Columna

Qué mosca les ha picado a los agricultores

Todo el mundo saca tajada de la necesidad básica de la nutrición. Todos, salvo quienes producen los alimentos

Todo lo que pasa por nuestras bocas ha crecido en sus campos o ha sido criado en sus granjas, y nunca, en toda la historia, habíamos estado tan bien y tan abundantemente alimentados. Sobre la comida existen imperios mayúsculos. Incluso el logotipo que se identificó con la dominación estadounidense fue el de una cadena de hamburgueserías. De la comida viven grandes supermercados, restaurantes de todas las categorías, portales de internet y hasta críticos gastronómicos. Hace tiempo que los cocineros son Aquiles modernos venerados como dioses, y la Guía Michelin, algo así como la ...

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Todo lo que pasa por nuestras bocas ha crecido en sus campos o ha sido criado en sus granjas, y nunca, en toda la historia, habíamos estado tan bien y tan abundantemente alimentados. Sobre la comida existen imperios mayúsculos. Incluso el logotipo que se identificó con la dominación estadounidense fue el de una cadena de hamburgueserías. De la comida viven grandes supermercados, restaurantes de todas las categorías, portales de internet y hasta críticos gastronómicos. Hace tiempo que los cocineros son Aquiles modernos venerados como dioses, y la Guía Michelin, algo así como la Odisea del siglo XXI.

Todo el mundo saca tajada de la necesidad básica de la nutrición. Todos, salvo quienes producen los alimentos. Una de las paradojas más crueles de Europa es que glorifica la comida al tiempo que condena a la ruina a quienes la sacan del campo. Ya no es solo que los niños crean que la leche sale de un cartón, sino que nos hemos alejado tantísimo de los agricultores que ni siquiera los reconocemos cuando se nos ponen delante. Incluso en los debates que más les afectan, como el de la despoblación, son meras comparsas: que la agricultura y el reto demográfico pertenezcan a departamentos ministeriales distintos deja claro que nadie imagina un futuro con ellos.

Por eso, cuando protestan por una subida salarial que se vende como un logro incontestable, nadie sabe qué pensar. Nos falta contexto para interpretar esos encontronazos con la Guardia Civil porque la última vez que vimos a unos campesinos pelearse con uniformados aún vivía Durruti y no existía la televisión. No sabemos qué mosca les ha picado porque hace décadas que no hemos mostrado el menor interés por su ruina progresiva, por su hastío y por cómo han ido tirando miles de toallas. Pero ahí estamos, cenando lo que ellos producen mientras vemos cómo se zurran.

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