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RENÉ OROZCO
Columna
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René Orozco, el médico que salvó a la U

Fallece el presidente durante 13 años de la institución, con una gestión que jamás será olvidada por sus notables éxitos y por la pasión con la que encaró sus fracasos

Sergio René Orozco Sepúlveda vicerrector académico de la Universidad de Chile
Sergio René Orozco Sepúlveda vicerrector académico de la Universidad de Chile.Universidad de Chile

En los viejos tiempos, cuando el Club Deportivo de la Universidad de Chile estaba ligado a la casa de estudios, era impensable que su timonel no hubiera pasado por sus aulas. Carlos Pilasi, Eduardo Simián, Eugenio Velasco, Juan Hamilton y un puñado de académicos —fundamentalmente de derecho o medicina— siempre estuvieron al frente del club.

La tradición se rompió cuando Waldo Greene, un contador auditor con negocios inmobiliarios, aprovechó el desolador vacío que los abogados Rolando Molina y Ambrosio Rodríguez, muy ligados a la dictadura, dejaron en la institución, con severos problemas económicos. En 1988 el club perdió la categoría, Greene renunció, y también el entrenador Manuel Pellegrini. Las aguas volvieron a su cauce. El doctor Julio Montt y el abogado Mario Mosquera impulsaron al club a la primera división, pero la crisis futbolística era demasiado evidente. Cuando el nefrólogo René Orozco se postuló, en 1991, se cumplían más de dos décadas sin haber sido campeones.

Orozco, un médico de fuerte personalidad, era un hombre cercano a la Democracia Cristiana conservadora. Confesó alguna vez que las disputas familiares con su hermano, el general Héctor Orozco —quien llegó a ser director de inteligencia del Ejército, muy cercano a Pinochet y quien murió a los 93 años cumpliendo condena en Punta Peuco— eran épicas. El doctor le reprochó siempre a la dictadura sus afanes por desmembrar la Universidad, jibarizándola para alentar a las privadas. Y, sobre todo, el paso de los rectores designados, que desvalijaron al Club Deportivo.

René Orozco estuvo 13 años a la cabeza de la U. Le devolvió la grandeza, recuperó los títulos perdidos y, en las temporadas 94 y 95, se dio la mayor de las satisfacciones: le ganó dos campeonatos a los archirrivales de la Universidad Católica.

Su gestión estuvo marcada, sin embargo, por la irrupción de las barras bravas, a las que protegió y amparó, en el afán de ‘educarlas’. Y a un creciente deterioro económico. Cuando renunció, en el 2004, el club les debía tres meses de sueldos a sus trabajadores y la continuidad de su gestión ya era inviable.

Al producirse la quiebra estaba absolutamente desligado de la institución, pese a que alzó la voz para protestar por la creación de la sociedad anónima que administraría al club, y que, pese al absoluto cambio de giro, estuvo regida otra vez por académicos de la U: Federico Valdés y José Yurasceck, que en el arranque del ‘fútbol empresa’, llevaron a los azules a la conquista de su primer título internacional, la Copa Sudamericana. Gesta que Orozco, por supuesto, disfrutó y supo valorar.

Ya sobre el final de sus días arremetió contra la administración del empresario Carlos Heller, un reconocido hincha azul, pero que, agobiado por las críticas y las presiones familiares, le cedió sus acciones a compradores desconocidos, representados por la firma Sartor. El nuevo presidente azul es Michael Clark, ingeniero comercial…de la Universidad Católica, aunque ha insistido en que siempre fue hincha de la U, sin poder acreditarlo fehacientemente.

Orozco murió a los 93 años, con la salud deteriorada, pero sin perder jamás la pasión por un club que se salvó, deportiva y administrativamente, gracias a su gestión. Que recuperó la mística y que volvió a ser influyente tras el descrédito de la gestión Molina y de la pérdida monstruosa de su patrimonio, que significó que el sueño del estadio propio se postergara indefinidamente.

En el afán por lograr que la U tuviera un recinto deportivo propio, René Orozco se embarcó en varias aventuras improbables y de mal final, pese a su innegable entusiasmo. Un símbolo de lo que fue su paso por el club. Polémico y con matices, pero azul hasta la médula. Un romántico viajero, como correspondía.


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