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Ignacio Walker: “Si desde el régimen de Maduro se ordenó el asesinato de Ojeda, Chile debiera romper relaciones con Venezuela”

El abogado, que fue ministro de Relaciones Exteriores de Chile en el Gobierno de Ricardo Lagos, analiza las tensiones diplomáticas entre Santiago y Caracas. “El acuerdo de cooperación policial de enero no ha dado resultados”, acusa

Ignacio Walker
Ignacio Walker, ministro de Relaciones Exteriores de Chile en el Gobierno de Ricardo Lagos.Cristian Soto Quiroz
Rocío Montes

Las tensión entre Chile y Venezuela sube con las horas. Hace 11 meses, en mayo de 2023, el Gobierno de Gabriel Boric, de izquierdas, anunció que nuevamente –luego de cinco años– Chile tendría embajador en Caracas. No se habían roto relaciones, pero desde 2018 Chile tenía un jefe de misión sin rango de embajador, aunque Venezuela mantuvo a su embajador en Santiago. El presidente chileno designó a un hombre con experiencia, político avezado, Jaime Gazmuri, socialista. En este tiempo, sin embargo, han sido sucesivos los incidentes de toda índole entre ambos países. Y no solo por la crítica de Boric a las violaciones a los derechos humanos, una constante incluso desde la campaña presidencial. Esta semana, el canciller venezolano, Yván Gil, declaró que el Tren de Aragua era “una ficción mediática internacional”, lo que empujó a Chile a llamar a consulta a Gazmuri. El asunto fue a peor cuando la noche del jueves, el fiscal chileno Héctor Barros, a cargo de investigar el crimen en Santiago de Chile del disidente venezolano Ronald Ojeda, apuntó a un móvil político tras el crimen. Dijo, además, que el secuestro y asesinato fue digitado desde Caracas.

Es lo que analiza en esta entrevista Ignacio Walker (68 años, Santiago), abogado independiente de centroizquierda, que fue ministro de Relaciones Exteriores de Chile en el Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006).

Pregunta. ¿Qué le pareció la decisión de Chile anunciada hace 11 meses de volver a tener embajador en Caracas?

Respuesta. Yo diría que en ese momento fue una decisión correcta. Estaba la necesidad de una colaboración más estrecha en materia de delincuencia, narcotráfico y crimen organizado, considerando la creciente participación de venezolanos en esos delitos en territorio chileno. Pero también está el tema de que las diferencias político-ideológicas no son motivo suficiente para romper relaciones entre los países. Los EEUU y la URSS, en plena Guerra Fría, nunca rompieron relaciones.

P. Dado todo lo que ha ocurrido en este tiempo, con tensiones constantes entre Chile y Venezuela, ¿fue una buena decisión la de hace un año?

R. Yo comparto esa decisión, en ese momento. A las razones anteriores hay que sumar que estaban en pleno desarrollo las conversaciones en torno al Acuerdo de Barbados, en que la comunidad internacional procuraba colaborar para la realización de elecciones libres y democráticas en Venezuela. Hoy ese acuerdo está muerto. Yo recuerdo que bajo la dictadura de Pinochet, junto con la Iglesia Católica, las embajadas eran como nuestro refugio, lugares de reunión y de conversaciones. Lo mismo uno pudiera esperar de Venezuela y otras dictaduras.

P. En estos meses, ¿hay alguna noticia buena que haya traído el intento de normalización de relaciones entre ambos países? El excanciller Heraldo Muñoz ha dicho que “el distanciamiento con el Gobierno venezolano se ha ahondado”.

R. Claro que se ha ahondado. Yo quiero recordar que la izquierda chilena, partiendo por el presidente Boric, se ha ido distanciando del régimen de Maduro. Cuando éste intentó compararse con Allende, fue la propia senadora Isabel Allende la que le salió al paso. Por su parte, la expresidente Bachelet, como Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, también en 2019, emitió un informe lapidario sobre las violaciones a los derechos humanos en Venezuela. Varios dirigentes de la izquierda chilena han llegado incluso a cuestionar que las dictaduras corruptas de Maduro y Ortega, en Nicaragua, sean gobiernos de izquierda. Habría que sumar también las recientes críticas de Lula y Petro.

P. El subsecretario del Interior del Gobierno de Boric, Manuel Monsalve, ha criticado el “débil” apoyo de Venezuela para concretar las expulsiones, luego del asesinato esta semana de un carabinero por parte de un grupo de venezolanos, uno de ellos con orden de expulsión vigente. ¿Ha sido así?

R. Concretamente, sólo hubo un vuelo comercial en que se logró trasladar a venezolanos de vuelta a su país, pero no hay mayores resultados. El acuerdo de cooperación policial de enero no ha dado resultados. Maduro gana tiempo, hace juego de piernas, engaña sistemáticamente a la comunidad internacional. Hemos sido burlados.

P. ¿Diría usted que la Cancillería del Gobierno de Maduro es confiable y se puede llevar a cabo un trabajo bilateral fructífero?

R. Yo tuve una muy buena relación con el excanciller Alí Rodríguez bajo el Gobierno de Chávez. De hecho, con el presidente Lagos pudimos realizar una visita oficial en 2005, que incluyó una reunión formal con los 22 grupos de oposición. Era la primera vez que ellos se reunían, después de siete años de Chávez en el poder. Nada de eso es ya posible. La oposición ha sido sistemáticamente reprimida, hay siete millones de venezolanos que han abandonado el país, y la próxima elección es una burla a la comunidad internacional. Hay que asumir que tenemos tres dictaduras en la región: la dinastía comunista de Cuba, y las dictaduras corruptas de Maduro y Ortega.

P. Esta semana, el presidente Boric anunció el llamado a consultas a su embajador en Caracas, Jaime Gazmuri, luego de que el canciller de Venezuela declarara que el Tren de Aragua es “una ficción mediática internacional”. ¿Qué señal se busca dar o es más bien algo simbólico?

R. Lo del canciller de Venezuela es una provocación, una verdadera bofetada a los gobiernos de Colombia, Ecuador, Perú y Chile que sufren a diario la acción violenta y descarada del Tren de Aragua en materia de crimen organizado y narcotráfico. De paso, el régimen de Maduro se pone completamente al margen de cualquier espíritu bolivariano. El presidente y el Gobierno de Chile han reaccionado con mucha firmeza.

P. Tras las palabras de Gil, varios excancilleres, incluso oficialistas, han dicho que se debería evaluar el retiro del embajador. ¿Concuerda?

R. El embajador chileno, Jaime Gazmuri, está esta semana en Santiago para hablar con el Gobierno y el parlamento. Es un dirigente de una dilatada trayectoria política. Veremos lo que tenga que decir.

P. La Fiscalía chilena apunta a un móvil político detrás del crimen en territorio chileno del exmilitar disidente venezolano, Ronald Ojeda. Un asesinato, dijo el fiscal Héctor Barros, que se habría planificado desde Venezuela. ¿Qué tan grave sería este hecho?¿Qué tan inédito es?

R. La hipótesis del fiscal es muy plausible. Aquí no hubo un secuestro extorsivo del teniente Ojeda, no se pidieron recursos económicos, no tiene ninguna de las características de un delito común. Recordemos que se trata de un teniente disidente que fue encarcelado y torturado, y que logró escapar a Chile.

P. Este caso recuerda en Chile al crimen de Orlando Letelier, disidente chileno, en Estados Unidos en 1976. Eso cambió definitivamente las relaciones de la dictadura de Pinochet con Washington.

R. Definitivamente. Hubo un giro completo bajo el Gobierno de Carter, en torno al tema de los derechos humanos. También bajo el segundo Gobierno de Reagan. No olvidemos que el embajador en Chile, Harry Barnes, que tomó partido por la democracia y los derechos humanos, estuvo a punto de ser declarado persona non grata por la dictadura de Pinochet.

P. Si se comprueba el móvil político tras el crimen de Ojeda, el único sobre la mesa para la Fiscalía chilena, ¿eso amerita romper relaciones con Caracas?

R. Si desde el régimen de Maduro se ordenó el asesinato de Ojeda, Chile debiera romper relaciones con Venezuela. Todo tiene su límite. Los países democráticos de América Latina, incluidos Brasil y Colombia, y por cierto el Gobierno de Chile, tienen que pasar a una nueva fase mucho más proactiva. Maduro es el jefe de una mafia criminal y corrupta que tiene sometido a su pueblo, y que se ríe todos los días de la comunidad internacional. Hay que invocar la Carta Democrática de Interamericana de 2001, y mover todos los hilos, en la OEA, ONU, y todos los esquemas de integración regional y subregional para aislar a las dictaduras corruptas de Maduro y Ortega.

P. ¿Qué consecuencias podría traer un rompimiento de relaciones? Para el control del crimen organizado, por ejemplo.

R. Es que no se ha logrado mucho con el restablecimiento de relaciones, y el acuerdo de cooperación de enero último. Hay que asumir que el régimen de Maduro no tiene ninguna intención de colaborar, en ningún sentido. Lo importante es que Chile no actúe aisladamente, sino en coordinación con los demás países de la región, especialmente los gobiernos de izquierda, los EE UU y Europa. La comunidad internacional tiene que entrar en otra fase, mucho más proactiva y agresiva.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.
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