LO MEJOR DE 2018 / ARQUITECTURA

La reparación de las ciudades se extiende al paisaje

La lógica en la arquitectura actual pasa por deshacer errores urbanísticos y energéticos, construir con poco y cuidar el lugar

Edificio BLOX en Copenhague, del estudio OMA, dirigido por Rem Koolhaas.Richard Seymor / OMA

El año 2018 ha demostrado que los mejores arquitectos están tan dotados para levantar iconos como para reparar ciudades. El inclasificable Rem Koolhaas y su estudio OMA han ideado BLOX, una tipología que no cabe dentro de la definición de puente, espacio público o edificio de oficinas y que, sin embargo, es todo eso a la vez, permitiendo la convivencia entre una autopista y el recreo ciudadano en Copenhague. A grandes problemas urbanísticos, grandes soluciones arquitectónicas. También el Museo Amos Rex de Helsinki, de los arquitectos JKMM, parece beber de esa fuente. Es más un paisaje urbano q...

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El año 2018 ha demostrado que los mejores arquitectos están tan dotados para levantar iconos como para reparar ciudades. El inclasificable Rem Koolhaas y su estudio OMA han ideado BLOX, una tipología que no cabe dentro de la definición de puente, espacio público o edificio de oficinas y que, sin embargo, es todo eso a la vez, permitiendo la convivencia entre una autopista y el recreo ciudadano en Copenhague. A grandes problemas urbanísticos, grandes soluciones arquitectónicas. También el Museo Amos Rex de Helsinki, de los arquitectos JKMM, parece beber de esa fuente. Es más un paisaje urbano que un edificio. Suma al proyecto un inmueble de los años treinta —el Lasipalatsi—, genera una plaza pública —en la cubierta del museo— y oculta las galerías contradiciendo la tónica icónica de la arquitectura museística de las últimas décadas. De tan discreto, el mensaje resulta rompedor. Pero conviene no olvidar que I. M. Pei ya entendió en los años ochenta que la única manera de ampliar el Louvre pasaba por trabajar el nivel subterráneo y anunciarlo con una marca útil: el gran tragaluz de la pirámide.

Restaurar la vida urbana

Que el 50% de la arquitectura que se firma en Europa es reconstrucción lo anunció el historiador cubano Eusebio Leal durante la conferencia magistral que impartió en Casa de América. Sin embargo, conviene tener en cuenta que ese porcentaje no solo busca preservar el valor cultural de los edificios. Lo que se reforma es la posibilidad de vivir en las metrópolis. Urge mejorar la convivencia entre la arquitectura, los coches y las personas. Evitar que la ciudad acabe con nuestra salud y conseguir que reduzca su consumo energético. Ese objetivo está detrás de los proyectos más ingeniosos. Así, junto al icono más significativo que formalista que es BLOX de Copenhague, en 2018 han florecido hitos nacionales. La Torre Bolueta es el rascacielos passive house más alto del mundo. Lo construyó en Bilbao el estudio navarro VArquitectos.

Mejorar la convivencia entre personas, edificios y coches: es el objetivo de los proyectos más ingeniosos

Sanear la ciudad pasa por reducir tanto el tráfico como el consumo de energía. La Unión Europea ha calculado que el 75% de la infraestructura continental es ineficaz desde ese punto de vista. Así, reconstruir no es solo preservar la historia, también significa repensar las ciudades como espacios responsables e inclusivos: eso han buscado nuevos parques públicos como la plaza Skanderbeg, en Tirana (Albania), de los arquitectos 51N4E, reconocida por la UE como el mejor espacio público del año en un momento en el que la progresiva privatización de las urbes convive con el llamamiento de la ONU para proteger esas zonas como lugar de convivencia. La última Bienal de Arquitectura de Venecia estaba dedicada a ese tema. O no. El título de Freespace remitía al espacio gratuito, “regalado”, que generan algunas arquitecturas. Ninguna mención a la protección política de las plazas o las aceras. Mucho menos al conflicto que deja entrever el espacio para la libre expresión.

Kilómetro cero

Construir gran arquitectura con poco es un recurso sostenible que han reconocido los premios FAD al destacar las viviendas públicas en Sant Ferran (Formentera) de Olivé, Martín, Moya, Reina y Garcías, por su uso de materiales kilómetro cero: celosías y piezas recicladas. El empleo de recursos y tradiciones locales con la máxima ambición y conocimiento del lugar le ha valido al octogenario ­Balkrishna Doshi un Premio Pritzker que salda una deuda con los que han sabido construir sin hacer ruido. También con el trabajo en equipo: Doshi fue el arquitecto local al que Le Corbusier recurrió para levantar Chandigarh en los años cincuenta y que recomendó a Louis Kahn, una década después, para asentar la escuela de negocios de Ahmedabad. Reconocer que los arquitectos no nacen geniales, sino que aprenden, se forman y así van construyendo su aportación a la mejora del mundo, es una lección que la disciplina nunca debió olvidar.

Algunos estudios se están labrando una reputación con obras de recuperación medioambiental

Densidad e identidad

Jean Nouvel es un arquitecto de los que arriesgan, con mejores y peores resultados, pero con una capacidad visionaria que le ha llevado a construir en el desierto teniendo en cuenta el contexto. Eso mismo ha hecho Rem Koolhaas este año en Doha, con la Biblioteca Nacional de Qatar: proteger una gran plaza pública de la dureza del lugar. Pura lógica que, sin embargo, contrasta con la mayoría de lo construido en Dubái. Hace años que Nouvel defiende que la manera de mejorar las ciudades pasa por densificarlas, es decir, por hacerlas crecer en altura. En Marsella, su sede para la naviera CMA CGM desdibuja la presencia del rascacielos difuminando sus colores. Y envía un mensaje: si la densidad es la solución, la identidad de las torres recuperará importancia. Eso deja entrever también el ritmo roto de la fachada de la Torre Aira en Querétaro (México), levantada por el estudio Anonymous.

Camino de las Guixeres en Igualada, obra de Batlle y Roig.Jordi Surroca

Espacios naturales

Es paradójico que mientras el mundo deshace y rehace la geografía —con plataformas que reconstruyen el frente marítimo, es decir, la superficie de la tierra—, la necesidad de reparar se extienda más allá de la arquitectura y el urbanismo para alcanzar el paisaje. El estudio barcelonés Batlle y Roig se ha labrado una reputación a base de recuperar espacios naturales. Tras la conversión de un vertedero en parte del parque natural del Garraf o la recuperación medioambiental del río Llobregat, su reciente transformación de las minas de yeso de Igualada en un paseo-mirador les ha valido el premio World Architecture Festival (WAF) y la confirmación de estar atendiendo a un sector de la arquitectura, el paisajismo, clave para que las ciudades y los ciudadanos consigamos mantener la vida en el planeta.

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