de Benny Safdie, en el certamen de cine más antiguo del mundo. En la piel, además, de un luchador como el que fue. Por eso le llaman La Roca, aunque últimamente ha abandonado también el célebre apodo de sus años en el cuadrilátero. Ya no es un reclamo comercial, sino un actor. Y uno bueno, a juzgar por el filme.

Inevitable que Johnson concentrara las preguntas de la prensa. Aunque su respuesta inicial no se oyó: no había encendido el micrófono. “Es mi primera vez”, bromeó. Y así el gigante se hizo inmediatamente humano. “He querido esto desde hace tiempo. En Hollywood mucho tiene que ver con perseguir a la taquilla. Y te puede empujar hacia un rincón: ‘Es tu carril, lo que la gente quiere’. He sido afortunado, hice esas películas, me gustan, algunas más otras menos. Pero tenía una voz dentro de mí, un deseo ardiente: ‘¿Y si puedo hacer algo más? ¿Estoy viviendo mi sueño o el de otros?’. A veces no sabes de que eres capaz si te han metido dentro de un esquema. Y necesitas que te lo diga la gente que te ama”, apuntó Johnson. Así que dio las gracias a su “mejor amiga” Emily Blunt, a su lado en muchos planos del filme, y en la sala de prensa. En la vida, en general, desde que se conocieron en el rodaje de Jungle Cruise. Ella le dio una palmadita. Y constató: “Debajo de esto hay un flan”.

Buen resumen, en realidad, de toda la película. Porque The Smashing Machine cuenta la historia real de Mark Kerr, que alcanzó a finales de los noventa la cumbre de las artes marciales mixtas, un peculiar deporte en que cada uno emplea su propia técnica de combate. Pero, sobre todo, el largo narra que las montañas también se derrumban y los músculos de acero no ganan todas las batallas. Victorias y derrotas, adicción al triunfo y otras sustancias, lucha y sacrificio, en el cuadrilátero, pero también en casa, en pareja, en el día a día. Ascenso y caída, en definitiva, una vez más. Como en Toro salvaje, de Martin Scorsese, con la que un reportero la comparó en sus preguntas. Entusiasmo legítimo, pero muy exagerado. Safdie se hizo conocido en 2019 con Diamantes en bruto ―cofilmada con su hermano Josh―, historia de un chapucero perdedor, dotada de mucha personalidad. Aquí ya dirige solo. Y, en lugar de desviarse hacia su propio camino, recorre la autopista típica de estos filmes. Razón de más para colocarla desde ya en las quinielas de los Oscar. Johnson, eso sí, no desentonaría entre los nominados.

The Testament of Ann Lee, de Mona Fastvold, el otro filme en la competición, propuso justo lo contrario: algo tremendamente distinto. Y precisamente por eso costó un mundo que alguien quisiera financiarla, como explicaron la directora y su pareja de vida y creación, Brady Corbet, con el que cofirma el guion igual que hicieron el año pasado con el filme de él en concurso, The Brutalist. Una película musical, arrolladora e inquietante, sobre la impulsora de un movimiento religioso radical del siglo XVIII, los Shakers, llamados así por sus sacudidas cuando alcanzaban el estado de trance. “Como os podréis imaginar, no es la presentación más fácil de levantar”, apuntó Corbet.

Al final, juntaron los 10 millones que necesitaban la cineasta noruega y su protagonista. “Ann Lee merecía algo grandioso y maravilloso. ¿Cuántas historias hemos visto sobre iconos masculinos a gran escala, una y otra y otra vez? ¿No podemos ver una sobre una mujer?”. Lo cierto es que el filme sale a la caza del riesgo y lo encuentra: incomoda, contagia con secuencias casi catárticas, suscita incluso dilemas morales. Su protagonista, Amanda Seyfried, la ha definido como una “experiencia”. Cierto, aunque tanta atención a la forma deja un poco al lado el fondo. Poderosa la historia, las coreografías, el empaque. Menos logrado, en cambio, el desarrollo de temas y reflexiones.

Ann Lee existió, creyó de verdad que Dios hablaba a través de ella y logró persuadir a miles de personas de que así era. Tras Jesucristo, la segunda venida del Supremo, esta vez en su mitad femenina. “Madre Ann”, como la llamaban sus secuaces. Reivindicó la abstinencia sexual, la igualdad entre hombres y mujeres, la colaboración total. Y con ese evangelio se marchó de Inglaterra a EE UU y levantó decenas de comunidades. Para tamaño personaje, Fastvold necesitaba una actriz y cantante, con “ternura y gentileza, pero también poder y locura”: Seyfried. “Nunca me había soltado de esta manera”, subrayó la actriz. Aplaudida por Mamma Mia o Los Miserables, ahora también lo será por esta interpretación. Más cuestiones levanta la mirada del filme hacia la profeta. Los Shakers siempre han desatado controversias: secta, según la Enciclopedia Britannica y más fuentes; religión, para otros. Fastvol parece abrazar con fascinación al personaje, la muestra como víctima de violencia machista y patriarcal, símbolo de liberación. Incompleto, quizás. Debatible. Aunque de eso precisamente trata una Mostra del cine.

La charla sobre The Smashing Machine empezó, en cambio, con un consenso unánime. Lo primero que dijo Safdie fue: “Ninguno de nosotros estaría aquí si no fuera por Mark Kerr, presente hoy”. El exluchador se levantó, y recibió un aplauso de la sala. “Su vida ha cambiado la nuestra, la mía. Es una contradicción andante, fue el mejor luchador del mundo y es el hombre más empático y amable que puedas encontrar”, se rindió Dwayne Johnson. Ambos se conocieron cuando aún pertenecían al mismo mundo, que el actor aprovechó para recordar: “Amé la lucha libre, me lo pasé genial. Pero es muy bombástica, excesiva, pensada para la retransmisión…”. De ahí que se pasara a otro tipo de ficción: “Tenía mucha hambre por esta transformación”. Aunque su pasado, de alguna forma, le ayudó a interpretar a Kerr: la adicción a la victoria, a ponerlo todo en juego, los sacrificios propios y de los seres queridos, que Johnson quiso subrayar especialmente. Padre y abuelo ―ya fallecidos― del actor practicaron el wrestling igual que él. Y su madre también pagó las consecuencias que sufre la esposa de Kerr en la pantalla.

Aunque en la película a veces se propinan rodillazos en la cara, la rueda de prensa estuvo inundada de bondad. Safdie celebró la generosidad de Johnson, incluso ante las cuestiones más inesperadas: “Le planteé: ‘Dwayne, no sé ni cómo decir esto. Deberías hacerte un poco más… grande”. Al director le importaba el realismo físico y de los combates, aunque también el emocional. “¿Como podemos empatizar con alguien que parece tan invencible, que dentro tiene dolor, pero debe mantener esa fachada?”, planteó Emily Blunt. Safdie, finalmente, contó que tras el rodaje de muchas secuencias los tres solían abrazarse. Humanos, frágiles, incluida La Roca. Ya ni siquiera usa su nombre de luchador. Solo Dwayne Johnson, actor.

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