Stevenson más Defoe

Guillermo Busutil reflexiona con un deje amargo sobre los efectos que en el mundo de la cultura ejerce la depredación

No hay conceptos simples, todo concepto reúne una serie de componentes y se define por ellos. Supone pues una multiplicidad, aunque no toda multiplicidad sea conceptual. La palabra cultura, por ejemplo, es un concepto abierto a múltiples componentes y realizaciones. Para Hegel la cultura era una necesidad del espíritu cuya función era atemperar la barbarie que late en la naturaleza humana. Una interpretación ejemplar, aunque tal vez demasiado ingenua como constatamos, dolorosamente, una y otra vez. En todo caso, la cultura es un incorpóreo capaz de cristalizar en cualquier vivencia que permita...

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No hay conceptos simples, todo concepto reúne una serie de componentes y se define por ellos. Supone pues una multiplicidad, aunque no toda multiplicidad sea conceptual. La palabra cultura, por ejemplo, es un concepto abierto a múltiples componentes y realizaciones. Para Hegel la cultura era una necesidad del espíritu cuya función era atemperar la barbarie que late en la naturaleza humana. Una interpretación ejemplar, aunque tal vez demasiado ingenua como constatamos, dolorosamente, una y otra vez. En todo caso, la cultura es un incorpóreo capaz de cristalizar en cualquier vivencia que permita la expresión del espíritu. Y nada más interesante que poder hacerse una idea de cómo el concepto ha adquirido un espacio real, se ha territorializado, digámoslo así, en la vida de alguien.

Pongamos por caso en el escritor y periodista cultural Guillermo Busutil, hasta fechas muy recientes director de la revista Mercurio, a la que seguimos echando de menos. Su libro La cultura, querido Robinson recoge sus mejores crónicas periodísticas de los últimos años y de su título ya se desprende el eje común a todas ellas: la cultura es, puede ser, para un “náufrago de muchas pérdidas” (como él mismo se define) una forma de resistirse a la voracidad del presente, cultivando un territorio particular, una ínsula extraña —cada quien tiene, debería tener, la suya— hecha de libros, pe­­lículas, canciones, gestos civilizados, pinturas, vestidos que brillan como una luz en la noche, iniciativas ciudadanas que a todos nos ennoblecen…

Sobre todo ello reflexiona Busutil, con un deje amargo al comprobar los efectos que en el mundo de la cultura ejerce la depredación. El turismo explotado sin escrúpulos, la falta de sensibilidad ante el patrimonio común que ya denunciara Larra, la avaricia del mercado, la irresponsabilidad de la gente que no ama una buena conversación prefiriendo los gritos más estridentes… Hechos sobre los cuales nuestro autor piensa y escribe, defendiendo a su vez el espacio mental que le permite sostenerse. Un espacio que Busutil dibuja amorosamente, como si fuera un tesoro. Ay, pero eso nos recuerda a Stevenson y nuestro autor es más Defoe.

Autor: Guillermo Busutil.


Editorial: Fórcola (2019).


Formato: tapa blanda (408 páginas).


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