La OMS pide a los países que frenen a las tabaqueras que tratan de lavar su imagen como industria verde

El organismo internacional alerta en un informe de la grave degradación ambiental que conlleva la producción mundial de cigarrillos

Un hombre trabaja en un secadero de tabaco en Mbola, en Tanzania.CHRISTIAN WERNER

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido a todos los gobiernos del mundo que prohíban a las multinacionales tabaqueras las prácticas de lavado verde de imagen (algo conocido por el término en inglés de greenwashing) que realizan para intentar rehabilitar su maltrecha imagen pública. En contra de los mensajes verdes que...

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La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido a todos los gobiernos del mundo que prohíban a las multinacionales tabaqueras las prácticas de lavado verde de imagen (algo conocido por el término en inglés de greenwashing) que realizan para intentar rehabilitar su maltrecha imagen pública. En contra de los mensajes verdes que lanza la industria, la OMS ha advertido de que el tabaco no solo daña la salud del ser humano —se estima que ocho millones de personas mueren al año por enfermedades relacionadas con este producto—, sino que también tiene importantes impactos en el medio ambiente y alimenta el cambio climático. Pero esta “degradación ambiental” es ignorada a menudo por los responsables políticos, como ha recordado este jueves Rüdiger Krech, director de Promoción de la Salud de la OMS.

Esta organización ha incidido en que los gobiernos tienen en sus manos un instrumento para acabar con estas prácticas de lavado de cara, que están en el corazón de las campañas de responsabilidad social empresarial y marketing de las multinacionales de este sector: el Convenio Marco para el Control del Tabaco de la OMS. Este acuerdo internacional, firmado en 2003 en el seno de la ONU, ya implica la prohibición de la publicidad del tabaco.

La petición de la OMS a los gobiernos se ha realizado en un seminario que ha organizado junto a STOP, un organismo internacional de control del sector del tabaco. “Es una industria muy peligrosa que no solo mata al ser humano sino también al planeta”, ha resumido Andy Rowell, miembro de STOP y del Grupo de Investigación de Control del Tabaco de la Universidad de Bath. Rowell ha puesto el foco, entre otros asuntos, en la contribución al cambio climático de las tabaqueras, a las que no se suele ligar al problema del calentamiento global.

Pero, según se expone en un informe elaborado para este seminario por la OMS y STOP, cada año las tabaqueras son responsables de las emisiones a la atmósfera de 80 millones de toneladas de dióxido de carbono. “La industria está tratando de decir que está cambiando y que cada vez es más sostenible”, ha añadido Rowell. “Pero desde la producción hasta las colillas tienen impactos”. Para producir los seis billones de cigarrillos que se fabrican cada año se usan más de 22.000 millones de metros cúbicos de agua, muchas veces en países en los que este recurso ya escasea, según detalla el informe conjunto de estas dos organizaciones. “22.000 millones de metros cúbicos es más de dos veces y media el suministro del agua del Reino Unido”, ha explicado Adriana Blanco, la responsable del secretariado del Convenio Marco para el Control del Tabaco de la OMS. “No estamos hablando de una pequeña contribución al problema, sino de una muy grande”, ha avisado Blanco al referirse a cómo contribuye la industria del tabaco a la degradación ambiental. Ese impacto en la naturaleza es “una razón adicional para dejar de fumar”, ha afirmado por su parte la doctora María Neira, directora del área de Medio Ambiente y Salud Pública de la OMS.

Acreditaciones verdes

“La industria tabacalera ha intentado lavar su reputación a través de programas como la limpieza de playas y la financiación de organizaciones ambientales y de auxilio en casos de desastres”, advierte el informe presentado. “Esta práctica se realiza especialmente en los países de ingresos bajos y medios, a los que las compañías tabacaleras se dirigen para aumentar las ventas y las ganancias”, añade el estudio. “Esta industria está causando un coste incalculable en la salud de los fumadores, de los no fumadores y de los agricultores”.

Pero, a pesar de las advertencias, se siguen permitiendo las campañas de lavado verde de imagen. La OMS no se ha limitado a lanzar esa petición a los gobiernos para que veten estas prácticas. También pone el foco sobre las organizaciones de acreditación ambiental y de sostenibilidad para que dejen de respaldar “el lavado verde de la industria” y de otorgar “premios a la industria tabacalera”. En el informe se recuerda que en el mundo existen más de 600 esquemas diferentes de responsabilidad social empresarial que no están armonizados, por lo que las tabaqueras pueden elegir el modelo que les muestre más verde de todos. Además, pueden aportar los datos de sostenibilidad que más les convengan. Y, cuando salen mal parados por un organismo de acreditación, simplemente lo abandonan. Eso fue lo que ocurrió con British American Tobacco (BAT), Imperial Brands y Japan Tobacco International (JTI), que decidieron salirse del sistema de calificación CDP Forestry cuando recibieron unas malas calificaciones en 2017, según apunta el informe difundido este jueves.

La batalla contra el greenwashing o lavado de cara verde puede ser una de las más determinantes en los próximos años a medida que aumenta la conciencia social sobre la degradación medioambiental del planeta debido a la acción del ser humano. Rara es la gran compañía, por muy sucia que sea su área de negocio, que no esté prometiendo que llegará a las emisiones netas cero de gases de efecto invernadero a mitad de siglo. Pero tras estos anuncios, que se hacen en ocasiones por presiones también de sus inversores, muchas veces no hay planes sólidos ni creíbles.

La situación es tal que el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha puesto en marcha un grupo de expertos internacionales que intentarán combatir estas prácticas. El objetivo es que estos especialistas fijen unos criterios mínimos para poder evaluar las promesas climáticas de los denominados actores no estatales, entre los que figuran las empresas.

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