Columna

No se rían de quien cree que la Tierra es plana, que solo busca cariño

'Behind the Curve' trata de comprender qué lleva a un montón de vecinos de una sociedad instruida a defender que la Tierra es plana

Uno de los protagonistas de 'Behind the curve'.

Dicen que el documental Behind the Curve (en español, La Tierra es plana, recién estrenado en Netflix) se ríe de los terraplanistas, pero yo no creo que haya mofa, befa ni escarnio. Si así fuera, su interés no pasaría del de una ocurrencia, pero la película es fascinante porque su autor, Daniel J. Clark, trata de comprender qué lleva a un montón de vecinos de una sociedad instruida a defender que la Tierra es plana.

Los terraplanistas, que cuentan sus delirios a cámara sin el menor de los complejos y con la más osada de las convicciones, creen que hay una conspiración ...

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Dicen que el documental Behind the Curve (en español, La Tierra es plana, recién estrenado en Netflix) se ríe de los terraplanistas, pero yo no creo que haya mofa, befa ni escarnio. Si así fuera, su interés no pasaría del de una ocurrencia, pero la película es fascinante porque su autor, Daniel J. Clark, trata de comprender qué lleva a un montón de vecinos de una sociedad instruida a defender que la Tierra es plana.

Los terraplanistas, que cuentan sus delirios a cámara sin el menor de los complejos y con la más osada de las convicciones, creen que hay una conspiración mundial que lleva 450 años engañando a la humanidad sobre la forma esférica del planeta. La CIA, la NASA y Hollywood son los instrumentos para ocultar la realidad obvia que cualquiera que mire al horizonte observa: todo es plano, no hay curvatura.

Al principio de la película, estos personajes son caricaturas, pero conforme avanzan los minutos se manchan de ternura y drama. Poco a poco, los descubrimos frágiles y al borde de la marginalidad social. Su credo terraplanista es una rebelión contra una insignificancia que no soportan; por eso disparan contra la astrofísica, que es la ciencia que nos cuenta cuán insignificantes somos: un puñado de seres pegados a una roca diminuta que da vueltas por una galaxia, que a su vez es una porción irrisoria del universo.

Creer en conspiraciones es una forma de narcisismo tanto como de consuelo. No solo significa que el mundo tiene sentido, sino que quienes lo gobiernan han urdido un trampantojo sofisticadísimo para nosotros. Somos tan importantes que alguien no ha reparado en gastos ni en imaginación para ocultarnos la verdad, del mismo modo que unos padres amorosos fingen que el Ratoncito Pérez deja cinco euros bajo la almohada. Por eso no se puede convencer a un terraplanista desde la burla y el ataque. Al contrario; hay que buscar las raíces de su angustia y de su soledad, y urge hacerlo porque cada día son más y más.

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