Cuando la muerte llega sin acompañantes

17 mayores fallecieron en soledad durante el año pasado en la capital, según datos municipales

Una mujer pasa por delante del número 31 de la calle de Alonso Heredia.F. J. B.

En los últimos cinco años, nadie ha echado en falta a Amanda J., una vecina del distrito madrileño de Salamanca de 83 años. Al menos hasta la semana pasada, cuando una sobrina suya que vive en Israel denunció ante la Policía Nacional su desaparición. Cuando los agentes llamaron a la puerta, nadie les contestó. Decidieron entonces avisar a un cerrajero para que la abriera. La anciana estaba tirada muerta y momificada en la cocina. El caso d...

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En los últimos cinco años, nadie ha echado en falta a Amanda J., una vecina del distrito madrileño de Salamanca de 83 años. Al menos hasta la semana pasada, cuando una sobrina suya que vive en Israel denunció ante la Policía Nacional su desaparición. Cuando los agentes llamaron a la puerta, nadie les contestó. Decidieron entonces avisar a un cerrajero para que la abriera. La anciana estaba tirada muerta y momificada en la cocina. El caso de Amanda se repitió hasta en 17 ocasiones en la capital durante el año pasado, según datos del Ayuntamiento de Madrid.

La autopsia al cuerpo de Amanda desveló que pudo morir a principios de 2014 tras sufrir un ictus, según adelantó ayer El Mundo. No presentaba signos de violencia. Algunos vecinos explicaron a EL PAÍS que la mujer era de nacionalidad argentina y que no tenía hijos. Su única familia eran dos sobrinos que no residen en España. “Muchas veces no la echábamos de menos porque se iba a dormir al gabinete de logopedia que tenía en la calle de Orense. Además, no tenía casi relación con los vecinos. Tan solo era de hola y adiós”, reconocen algunos residentes del número 31 de la calle de Alonso Heredia. “También viajaba mucho, aunque ya con la edad que tenía no iba a Argentina”, añadían los vecinos. En el buzón se acumulaban las cartas, que se las guardaba el portero.

Fuentes del Ayuntamiento de Madrid explicaron que durante 2018 el Samur junto con los bomberos acudieron a domicilios de 17 personas mayores de 65 años que murieron en soledad. Cuando se produce una apertura de puerta y el morador ha fallecido, se hace un estudio social para determinar si estaba en soledad. Para ello, es necesario que hayan pasado un mínimo de 48 horas entre el fallecimiento y el descubrimiento y que no haya ningún familiar que la llame o se interese por ella de forma regular.

La presidenta de la Asociación Provincial de Mayores y Pensionistas de Madrid, Angelina Fernández Berriguete, recuerda que estos casos de muerte en soledad se dan con las personas que pueden valerse por sí mismas. “Cuando ya no se ven capaces, se van a un centro de mayores. El problema es cuando estos mayores se quedan recluidos en sus casas. Es prácticamente imposible llegar a ellos”, explica Fernández Berriguete.

El catedrático de Estructura Social de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Miguel Requena, mantiene que estas muertes en soledad en España, y más concretamente en Madrid, son “excepcionales”: “Los países mediterráneos somos más familiares y, cuando los mayores están mal, se van con estos o a una residencia. Eso no ocurre en los países nórdicos y menos en los anglosajones, que son más individualistas”, reconoce Requena. Este afirma que suele ocurrir más en mujeres que no han tenido hijos. “Ahora existe autonomía doméstica hasta edades muy avanzadas, lo que es un factor muy positivo en las vidas de los mayores”, concluye.

Esta soledad también supone problemas psicológicos importantes para los mayores, según destaca la profesora del departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Psicología de la UNED, Raquel Rodríguez Fernández. Entre ellos, destacan los problemas de memoria a nivel cognitivo y, sobre todo, en el plano emocional, como daños en la autoestima. “Somos animales sociales y, cuando estamos solos, podemos pasarlo mal. Es una consecuencia de que ha aumentado la esperanza de vida. Posiblemente esto se dé mucho más en las grandes ciudades, donde hay mucho más individualismo”, resume la profesora.

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Esta soledad es también consecuencia del cambio social que se vive en la actualidad, según analiza el profesor del Departamento de Sociología Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid, José Santiago: “Las familias continúan haciéndose cargo de las personas mayores, al mismo tiempo que empiezan a desarrollarse nuevas formas de vida más individualizadas que desafían los vínculos familiares tradicionales”. Santiago también califica de “casos concretos” estas muertes en soledad y apuesta por una mayor implicación de todas las Administraciones (local, regional y estatal) para atender a las personas más necesitadas. “Hay poco medios en el estado del bienestar y en muchas ocasiones, la ley de dependencia llega tarde”.

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