Crítica

Un disparate musical contra el Brexit cierra el Sónar en el Grec

El compositor inglés Matthew Herbert se vale de todo tipo de artimañas, entre la 'performance' y la música, para criticar la salida europea de su país

Matthew Herbert, con los coros del ESMUC, durante su espectáculo sobre el Brexit. ARIEL MARTINI

El Sónar 2019 cerró sus puertas en el Teatre Grec con una propuesta tan desconcertante como divertida. Un auténtico disparate a medio camino entre el swing de un big band clásica y los despropósitos de un musical de segunda fila del west end londinense.

El argumento es sencillo y directo: criticar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Para hacerlo el compositor Matthew Herbert se vale de todo tipo de artimañas desde llenar el hemiciclo del Grec con aviones de papel en los que supuestamente el público escribía su opinión (debajo de cada asiento había una hoja para que c...

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El Sónar 2019 cerró sus puertas en el Teatre Grec con una propuesta tan desconcertante como divertida. Un auténtico disparate a medio camino entre el swing de un big band clásica y los despropósitos de un musical de segunda fila del west end londinense.

Matthew Herbert

Matthew Herbert Brexit Big Band y Cor Pilot de la ESMUC

Rahel Debebe-Dessalegne, voz.

Esmeralda Conde Ruiz y Pete Wraight, directores

Teatre Grec

Barcelona, 21 de julio de 2019

El argumento es sencillo y directo: criticar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Para hacerlo el compositor Matthew Herbert se vale de todo tipo de artimañas desde llenar el hemiciclo del Grec con aviones de papel en los que supuestamente el público escribía su opinión (debajo de cada asiento había una hoja para que cada asistente hiciera el suyo) hasta rasgar ejemplares de La Razón (el equivalente hispano al Daily Mail, según dijo), hacer pelotitas y lanzárselas entre ellos. Todo adobado por una música en ocasiones eminentemente danzante (el compositor no paró de moverse nerviosamente durante toda la obra), en otras puramente épica pero siempre efectiva, de las que levantan la moral del personal.

Entre chanzas, críticas directas al Brexit y un popurrí de músicas ciertamente pegajosas, la velada transcurrió en un santiamén, lo que a veces es de agradecer. El público abandonó el Grec con una sonrisa en la boca pero no daba la impresión que lo hicieran profundamente impresionados por el desastre, según repitió Herbert, que significa el Brexit. No todo lo cantado era fácil de entender, probablemente si se hubieran facilitado los textos o una explicación mínimamente detallada, el factor crítica social de la obra hubiera llegado más al público que se quedó en la superficie. Y, como la superficie era divertida, se divirtió. Tal como se presentó en Montjuïc el continente se comió al contenido.

Esta nueva obra, que ha ocupado los dos últimos años a Matthew Herbert, no está en las antípodas de sus históricos trabajos pero casi. La electrónica ocupa un papel anecdótico e incluso sus juegos con un micrófono telescópico o grabando al público rompían la continuidad de lo expuesto. Tanto la big band de Herbert, con varios refuerzos locales que incluso tuvieron espacio para hacer algún solo, como las sesenta voces del coro de la ESMUC brillaron a gran altura.

Con todo el escenario lleno de aviones de papel, Matthew Herbert triunfó por todo lo alto. El Sónar acabó con grandes dosis de buen humor y algo de crítica social.

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