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31 MINUTOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

31 Minutos: “Han pasado 23 años y pareciera que no hay límites”

La banda de títeres consigue una hazaña en tiempos de cámara rápida: perdurar y unir generaciones

31 Minutos en el Tiny Desk
Antonia Laborde

[Esta pieza es una versión de uno de los envíos de la newsletter semanal de Chile, que se envía todos los jueves. Si quiere suscribirse, puede hacerloa través de este enlace].

Muy buen jueves, queridos lectores:

Es probable que hayan visto o, al menos, escuchado que la banda chilena de títeres 31 Minutos estuvo en el Tiny Desk, la serie de populares conciertos que se graban en la redacción de la radio pública estadounidense, NPR, en Washington. Han pasado tres días desde que subieron el vídeo a Youtube y ya roza los seis millones de espectadores. Como referencia, el de Bad Bunny, colgado en internet hace seis meses, acumula 16 millones. “Ya han pasado 23 años y pareciera que no tiene límites. Seguimos encontrando nuevos espacios, seguimos en gira, haciendo películas”, le contó Álvaro Díaz, uno de los creadores, a EL PAÍS. “Nos siguen presentando proyectos que nos obligan a seguir siendo originales y auténticos”, agregó sobre la banda que se estrenó en Chile en 2003 en el canal público, TVN, y alcanzó una gran fama entre el público infantil, que hoy es adulto, y ahora escucha las canciones con sus hijos.

Además del torrente de creatividad en la puesta en escena y las sendas dosis de talento que tiene el grupo, me gustaría destacar esta hazaña en la logra unir a distintas generaciones. De perdurar y reinventarse sin perder la esencia. En estos tiempos que parecen ir en cámara rápida, al menos a mi me cuesta digerir e identificar lo que están consumiendo las nuevas generaciones antes de que pasen de moda. Por eso el que 31 Minutos logre conquistar a las diversas audiencias con letras de canciones cargadas de humor y mensajes educativos durante más de dos décadas los vuelve una suerte de especie en peligro de extinción. Y no solo en Chile, sino a nivel latinoamericano, con un fuerte arrastre en México. Han habido otros espacios y equipos ingeniosos que no sobrevivieron a la lógica actual y otros a los que nunca se les abrió la puerta del mundo del entretenimiento.

Jani Dueñas, voz del personaje Patana, contaba en una entrevista con Fabrizio Copano, que tras grabar el show en el Tiny Desk los artistas deben firmar el repertorio que cantaron, el que queda expuesto en uno de los pasillos de NPR. Relataba que puso su nombre y escribió “Chile”. Entre risas se preguntaba por qué había agregado el país, pero creo que el orgullo de todos los que celebraron el triunfo de la banda en sus redes sociales es la respuesta. Las decenas de miles de comentarios en el vídeo están plagados de agradecimientos y alusiones a la “nostalgia”, esa tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida. Lo bueno es que en este caso no está perdida. Hay niños que siguen descubriendo canciones como Mi muñeca me habló, Baila sin César o Equilibrio espiritual y ahora la cantan con sus padres.

Los invito a leer algunas de las mejores crónicas, reportajes, entrevistas y columnas que hemos publicado en la última semana en EL PAÍS desde la redacción de Santiago de Chile.

Muchas gracias, queridos lectores. En una semana, el próximo jueves, una nueva newsletter de EL PAÍS en sus buzones.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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