ADN de Trump

De aquella lluvia radiactiva crepuscular ochentera de 'Show Me a Hero' se alimenta el lodo de la maraña ultraderechista de Donald Trump

David Simon no es un trago de buen gusto para quienes apartan la vista de un presente descompuesto. Acostumbra a mostrarnos la cáscara de esa fruta podrida que pulula por los suburbios de su país. Lo hizo en Baltimore, al sentar cátedra con la magistral The Wire. Creó una escuela de fracasos, víctimas y antropofagia que, a su vez, provenía tanto de Dickens como de Gorki, Zola o el Lazarillo.

En Show Me a Hero, vuelve a las andadas. Esta vez en un barrio de Nueva York, Yonkers, donde unos vecinos aparentemente pacíficos —y blancos— se resisten a permitir que realojen en...

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David Simon no es un trago de buen gusto para quienes apartan la vista de un presente descompuesto. Acostumbra a mostrarnos la cáscara de esa fruta podrida que pulula por los suburbios de su país. Lo hizo en Baltimore, al sentar cátedra con la magistral The Wire. Creó una escuela de fracasos, víctimas y antropofagia que, a su vez, provenía tanto de Dickens como de Gorki, Zola o el Lazarillo.

En Show Me a Hero, vuelve a las andadas. Esta vez en un barrio de Nueva York, Yonkers, donde unos vecinos aparentemente pacíficos —y blancos— se resisten a permitir que realojen en un proyecto de casas protegidas a gentes de distinto color y modo de vida. Políticos, jueces, asociaciones vecinales, traficantes, inmigrantes, todo un hábitat local de reflejo mucho más ancho, retrata el balbuciente ocaso de ciertas y tímidas iniciativas progresistas de retirada frente al eterno obstáculo de los poderosos, hábilmente escudados en manifestaciones oportunistas.

De aquella lluvia radiactiva crepuscular ochentera se alimenta el lodo de la maraña ultraderechista con ADN de Trump y vestido de Tea Party presente, traducida al español en estos parajes por Esperanza Aguirre y sus gogos.

No será un fenómeno de masas esta miniserie de HBO, pero como ocurrió en The Wire, formará parte de la obra de un creador que trasciende a su tiempo. Simon es un testigo de asombrosa fidelidad hacia la urgencia que aborda. Las caras, gestos, la contundencia de un Oscar Isaac repeinado, a quien acompaña el halo sonoro de Bruce Springsteen o un Alfred Molina repulsivo, con su palillo mondadientes en la boca y los pies en la mesa de la asamblea como si fuera su coto, colocan Show Me a Hero en la esfera de lo altamente recomendable. La dirección, en este caso crucial, de Paul Haggis, convierte a la serie en una coherente película de seis horas.

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