Biodiversidad periurbana

Una muestra en el Museo Nacional de Ciencias Naturales pone en valor las especies que conviven en la periferia de las ciudades

Residuos plásticos en finca agrícola periurbana, Murcia 2019.

El artista Eduardo Cortils (San Pedro del Pinatar, 1963) se encontraba en un área periurbana de la región de Murcia trabajando con un pequeño observatorio de avistamiento de especies cuando un vecino se acercó. “Aquí no vas a ver nada”, le indicó el lugareño. “¿Cree usted que no? Párese media hora y compruébelo por sí mismo”, le invitó el artista murciano. En efecto, aquel paisaje urbanizado escondía una biodiversidad desconocida para los propios habitantes de la zona. “En otra finca en la que trabajé, me pasaron un listado con cuatro especies autóctonas porque no creían que hubiese más, despu...

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El artista Eduardo Cortils (San Pedro del Pinatar, 1963) se encontraba en un área periurbana de la región de Murcia trabajando con un pequeño observatorio de avistamiento de especies cuando un vecino se acercó. “Aquí no vas a ver nada”, le indicó el lugareño. “¿Cree usted que no? Párese media hora y compruébelo por sí mismo”, le invitó el artista murciano. En efecto, aquel paisaje urbanizado escondía una biodiversidad desconocida para los propios habitantes de la zona. “En otra finca en la que trabajé, me pasaron un listado con cuatro especies autóctonas porque no creían que hubiese más, después de un año les proporcioné un censo con más de 80”, cuenta Cortils. “Creemos que no hay nada porque no sabemos mirar, pero si lo hacemos concienzudamente podemos descubrir lo que de verdad nos rodea”, añade.

Cortils llevó esta intervención artística y contextual a diferentes regiones periféricas de la península durante siete años, el resultado: el proyecto Antropoceno, Arte y Biodiversidad en Escenarios Periurbanos, que puede verse en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (calle José Gutiérrez Abascal, 2) hasta el 20 de octubre (entradas desde 3,5 euros). Antropoceno o Edad de los humanos, es la época geológica propuesta por parte de la comunidad científica para remplazar al denominado Holoceno —la época actual del período Cuaternario en la historia terrestre— debido al impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestres.

Especies autóctonas

En la muestra se exhiben más de 40 fotografías de especies autóctonas de lugares transformados por la mano del hombre. Algunos de estos animales, expulsados de estos parajes, regresan a pesar de los cambios. “Es increíble ver cómo vuelven a lugares que jamás nos imaginaríamos, como por ejemplo el Alcaraván, un tipo de ave que hace sus nidos en una rotonda de acceso a autovía”, cuenta el artista, “son las propias especies las que renaturalizan estos espacios instrumentalizados para la habitabilidad humana”.

Para llevar a cabo este proyecto, Cortils barajó diferentes medios artísticos y escogió la fotografía por su faceta documental, aunque no sin dejar de lado el aspecto más experimental que caracteriza su trabajo como artista contemporáneo. “Me interesaba llamar la atención de la gente, que se preguntasen qué hace ese loco con esa caja grande ahí parado, y después concienciarles de la biodiversidad que les rodea y su valor medioambiental”, explica. Así, decidió realizar una serie de intervenciones contextuales, creando observatorios que no buscaban camuflarse entre el paisaje. “No quería camuflarme y realizar el típico trabajo medioambiental”, cuenta el artista que se inspiró en proyectos anteriores. “Venía de hacer un trabajo, también en la periferia con personas transgénero donde la visibilidad es muy importante, y decidí implantar esa visualidad social en Antropoceno, sin molestar a las especies de estos lugares”, añade.

Los observatorios de Cortils se ven a metros de distancia y están diseñados bajo la técnica de patrones disruptivos, inspirados en el cubismo y utilizados por la armada británica en sus embarcaciones durante la I Guerra Mundial con el objetivo de confundir las distancias tomadas por los telémetros de los submarinos alemanes. “Fue un encargo que se hizo a artistas de la época y eran pinturas muy llamativas”, matiza el autor del proyecto, “con ellas conseguía que la gente viera que en ese campo instrumentalizado estaba ocurriendo algo nuevo, ese algo nuevo no era ni más ni menos que una persona que, mediante el arte, estaba poniendo en valor la biodiversidad que nos rodea y que no está en absoluto atendida ni protegida”.

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Urbanismo salvaje

Uno de estos aparatos “polisémicos” se exhibe junto a las fotografías y otros documentos sobre el “urbanismo salvaje” que Cortils ha constatado durante este tiempo. “Estaba documentando y divulgando la grandeza de la biodiversidad que se adapta a los nuevos paisajes periurbanos, y la vez era inevitable documentar la barbaridad que se está cometiendo con la especulación salvaje del suelo en zonas rurales, que no es más que una reproducción de la vida urbana con el consiguiente impacto para la fauna y flora. Otro gran problema son los tendidos eléctricos de alta tensión responsables de la muerte de tantas especies aviares”, añade.

El artista murciano lleva tres décadas dedicado a proyectos de largo desarrollo. Como cuenta, “las dos primeras las empleé en realizar un arte que podría llamar una ecología mental, de corte intimista, sobre el álbum de fotos de mi abuelo de su estancia entre 1920 y 1940 en África; y otro de ecología social, con proyectos de género y feminismo; y en esta última, un proyecto de corte ambiental, sobre escenarios periurbanos y biodiversidad”.

Aunque no se considera un experto, Cortils cree que “el problema ambiental que nos amenaza es principalmente cultural y está relacionado con nuestra forma de entender el mundo y nuestra errónea forma de relacionarnos con él”. “Si como sociedad supiésemos poner en orden esas tres ecologías (la mental, la social y la ambiental), muy posiblemente nada de toda esta crisis climática nos estaría sucediendo”, concluye. 

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