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El error antológico de la prensa y los líderes de opinión cuando despreciaron a Suárez en los días de su nombramiento por parte del Rey, culmina con esta espera ansiosa a que la muerte conceda el semáforo verde al elogio reparador

La rueda de prensa del hijo de Adolfo Suárez anunciando el fallecimiento inminente de quien fue el primer presidente del Gobierno democrático tras la dictadura franquista, desencadenó durante este fin de semana un proceso informativo incómodo. La espera por la muerte no evitó que los medios comenzaran a hacer uso de los resúmenes informativos. Es costumbre preparar por adelantado el trabajo necrológico que se prevé cercano para evitar retrasos innecesarios cuando la noticia se produzca. Pero la prolongación de la espera puede conducir a una situación anómala, casi de ansiedad y por tanto de de...

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La rueda de prensa del hijo de Adolfo Suárez anunciando el fallecimiento inminente de quien fue el primer presidente del Gobierno democrático tras la dictadura franquista, desencadenó durante este fin de semana un proceso informativo incómodo. La espera por la muerte no evitó que los medios comenzaran a hacer uso de los resúmenes informativos. Es costumbre preparar por adelantado el trabajo necrológico que se prevé cercano para evitar retrasos innecesarios cuando la noticia se produzca. Pero la prolongación de la espera puede conducir a una situación anómala, casi de ansiedad y por tanto de degradación emocional. Porque con esta noticia antes de la noticia, el duelo comenzó antes de que la persona estuviera muerta y el elogio fúnebre se desencadenó sobre una figura que ha sido mayúscula en nuestra historia pero que aún se encontraba agonizante.

De entre todos los disparates, el más absurdo resultó ser la declaración oficial de Rajoy. Hizo uso de una fórmula manida, pero inadecuada para este caso: Deseamos su pronta recuperación. Si los familiares anuncian la inminencia de la muerte es obvio que hablar de recuperación provoca un cortocircuito. Son torpezas que se suman a un despliegue informativo desincronizado. No van a faltar los análisis sobre la figura de Suárez, pero en la hora final conviene tener en cuenta su carácter resistente. Capaz de quedarse sentado en el Congreso amenazado por las armas de Tejero, no sería raro que retara a la muerte en un duelo tan desigual como aquel gesto, que solía explicar años después de manera clara: sencillamente era el presidente del Gobierno y no le daba la gana tirarse al suelo.

Habrá tiempo para la historia cuando llegue el momento. El error antológico de la prensa y los líderes de opinión cuando despreciaron a Suárez en los días de su nombramiento por parte del Rey, culmina con esta espera ansiosa a que la muerte conceda el semáforo verde al elogio reparador. Pero si abusan de él antes de hora, darán tiempo a que llegue la ola contraria del escepticismo y el descrédito, también puntuales en su cita. Y los españoles están necesitados, como demuestra la protesta del sábado, de un amparo político que no aparece por ningún lado, de una respuesta esperanzada a la penuria actual.

 

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