Un adolescente en Bilbao a 40° en la ola de calor: “Yo no he conocido los veranos frescos y lluviosos que dicen mis padres”

La capital vizcaína ha llegado a los 39,8°, una temperatura desacostumbrada en las ciudades del norte

Ambiente por el centro de Bilbao durante la tercera ola de calor del verano, este miércoles 9 de agosto de 2023.Fernando Domingo-Aldama

El asfalto escupe fuego, la acera quema y los bilbaínos buscan oasis umbríos. Las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) se han cumplido este miércoles y el País Vasco, que tenía un aviso rojo por altas temperaturas en el interior de Bizkaia y Gipuzkoa, se ha quedado a las puertas de los 40 grados. En Bilbao, más acostumbrado a la lluvia y a las temperaturas suaves, el carrusel de gorras, sombreros y pamelas que protegen...

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El asfalto escupe fuego, la acera quema y los bilbaínos buscan oasis umbríos. Las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) se han cumplido este miércoles y el País Vasco, que tenía un aviso rojo por altas temperaturas en el interior de Bizkaia y Gipuzkoa, se ha quedado a las puertas de los 40 grados. En Bilbao, más acostumbrado a la lluvia y a las temperaturas suaves, el carrusel de gorras, sombreros y pamelas que protegen las cabezas de los osados paseantes, a menudo portadores de granizados, agua o refrescos, ratifica la predicción, que se ha quedado a dos décimas de cumplirse, en 39,8° según la estación meteorológica del aeropuerto. El sol se ensaña, intensificado por la humedad, y las opciones para soportar la ola de calor se reducen a ir al mar o a refrescarse en las fuentes.

En el museo Guggenheim, los turistas se protegen bajo la sombra del florido perro gigante Puppy, los paraguas emergen contra la luz y no contra la lluvia y los chavales gozan bajo unos chorros al pie de la pinacoteca. Decenas de críos corretean entre el agua de una fuente ideal para jornadas tórridas y que se activa cada verano. Juan Pichardo y Teresa Díaz, de 65 y 66 años, vigilan a sus nietos y agradecen las salpicaduras de sus juegos. “Aquí se está fresquito y se divierten”, cuentan provistos de bañadores y toallas. Al inglés Maxwell Ross, de 10 años y recién descendido del avión procedente de Londres, le da igual empapar su camiseta, pantalones y calzado para escapar del infierno vasco. Su padre, Simon Cooper, de 58, suda profusamente mientras su cara adquiere un tono rojizo. “No me esperaba un calor tan fuerte en el norte de España”, dice. Tampoco su pareja, Olya, de origen serbio, quien responde con un “¡Wow!” a la noticia de la alerta roja por altas temperaturas. Ella lo lleva mejor, pero a él lo han vapuleado.

“Yo no he conocido los veranos frescos y lluviosos que dicen mis padres, el calentamiento global está pegando”, explica Iñaki Arrieta, de 14 años, en la playa de Sopelana. Las altas temperaturas han cambiado las vacaciones de Maite y Pedro, dos bilbaínos que cuentan cómo antes tendían “a ir al sur” en busca de calor, “y ahora es al revés: la gente viene aquí”, comentan, ya que los últimos veranos han sido calurosos y no están trayendo precipitaciones, más allá de algún sirimiri. La brisa cantábrica rebaja sofocones bajo la alerta de galerna: un enorme descenso térmico y viento desbocado en apenas minutos al final de la tarde.

Fuente de Abandoibarra en Bilbao, en miércoles 9 de agosto de 2023.Fernando Domingo-Aldama

El norte de España ha vivido este miércoles temperaturas muy excepcionales. No solo en el País Vasco, donde 56 personas han tenido que ser atendidas por el episodio de altas temperaturas, sino también en lugares como el norte de Burgos, donde se ha registrado en Medina del Pomar el récord para la zona de 40,1°. El termómetro de la céntrica plaza de Moyía marca 36° a las 12.21, 41° a las 14.01 y 45° a las 15.35. El mercurio sufre los embates solares mientras otro termómetro, a la benévola sombra, deja el sofocón en los 40 que había previsto Aemet que se alcanzarían en Bilbao. Margarita Martín, delegada vasca de la agencia meteorológica, avisa: “El viento del sureste hace que aumenten las temperaturas y puede haber vendavales o galernas a última hora”.

Unos árboles de la plaza cobijan a una familia paraguaya a la espera del autobús para la playa. Alexis López y Princesa Escurra, de 25 y 26 años, llevan varios años en la ciudad y han preparado una nevera azul para el día. “Naranjas, manzanas, zumos, agua, refrescos y empanadillas”, enumeran junto a sus revoltosos sobrinos, pertrechados con cubos y rastrillos. “¡Yo estoy fatal, echo de menos el fresquito!”, lamenta Escurra, mientras su prima Claudia López, de 22 y recién llegada de Madrid, donde también este miércoles hay aviso rojo por altas temperaturas, sonríe condescendiente: le van a hablar a ella de calorazo. Las calles se notan vacías pero ahí siguen los trabajadores. Los obreros Nacho Tinto y Odei Morillas, de 44 y 27 años, resoplan tras su primer turno. “¡El calor que hace no es normal! Van un par de veranos pegando los 40°”, afirma el primero, harto de sus recias botas y uniforme largo.

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