Miremos la adolescencia
Como adultos, somos responsables de guiar y proteger a las futuras generaciones, pero no basta con imponer reglas; necesitamos escucharnos, comprendernos y aceptar las diferencias

Con el inicio del año escolar, reaparecen noticias preocupantes, como las profesoras que fueron agredidas violentamente por estudiantes. Desde la pandemia, es evidente que las relaciones dentro de la escuela se han complejizado. Entre los múltiples factores, uno poco visibilizado suele ser la enorme brecha de lenguaje que existe entre adultos y adolescentes, un tema que ha cobrado notoriedad con el estreno de la serie Adolescencia. No se trata solo de palabras, sino de formas de comunicarse y de comprender la realidad.
Padres y docentes (incluso con años de experiencia en aula), sienten que apenas logran conectarse con el mundo paralelo en el que habitan sus estudiantes: las redes sociales. Si bien siempre ha existido una diferencia generacional, la velocidad de los cambios tecnológicos ha hecho que esta brecha sea cada vez más profunda e incontrolable.
A esto se suma una evidente crisis de autoridad. ¿Cómo ejercerla de manera sana en un contexto donde las normas tradicionales ya no bastan para fijar límites en la realidad digital? Como adultos, somos responsables de guiar y proteger a las futuras generaciones, pero no basta con imponer reglas; necesitamos escucharnos, comprendernos y aceptar las diferencias. Sin embargo, estas habilidades no se enseñan en los colegios de manera estructurada, ni a los adultos, ni a los estudiantes.
La falta de herramientas para el diálogo y la resolución de conflictos en la escuela nos lleva a desperdiciar valiosas oportunidades. Los conflictos son parte de la convivencia, pero, en lugar de gestionarlos de manera reactiva, podríamos usarlos para promover actitudes ciudadanas y democráticas.
Ante este escenario y en el marco del debate sobre ajustes curriculares, es urgente priorizar la enseñanza de habilidades como la mediación y la escucha activa. El siglo XXI nos exige preparar a las nuevas generaciones para convivir en tiempos de incertidumbre y transformación.
Quizás la adolescencia, tan cuestionada, tiene mucho que enseñarnos. Pero para aprender, primero debemos mirar. Es hora de hacerlo.
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