Chile envejece y no hemos podido detenerlo

Embarcarse en la crianza implica un gran esfuerzo emocional, económico y social. Las recientes políticas de conciliación laboral no son suficientes para abordar este desafío

Los habitantes de Quintero, en su mayoría adultos mayores, recorren las calles de la ciudad con mascarillas debido a su preocupación por la contaminación ambiental en la zona.Cristian Soto Quiroz

En la década del 1950 el promedio de hijos por familia era cinco y hoy es solo 1,3. Chile acumula un largo periodo con una baja sostenida en la natalidad y el INE viene anunciando hace años que con estas cifras acecha el inevitable envejecimiento de la población. Este cambio demográfico tiene diversas repercusiones que se expresan en un menor crecimiento económico, una baja tasa de recambio en el segmento laboral activo y en la configuración de las familias con el bajo interés por tener hijos.

Hoy es el Día Internacional de la Familia y queremos relevar el lugar angular que cumplen para el presente y el futuro. Embarcarse en la crianza implica un gran esfuerzo emocional, económico y social. Requiere que los padres destinen bastante tiempo a las demandas de cuidado, educación o salud que en la mayoría de los casos no son compatibles con las jornadas laborales actuales. Las recientes políticas de conciliación laboral no son suficientes para abordar este desafío.

Por si esto no fuera suficiente, los padres y madres se exponen a juicios constantes sobre sus habilidades, su capacidad para resolver los retos de la parentalidad y ofrecer buenas condiciones de vida para el futuro de sus hijos. El entorno familiar aporta con algunas críticas, el sistema formal genera ciertas expectativas sobre la forma correcta o adecuada de salir victoriosos luego de un berrinche o cuantas normas existen en cada hogar. En los últimos años hemos visto importantes estudios que se refieren al estrés parental, definido como aquel que surge exclusivamente por las labores de la crianza, y que, como todo estrés, puede nublar nuestro juicio, llevarnos a tomar malas decisiones y en casos extremos a ejercer el maltrato hacia los niños y niñas. Incluso desde 2020 se acuñó el término de burnout parental que explica un agotamiento absoluto de estrés crónico que recae sobre los cuidadores, que podría afectar hasta a un 15% de los padres o madres en nuestro país.

En el sistema social que rige hoy día, en el que persisten las brechas de género y el éxito es la prioridad, la pista se hace más pesada para las mujeres cuando prácticamente no existe la corresponsabilidad en el cuidado y las exigencias son abrumadoras. Participar del mundo laboral, lograr hacer una carrera profesional y equilibrar los distintos ámbitos de la vida, tiene como resultado lógico un desincentivo para tener hijos. Los estudios muestran que parejas jóvenes optan por una mascota mucho antes que por convertirse en padres o que prefieren ahorrar para obtener ciertos bienes antes de destinar sus recursos al cuidado de los hijos.

Si queremos evitar el envejecimiento debemos tomar en serio este problema y generar espacios de apoyo a las familias para que no se sientan aisladas a cargo de esta desafiante tarea. Puede parecer que criar hijos es algo natural, pero no debemos olvidar que el individualismo, de viviendas unifamiliares o núcleos familiares viviendo lejos de sus redes, es algo bastante nuevo para la humanidad y, al parecer, no estamos programados para hacer la tarea de manera solitaria.

Es absolutamente necesario aumentar la oferta de programas que entreguen herramientas concretas, que ofrezcan espacios para compartir con otras familias, intervenciones que sostengan a la comunidad para fomentar el rol fundamental de las familias en la construcción de la sociedad. Fortalecer políticas públicas orientadas a apoyar el cuidado infantil, incentivar la colaboración público-privada para favorecer las ofertas hacia las personas y tener una visión de futuro mientras podamos hacerlo. Ejemplo de esto es lo que hacemos en Infancia Primero, donde ofrecemos espacios grupales de encuentro para que los cuidadores, a través del juego, puedan estrechar lazos con sus hijos, compartir con otras familias y adquirir herramientas de parentalidad positiva.

Cada segmento de nuestra sociedad debe contribuir para frenar este fenómeno que nos afecta de manera global. Debemos mostrarnos como una sociedad solidaria, dispuesta a acoger y acompañar a las familias que están criando hijos, empatizando con sus necesidades y ofreciéndonos como una red y no como un obstáculo. Las señales deben ser concretas y sin esperar a que otros comiencen cuando cada cual puede hacer su contribución.

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