Columna

Sueños piratas

La nueva generación de piratería ha diluido la sensación de responsabilidad de los que burlan las normas, aunque se infrinjan las mismas leyes. La culpa se ha socializado

No recuerdo ver mucho fútbol de pequeña en televisión. Sí escucharlo por la radio, ver los resúmenes en Estudio estadio, leer las noticias de los deportivos el lunes. Como mucho, un partido a la semana. Y bajar al bar para ver el que echaba el Plus —en casa nunca tuvimos aquel descodificador que ocupaba más que mi actual portátil—, algo que acrecentaba la sensación de domingo, de que se acababa el fin de semana y al día siguiente había que madrugar.

Creo que aquella llave de plástico que abría las puertas de la televisión de pago no era fácil de duplicar. Pero incluso entonces,...

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No recuerdo ver mucho fútbol de pequeña en televisión. Sí escucharlo por la radio, ver los resúmenes en Estudio estadio, leer las noticias de los deportivos el lunes. Como mucho, un partido a la semana. Y bajar al bar para ver el que echaba el Plus —en casa nunca tuvimos aquel descodificador que ocupaba más que mi actual portátil—, algo que acrecentaba la sensación de domingo, de que se acababa el fin de semana y al día siguiente había que madrugar.

Creo que aquella llave de plástico que abría las puertas de la televisión de pago no era fácil de duplicar. Pero incluso entonces, había gente que te aseguraba que si mirabas con los ojos entornados las líneas intermitentes de la pantalla codificada podías ver cuándo había un gol. Siempre ha habido gente dispuesta a buscar “soluciones creativas” para no pagar a los sitios que lo emiten legalmente.

El otro día descubrí que la piratería moderna se esconde en Facebook Live. Atrás quedan los años de Rojadirecta —ahora cerrada por orden de un juez— y de rastrear Internet en busca de enlaces con la imagen y el audio desacompasados. La paradoja es que Facebook se ha esforzado en los últimos meses por potenciar su servicio de vídeo en directo. Y, como efecto colateral, ha puesto toda su tecnología en manos de quienes antes buscaban en Rojadirecta.

No se trata solo de cuánto cuesta ver un partido, ya que el fútbol de pago es ahora más barato que nunca. Esta nueva generación de piratería ha diluido la sensación de responsabilidad de los que burlan las normas, aunque se infrinjan las mismas leyes. La culpa se ha socializado. Los consumidores, prácticamente, se topan con la emisión en sus pantallas cada semana a cambio de un like. Ya no hace falta descargar programas: está a la vista de todos. Y, además, aquellos que pinchan la señal se llevan su parte de las ganancias gracias a los ingresos indirectos por publicidad. El sueño perfecto de cualquier pirata moderno.

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