Una caja mágica llena de potencial

La maravilla técnica de Microsoft adolece de falta de juegos. Con la llegada de las nuevas consolas de sobremesa se inicia la batalla por la siguiente generación del ocio interactivo

A la izquierda, la Xbox Series X; a la derecha, la Series S.

Al abuelo del director de cine J. J. Abrams se le ocurrió hace muchos años, cuando el artífice de la reformulación de Star Treck y Star Wars era solo un niño, regalarle una caja de cartón cerrada. Una caja misteriosa. “Una caja mágica”, como suele decir el cineasta. Una caja que, más allá de lo que contuviera (el director afirma que jamás la ha llegado a abrir) encerraba algo mejor, algo mayor: las infinitas posibilidades de lo que no conocemos. Hoy se levanta el embargo de los análisis de la nueva consola de sobremesa de Microsoft: la Xbox Series X/S, una caja que l...

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Al abuelo del director de cine J. J. Abrams se le ocurrió hace muchos años, cuando el artífice de la reformulación de Star Treck y Star Wars era solo un niño, regalarle una caja de cartón cerrada. Una caja misteriosa. “Una caja mágica”, como suele decir el cineasta. Una caja que, más allá de lo que contuviera (el director afirma que jamás la ha llegado a abrir) encerraba algo mejor, algo mayor: las infinitas posibilidades de lo que no conocemos. Hoy se levanta el embargo de los análisis de la nueva consola de sobremesa de Microsoft: la Xbox Series X/S, una caja que llega a nuestra casa para ofrecernos precisamente eso: posibilidades infinitas, mundos imposibles, cientos de horas de diversión y, claro, grandes juegos.

Empecemos por el principio, por el apartado meramente físico. Sacar la Xbox de su caja, el cacareado unboxing que ha inundado las redes sociales estos días, es una experiencia importante por cuanto que el diseño sobrio de la consola de Microsoft augura seriedad y contundencia. No es para menos, pues hablamos de la consola más potente jamás creada. La versión analizada por EL PAÍS, una Xbox Series X facilitada por Microsoft, es físicamente un prisma negro que recuerda más al monolito de 2001: Una odisea del espacio, que a otras consolas recientes. Un diseño muy sobrio que quien esto firma considera muy acertado (la nueva generación de consolas ha llegado para quedarse en el salón de nuestra casa 5, 6, 7 años, por lo que cuanta más sencillez tenga, mejor), pero que ha despertado bromas en redes sociales. Bromas a las que la propia Microsoft ha sacado punta, creando un frigorífico con la forma de su nueva consola.

Interfaz de las nuevas consolas de Microsoft.

La otra parte física que conforma la experiencia de juego, el mando, no es el mejor que ha caído en estas manos. Alcanzar los gatillos (especialmente los superiores) no es todo lo intuitivo que debería, y en vez de batería el control de la consola funciona con pilas. Una decisión de diseño que, sin embargo, no entorpece las especificidades técnicas que ofrece Microsoft pues la Xbox series X es, y así hay que decirlo, la consola más potente que ha habido hasta la fecha.

Las tripas de la hermana mayor y la menor

Una de las claves del desembarco de la Xbox en esta nueva generación es su desdoblamiento en dos versiones. La Series X, la más grande y la que hemos analizado, y la Series S, una suerte de hermana menor. La primera diferencia visual entre ambas es su tamaño, pero la diferencia a priori más palmaria la notaremos en la cartera: la Xbox Series X cuesta 499 euros y su hermana de tamaño reducido, 299 euros. ¿Dónde está la letra pequeña? Más allá de la capacidad de leer discos del modelo de alta gama, hay otros aspectos donde esta sobresale y se sitúa como un auténtico buque insignia para la firma norteamericana. Para empezar, la Series X se sabe a sí misma como un modelo premium gracias a sus 12 TFLOPS de potencia en la GPU, un soberbio procesador de 8 núcleos Zen 2 a 3.8 GHz, 16 GB de RAM y capacidad para reproducir contenido en 4K con hasta 120 FPS. Asimismo, cuenta con 1 TB de almacenamiento.

La Xbox Sweries X, junto a su mando.

Por su parte, Xbox Series S va dirigida a aquellos que no disponen —y no planean disponer— de una pantalla 4K; independientemente de si hablamos de un televisor o un monitor. Esta pequeña máquina alcanza resolución 2K (1440p) y hasta 120 FPS en dispositivos compatibles. Por lo demás, se pierde algo de memoria RAM (10 GB), que en la práctica se traduce en la posibilidad de tener hasta cinco juegos en suspensión en vez de unos siete u ocho de su hermana mayor; la memoria interna es de 512 GB y la GPU cuenta con 4 TFLOPS de potencia. Por lo demás, ambas comparten tecnología para el procesador, que es muy parecido, y tecnologías como Xbox Velocity Architecture, que aprovecha la memoria SSD para casi eliminar por completo los tiempos de carga y acelerar los mecanismos de apertura de aplicaciones. Finalmente, ambas vienen preparadas con Sombreado de Velocidad Variable (VRS) y Frecuencia de Actualización Variable (VRR) para garantizar una calidad de imagen de lo más fluida.

Otra filosofía

Saliendo de tecnicismos, y llegando a las conclusiones, lo cierto es que lo que nos propone Microsoft es algo con personalidad propia. Hablábamos antes de que Microsoft había encajado con gracia las bromas sobre el diseño, pero hay otras bromas más difíciles de encajar. “¿A qué vas a jugar primero en tu Xbox?”, preguntaba en Twitter la cuenta oficial de la compañía. “No tengo ni idea. Ese es el problema”, respondía una usuaria. La usuaria tenía parte de razón. Si las anteriores batallas generacionales las ha ganado Sony en vez de Microsoft, en gran parte se explica por el amplio catálogo de juegos exclusivos (y muy buenos) de los que hacía gala la PlayStation. Eso puede empezar a cambiar en esta generación, pues Microsoft ha iniciado una agresiva campaña de compras para hacerse con compañías de las que puede ofrecer juegos exclusivos, pero lo cierto es que este lanzamiento de sus consolas de sobremesa no viene acompañado de un juego potente, un vendeconsolas.

¿Es esto un fallo tan grande? No tiene por qué. Esta nueva generación Sony seguirá apostando por sus exclusivos, pero Microsoft tiene otra filosofía detrás: más que un juego, ofrece un ecosistema de juegos. Es decir, tu consola estará conectada a tu teléfono, desde el que puedes gestionar descargas, y ambos estarán conectados al Game Pass, esa suerte de Netflix de los videojuegos que por 12 euros al mes te permite acceder a un catálogo con unos 100 juegos de mucho nivel, entre ellos algunos de los mejores indies y los mejores exclusivos de las pasadas consolas de Microsoft (Halo, Gears of War). Todo el catálogo de Microsoft está a tu servicio además de forma retrocompatible. O sea, Microsoft ofrece una experiencia distinta, más holística y que no tiene por qué estar sustentada en un juego específico.

La Xbox One, la anterior consola de Microsoft, salió al mercado en 2013. Con esta Xbox Series, especialmente con la X, la compañía americana da un golpe encima de la mesa, presentando un aparato que puede mirarse con orgullo y ofrecer experiencias únicas durante muchos años. Y es que al contrario que J. J. Abrams, nosotros sí sabemos qué contiene nuestra caja: todas las posibilidades del infinito mundo de los videojuegos.

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