Portugal encara Eurovisión como un asunto de Estado

La semana del festival pop destaca por actos de sobria elegancia, bajo presupuesto y la proyección internacional de una imagen alegre del país

Amaia y Alfred interpretan 'Tu cancion', en uno de los ensayos del lunes. En vídeo, los ensayos generales del festival.Foto: atlas | Vídeo: Armando Franca (AP) | Atlas

“Nació como obligación, pero la reconvertimos en oportunidad”. El 13 de mayo de 2017 el Papa llegaba a Fátima y por la noche al presidente de la radiotelevisión pública portuguesa RTP, Gonçalo Reis, le caía encima algo impensable: organizar el festival de Eurovisión. Su misión parecía imposible: no hacer el ridículo ante el mundo pero tampoco tirar la casa por la ventana. Lo segundo se ha conseguido, lo primero se verá el sábado. Dados los precedentes, puede ser condecorado o despedido.
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“Nació como obligación, pero la reconvertimos en oportunidad”. El 13 de mayo de 2017 el Papa llegaba a Fátima y por la noche al presidente de la radiotelevisión pública portuguesa RTP, Gonçalo Reis, le caía encima algo impensable: organizar el festival de Eurovisión. Su misión parecía imposible: no hacer el ridículo ante el mundo pero tampoco tirar la casa por la ventana. Lo segundo se ha conseguido, lo primero se verá el sábado. Dados los precedentes, puede ser condecorado o despedido.

“Encaramos el desafío como una gran reto para Portugal, para Lisboa y para RTP”, explica Reis. “Era una ocasión única para mostrar lo que somos. El lema de Eurovisión es All aboard, todos a bordo. Es lo que somos, un país inclusivo, tolerante, que recibe bien, que convive bien con la diversidad”.

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Para hilo conductor de la edición portuguesa se eligió el mar, ahora que se van a cumplir los 500 años de la circunnavegación de la tierra por Magallanes y Elcano; cuando Portugal era lo más cool en técnicas de navegación. “Eurovisión pone unos estándares técnicos rigurosísimos, muy estrictos, que hay que cumplir cuesten lo que cuesten; en cambio, en el concepto creativo tenemos un enorme margen de maniobra”.

Por primera vez la edición del festival no se identifica con un logo, sino con un juego de ellos, todos relacionados con la fauna y el plancton del mar. Logos en formas y colores de medusas, caracolas o el plancton, que llena el escenario del auditorio.

El presupuesto es el más pequeño de la historia de Eurovisión desde que se implantaron las semifinales, en 2004; rondará los 22 millones de euros, la mitad de algunas ediciones anteriores. “Hemos apostado por la elegancia dentro de la sobriedad”, explica Reis. “Adaptamos las infraestructuras que tenemos. El 70% de los recursos globales empleados son portugueses”.

Los miles de policías que se han quedado sin vacaciones durante 15 días, los 400 voluntarios y, en general, el despliegue humano y económico se justifican con la llegada de 1.500 periodistas y 800 blogueros. La demanda hotelera ha aumentado un 40% en esta quincena de mayo. Solo en Airbnb se hospedan esta semana 54.000 personas de 109 países. La imagen de Portugal en 200 millones de televisores y en medios de 80 países no tiene precio.

El presupuesto rondará los 22 millones, el más bajo de la historia de Eurovisión desde que hay semifinales

Eurovisión es un asunto de Estado, por eso el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, acudió a recibir a la troupe festivalera en el MAAT, el museo más moderno de la ciudad.

La edición con más participantes de la historia (junto a las de 2008 y 2011) tampoco ha quebrado las cuentas, que en un 80% quedarán cubiertas con venta de entradas (unos 100.000 billetes) y patrocinios, principalmente los cinco millones de euros de Turismo de Lisboa y Portugal.

A diferencia de la mayoría de las ediciones, aquí el vídeo de 60 segundos para presentar la canción y sus intérpretes se realiza entre paisajes portuguesas. Son 43 minutos de promoción del país, que se emitirán para 1.500 millones de personas, con una audiencia de unos 200 millones. Amaia y Alfred escogieron cocer comida en las furnas de las Azores; otros fueron a un campo de golf del Algarve, al castillo de Pena en Sintra o al descorche de alcornoques en el Alentejo.

“Es una Eurovisión muy a la portuguesa”, resume Reis. “Una operación que te ocurre una vez en una generación, si ocurre, y que hay que aprovechar. Hay que hacerlo perfecto”.

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