El misterio de los castores en España: no se sabe cuántos hay ni quién los suelta de forma ilegal

La especie se extinguió en el país hace siglos, y volvió por una liberación sin permiso. Ahora se han detectado ejemplares en lugares a los que no pueden llegar por sí solos

Un castor europeo entre ramas en un río.Foto: Markus Siebert | Vídeo: EPV

Unos troncos roídos como si fueran lápices a los que les han sacado punta a pequeños machetazos y unas huellas despertaron las alertas este agosto a orillas del Guadalquivir, en Jaén. El castor euroasiático (Castor fiber), un roedor de hábitos acuáticos, de entre 16 y 30 kilos de peso, y una cola aplanada y ancha que usa como timón, había llegado hasta Andalucía. La pregunta es cómo es posible que estos animales hayan recorrido una distancia de 365 kilómetros desde su área de distribución ...

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Unos troncos roídos como si fueran lápices a los que les han sacado punta a pequeños machetazos y unas huellas despertaron las alertas este agosto a orillas del Guadalquivir, en Jaén. El castor euroasiático (Castor fiber), un roedor de hábitos acuáticos, de entre 16 y 30 kilos de peso, y una cola aplanada y ancha que usa como timón, había llegado hasta Andalucía. La pregunta es cómo es posible que estos animales hayan recorrido una distancia de 365 kilómetros desde su área de distribución (en la cuenca del Ebro) sin que exista rastro de ellos en zonas intermedias. Los científicos sospechan que se pueden estar produciendo sueltas ilegales, como la que se llevó a cabo hace 20 años, y que fue el germen de la población actual. El castor se extinguió en España hace siglos, hasta que un grupo de activistas centroeuropeos liberó en 2003 a 18 ejemplares en los ríos Aragón y Ebro, a caballo entre Navarra y La Rioja. Lo hicieron sin autorización y sin ninguna planificación ni investigación previa. Desde entonces, la especie se ha ido expandiendo y el grueso de la población se distribuye por el río Ebro y sus afluentes, en La Rioja, Aragón y Navarra.

La posibilidad de que se estén produciendo otras liberaciones sin control es “muy preocupante”, resalta Francisco José García, biólogo y experto en mamíferos. Recuerda, además, que “reintroducir a los animales así no garantiza su bienestar ni su supervivencia, porque se precisa una planificación completa”. Es necesario asegurarse de que los castores no generen impactos negativos en el ecosistema; de su buen estado genético, para que la población prospere; de sus condiciones de salud, con el fin de evitar la entrada de patógenos o parásitos que puedan afectar a otras especies o a los humanos, y de su aceptación social, remarca la Sociedad Española para la Conservación y el Estudio de los Mamíferos (SECEM).

Jacinto Román, biólogo e investigador en la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), remarca que “no se puede llegar de Centroeuropa en una furgoneta con castores [por los activistas que liberaron a los primeros ejemplares] y soltarlos porque eres un amante de la especie”. Otra cuestión es si su reintroducción reporta beneficios. “No es que sean buenos ni malos, pero para saber cómo va a influir una especie que se había extinguido se necesitan estudios que, de momento, no existen, lo que no se pueden tomar son decisiones viscerales”, responde. A pesar de que cada vez ocupan más territorio, no se conoce el número de ejemplares ni otros datos fundamentales, porque faltan estudios y métodos de seguimiento fiables para evaluar la magnitud y evolución de la población, plantean expertos en la especie.

Huellas de castor halladas en la cuenca del Guadalquivir este agosto.Jacinto Roman

Un ejemplo de que esa forma de repoblación no fue la mejor idea es que muchos de los roedores que nacieron a partir de la primera suelta de los activistas acabaron muertos. Cuando se descubre su presencia, en 2005, las comunidades autónomas colonizadas por la especie obtuvieron un permiso de la Comisión Europea para exterminarla, precisamente por la ilegalidad de la actuación y las dudas sobre los problemas que una actuación semejante podría acarrear al medio. El plan se puso en marcha, y entre 2008 y 2017 se atraparon 216 castores, lo que supuso la eutanasia de muchos de ellos. En 2018, la Unión Europea dio un giro y decidió que se trataba de una especie nativa y, en consecuencia, el Gobierno español la protegió ―en 2020 se incluyó en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE)―, lo que prohíbe su captura.

Con el castor ya en su territorio, los técnicos de la Junta de Andalucía están comprobando si la especie que se ha detectado en la cuenca alta del Guadalquivir es la europea (Castor fiber) ―la nativa, que se extinguió de España y está protegida― o la americana (Castor canadensis), lo que supondría la introducción de ejemplares exóticos, que podrían ocasionar importantes problemas para la fauna y flora autóctona. También intentan averiguar si son silvestres o proceden de una suelta sin permiso.

La bióloga Teresa Calderón se topó hace un año con otro caso que se sospecha tiene su origen en otra liberación irregular. Calderón descubrió signos inequívocos de la presencia del castor en el río Tormes, en el Parque natural de Los Arribes del Duero, pegando con la frontera de Portugal. Según un estudio realizado por la investigadora, el castor habría tardado 41 años en llegar allí por expansión natural, ya que la otra observación documentada de la especie en el Duero se encuentra a una distancia de 611 km por la ribera del río (332 en línea recta). Por este motivo, Calderón también se plantea la opción de una suelta intencionada. El Departamento de Espacios Naturales, Fauna y Flora del Gobierno de Castilla y León, una comunidad a la que ya han llegado ejemplares, pero de forma natural, está realizando un seguimiento de esta población, por el mismo motivo.

Repoblación con ciencia

El lastre en la reintroducción del castor es el desconocimiento sobre su situación actual, “pero mucho más lo es la carencia de datos de antaño, antes de que se extinguiera la población”, plantea Román, investigador de la EBD-CSIC. “No sabemos cuándo desaparecieron, cuántos hubo, en qué cuencas…, así que nos movemos en el oscurantismo”, explica. Uno de los relatos que más circulan es que el castor sobrevivió en España hasta el siglo XVII o XVIII, y acabó desapareciendo por la caza excesiva. Román sostiene, sin embargo, que las únicas certezas que existen se remontan a la prehistoria y llegan hasta el periodo prerromano. “Pero a partir de ahí no existen evidencias, la más reciente es del siglo I o II a. C.”. En Europa, la presión cinegética lo había restringido a varias cuencas aisladas a principios del siglo XX.

“Pero una vez que sabes que hay castores y los dejas, pasa lo del Ebro y se extienden, entonces tienes que actuar, saber hasta dónde llegan, cuántos hay, de qué especie...”, plantea Román. Algo que considera que no es está llevando a cabo en España. Incluso existen encontronazos con el hombre, debido a la costumbre de este ingeniero de ecosistemas de construir presas con troncos y ramas en ríos y acequias y realizar grandes madrigueras, acumulando madera.

Como material de construcción utilizan los árboles ribereños, que en ocasiones tienen dueño, como las explotaciones de chopos, nogales y otros frutales. En Aragón reciben al año una media de una docena de quejas de agricultores por los daños causados por la especie. Allí, el área de distribución se concentra en la provincia de Zaragoza, en el Ebro y sus afluentes. También han llegado desde Navarra por el río Onsella, están en la provincia de Huesca y han comenzado a colonizar Teruel. El Gobierno regional no conoce el número de ejemplares. En La Rioja, el castor ocupa 375 kilómetros de los ríos principales y estiman que habrá unos 460 ejemplares. Para evitar daños, asesoran a las plantaciones forestales sobre las medidas de protección y pagan los desperfectos que producen. Y en Navarra hay trabajos que indican que la población puede superar los 500 ejemplares.

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