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La chileno-china que dejó el tenis de mesa por 30 años, retomó en pandemia y a los 57 representará a Chile en los Juegos Olímpicos

Tania Zeng, seleccionada nacional, habla con EL PAÍS sobre su historia: “Me siento como una chilena más, acá lo tengo todo”. Hoy se prepara para París 2024

Tania Zeng
Tania Zeng, en la sede del Comité Olímpico de Chile, el día 21 de junio de 2024.Cristóbal Venegas

Tania Zeng (57 años, Foshan, China) es una mujer que, cuando habla, ríe. Y, cuando ríe, ríe fuerte. Recibe a EL PAÍS un viernes lluvioso de junio en Santiago de Chile. Son las 11 de la mañana y acaba de terminar su entrenamiento con el equipo chileno de tenis de mesa en el Centro Nacional de Entrenamiento Olímpico, en la comuna de Ñuñoa. Antes de la entrevista se pone su chaqueta roja, propia de los seleccionados nacionales y su marido, Arturo Aravena, le arregla el cuello de su camiseta.

La jugadora de tenis de mesa capturó la atención y, también el corazón, de los chilenos al representar al país en los Juegos Panamericanos Santiago 2023. En su primer partido de la competencia individual venció a la dominicana Eva Brito, nacida en 1995, remontando un marcador de 2-0. En la segunda ronda, perdió ante la estadounidense Lily Ann Zhang. En la competencia por grupos, junto a Paulina Vega y Daniela Ortega, obtuvo la medalla de bronce.

Tania Zeng.
Tania Zeng.Cristóbal Venegas

En Santiago 2023 fue la deportista de mayor edad de la delegación nacional y, a pesar de haber llegado de China a sus 22 años, se sentía como una chilena más. El 18 de mayo pasado, en el Preolímpico de tenis de mesa disputado en Lima, obtuvo la clasificación a los Juegos Olímpicos de París y se convertirá en la deportista más longeva que representa a Chile en esta competencia.

El 29 de junio viaja a Portugal para entrenar previo a la cita mundial, como lo ha hecho desde que comenzó su vida como deportista de alto rendimiento en 2019, y no va sola. Su marido, de 68 años y ya jubilado, la sigue: “Como matrimonio nosotros lo estamos pasando súper bien y yo me siento muy relajada al ir acompañada de Arturo a las competencias, porque se preocupa de las maletas, de los horarios, de todo”, dice sobre el hombre con el que lleva 30 años casada.

Zhiying Zeng nació en la ciudad de Foshan, en la provincia de Cantón, en el sur de China, el 17 de julio de 1966. Desde los nueve años hasta los 21 años jugó tenis de mesa de forma competitiva. Su mamá, quien falleció en 1995, era entrenadora de este deporte.

En 1989, Zeng recibió una oferta de un club de tenis de mesa de Arica, en el extremo norte de Chile, para entrenar a niños en edad escolar. Con un español que era difícil de entender, se presentaba: “Hola, soy Zhiying Zeng”. Unos ojos confundidos la miraban y supo que era necesario otro nombre y adoptó el de Tania: “Zhiying era un nombre difícil de recordar, aunque lo repitiera una, dos o tres veces, pero de Tania todos se acuerdan”, comenta. Su marido, bromea, y dice que Tania es su nombre artístico.

Su trabajo como entrenadora era solamente durante las tardes y, para una joven de 22 años, los días eran lentos: “Empecé a recorrer la ciudad, a conocer a muchos comerciantes chinos y ellos me preguntaban ¿Por qué no te dedicas al comercio?”. Después de un año y medio como entrenadora, en Arica abrió una tienda de ropa interior que luego complementó con artículos de ferretería. En 2005 se mudó a Iquique –también en el norte del país– y junto a su único hermano, recién llegado a Chile, abrieron una tienda de muebles de oficina. Entre el ajetreo del mundo comercial y su vida familiar con dos hijos, las paletas de tenis de mesa fueron quedando atrás. En ese movimiento de aquí para allá, la encontró la pandemia.

En 2020 y 2021, unos volvieron a abrir las cajas de rompecabezas, otros acompañaron las horas con lana y palillos, y muchos otros ocuparon sus manos para amasar el pan. Tania Zeng volvió al tenis de mesa. Ella, una mujer activa —con su marido les encanta salir a caminar diariamente por la playa de Iquique—, no se veía sentada.

“No jugué por 30 años y, en pandemia, quería moverme y empecé a jugar tenis de mesa en mi casa para hacer un poco de ejercicio. Y después dije: ‘Esto es lo mío’”, relata sobre su vuelta al deporte. Luego de las cuarentenas, fue a jugar a un club en Iquique: “Entré para divertirme, pero nunca pensé en el alto rendimiento. Viajaba con mi marido y con mis hijos a los campeonatos y lo pasaba muy bien. Empecé a ganar una copa, después otra copa y después otra copa”.

Con sus hijos ya educados, uno es abogado y el otro ingeniero comercial, Zeng entró al deporte de alto rendimiento y pudo mostrar ese potencial que siempre tuvo y que, cercana a los 60 años, sigue teniendo. El negocio familiar lo delegó a sus trabajadores de toda la vida y a su hermano que desde China, donde volvió a cuidar a su padre de 92 años, maneja el stock de la tienda. “Tengo tres personas que han trabajado conmigo hace 20 años. Si hay un problema pequeño, ellos se encargan y yo estoy tranquila”. Ni sus empleados, ni sus proveedores, ni la gente que la atendía en el banco sabían que jugaba tenis de mesa tan bien.

Los que también se sorprenden y la ven con otros ojos, son sus hijos: “Ellos realmente se sienten orgullosos de su mamá. Antes siempre me decían ‘mamá te quiero’ pero ahora, con los logros que he tenido, siento que ellos me miran con admiración”, agrega Zeng.

Tania Zeng durante un partido de tenis de mesa en los últimos Juegos Panamericanos.
Tania Zeng durante un partido de tenis de mesa en los últimos Juegos Panamericanos.

La edad supuso dudas, dice: “En un principio tuve miedo porque tenía 56 años, pero cuando entré a la selección nacional vi que mi cuerpo respondía bien, podía entrenar todos los días sin ningún problema y entonces dejé la edad de lado (...) Me siento fuerte, tengo algunas lesiones propias de la edad, pero son leves”. Las metas que tiene en el deporte también la ayudan a sobreponerse: “Siempre he ido escalando de a poco y eso me mantiene con fuerza y motivada”.

En el Centro Olímpico de Ñuñoa conversa con todos los que llegan al gimnasio, en su mayoría jóvenes entre 15 y 25 años: “La relación con la juventud ha sido súper buena, al entrenar me tratan como una igual, no dicen ‘cuidado con ella que tiene más edad’ y en la cancha también me miran como una competencia”.

El deporte de alto rendimiento vino con una hinchada que no se esperaba, algo que vivió con especial emoción en los Juegos Panamericanos del año pasado: “Uno se siente muy querido, la gente te motiva en los partidos, te sigue, te pide fotos. Todo eso para mí, haber logrado ese cariño tan grande a mi edad, es mucho (...) Siento que en Chile me ha dado tanto, me ha dado muchas oportunidades, me dio una familia, una vida y ahora me dan esta oportunidad de jugar. Me siento como una chilena más porque acá lo tengo todo. Estoy muy agradecida y me siento afortunada”, dice sobre el país al que llegó hace 35 años.

Espera los Juegos Olímpicos contenta y preparada: “Sueño con ganar la primera ronda. Si eso se hace realidad, ojalá pueda ir escalando y ganar la segunda y la tercera”.

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