Mon Laferte: “A los 40 años sentí que, para el mundo, se me acababa la vida”
La artista chilena inaugura una mayúscula exposición en Santiago sobre la culpa, la violencia y los estereotipos con que deben lidiar las mujeres
Cuando la cantante chilena Mon Laferte (Viña del Mar, 41 años) se aprontaba a cumplir 40 años, sintió que, de alguna manera, se le “acababa la vida para el mundo”. La artista agarró esa angustiante emoción y la utilizó de inspiración para la Exposición Autopoiética, inaugurada este martes en el Centro Cultural Matucana 100, en Santiago, donde visualiza los estereotipos y formas de vida que imponen discursos de culpa y violencia en las mujeres. El nombre de la muestra alude a la palabra acuñada por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela en 1973 referente a la capacidad de un organismo de autosanarse.
Sentada en un banco a las afueras de la galería principal del recinto que acoge su multifacética muestra —gráfica, pintura, sonido, instalación, obras relacionales, video, esculturas y performance —, la cantante radicada en México hace 17 años explica cómo afrontó la crisis de la edad. “Está la percepción social de que una mujer llega a los 40 y es como el inicio del fin, pero yo soy autopoiética, así es que dije: ‘no, me voy a regenerar y empezamos de nuevo. Este es el inicio de algo”, plantea horas antes de abrir las puertas por primera vez a la exposición en el surponiente de Santiago.
Para trabajar el tema de la culpa, Laferte hizo un llamamiento a que las mujeres compartieran con ella sus experiencias, marcadas por el abuso y la violencia. En cada rincón de los 1.000 metros cuadrados de muestra aparecen testimonios, objetos, y experiencias sensoriales crudas que, de alguna manera, encuentran un lugar seguro para liberarse.
Pregunta. ¿Por qué quiso abordar el tema de la autosanación?
Respuesta. Es mi naturaleza, tengo una cosa como muy maternal de toda la vida de cuidarte. Supongo que también tengo el síndrome de la protectora. Quiero hacerle un cariñito a las mujeres, pero también a mí misma. Se me ocurrió todo esto cuando yo estaba a punto de cumplir 40 años.
P. ¿Por qué sintió que necesitaba hacerse un cariñito a los 40?
R. Estoy en un buen momento, pero también es una presión social. Yo me dedico a las artes en general, pero mi profesión principal ha sido la música y veo un montón de mujeres colegas que admiro un montón luchando contra la edad, con su cuerpo. Es cierto que hay una venta y una necesidad de que las mujeres seamos estéticamente perfectas bajo la concepción de lo que es la belleza de los 20 años. Entonces, a veces a una le entra un poco este miedo de ¿cómo voy a envejecer? ¿quién voy a ser?
P. ¿Y cuáles fueron las respuestas que encontró en esta exposición?
R. La respuesta no lo sé todavía, pero es dejar que me sorprenda la vida. Es ver quién soy, descubrirme. Sí, quiero envejecer de la manera más digna posible para mí, sin el prejuicio y sin la idea de los estereotipos, liberándome de todo eso y hacer esta exposición me ayudó mucho a nivel personal. Me llegaron historias de mujeres de lugares muy distintos, de niveles socioeconómicos y culturales muy diversos, pero al final las problemáticas son transversales: lo físico, lo estético, el peso, la maternidad, el abuso sexual. Yo hasta el día de hoy me siento culpable por un abuso que tuve en mi adolescencia. Racionalmente sé que no soy culpable, pero hay algo muy profundo en mí que piensa que, a lo mejor, esa niñita hizo algún gesto que provocó que esta persona abusara de mí. Y eso es lo que más se repetía en los relatos de las personas.
P. Se repetía el que las mujeres sintieran culpa por haber sufrido abuso.
R. Constantemente. Imagínate, sentirte culpable porque alguien abusó de ti. O no haberle dicho a nadie, o permitir que pasara. Pero claro, ¿qué haces cuando tienes 10 años? O incluso 18 o a los 30. No puedes sentirte culpable por un abuso, no hay edad para eso.
P. ¿Cuánto sirve compartir la experiencia?
R. Es parte justamente de una sanación. Algunas dijeron que querían que estuviese su nombre, su cara y otras prefirieron el anonimato. No quiero que suene como un libro de autoayuda, pero es la idea de sanarnos. Es muy personal. Yo, por ejemplo, tomando terapia me he dado cuenta que no necesito que me diga qué hacer, sino que muchas veces verbalizándolo y externándolo ya está sucediendo esa sanación porque te haces consciente. Y esto es lo mismo, muchas de estas mujeres, como las arpilleras con que trabajé, que son mayores, tuvieron casi una epifanía de contar cosas que nunca habían contado en su vida a una desconocida, que soy yo, pero que de alguna manera sienten cercana y que pueden porque me conocen cantando,.
P. ¿Se preparó psicológicamente para escuchar estos dolores?
R. No, y no estaba preparada. De repente me vi en un momento muy oscuro. Creo que me deprimí. Mi esposo tuvo que lidiar un poco conmigo porque lloré, estaba de mala. Mi hijo me vio llorar por primera vez y me preguntó por qué. Le expliqué todo lo que estaba haciendo, pero no sé si lo entiende todo porque es muy chiquitito [dos años y medio]. Pasé momentos bastante densos, oscuros, pero al final también es darte cuenta que somos todas tan parecidas en las cosas que nos pasan que de alguna manera te ayuda. Eres parte del colectivo, nos encontramos y se da una complicidad entre las mujeres.
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