La culpa la tiene Bob Dylan

La madrileña Nat Simons presenta hoy su tercer trabajo, ‘Lights’, un tratado de folk-rock, en la sala The Secret Social Club

La cantante Nat Simons en la tienda Headbanger rare guitars, en Madrid VÍCTOR SAINZ

Unas 550 palabras. Su primera canción fue para Bob Dylan. Sabía que posiblemente el de Minnesota nunca llegaría a escucharla, pero el mero hecho de imaginarlo le dio el empuje que necesitaba para lanzarse a la composición. Desde aquel momento, la carrera de Natalia García Poza (Madrid, 1985), alias Nat Simons, ha sido fulminante. Tal vez demasiado rápida, como ella misma reconocía un par de días atrás.

“Hace no mucho apenas sabía tocar la guitarra. Este verano toco en el ...

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Unas 550 palabras. Su primera canción fue para Bob Dylan. Sabía que posiblemente el de Minnesota nunca llegaría a escucharla, pero el mero hecho de imaginarlo le dio el empuje que necesitaba para lanzarse a la composición. Desde aquel momento, la carrera de Natalia García Poza (Madrid, 1985), alias Nat Simons, ha sido fulminante. Tal vez demasiado rápida, como ella misma reconocía un par de días atrás.

“Hace no mucho apenas sabía tocar la guitarra. Este verano toco en el Primavera Sound con mi banda. Me ha costado creérmelo, quitarme muchas inseguridades de encima”, confiesa la artista mientras posa para el fotógrafo entre la Fender de Josele Santiago y la Rickenbacker de Ariel Rot en la tienda de guitarras vintage Headbangers. Hoy presenta su último disco, Lights, en la sala The Secret Social Club de Madrid.

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La música de Nat Simons parece venir de mucho más lejos: Nashville, Memphis o Chicago son los lugares a los que remiten los temas de Lights, su tercer disco, que bebe, como los anteriores, de la música americana de raíz, aunque gana en arreglos y desenvoltura. En sus canciones suenan blues y rock, con un poso countryque recuerda a las piezas más enérgicas de Patty Loveless. Dicho de otro modo: Nat Simons es casi una recién llegada, pero parece que llevara toda la vida en esto.

“Estoy en una fase en la que me siento muy fuerte”, explica. “Venía de justo lo contrario con mi anterior disco: una etapa más depresiva, desubicada: era más joven y tenía más incertidumbres sobre hacia dónde dirigir mi vida, si estaba haciendo las cosas bien. Mis circunstancias personales tampoco ayudaban. Necesitaba quitarme de encima todas las relaciones tóxicas que tenía y volver a mi sitio. En lo musical, de tocar tanto en directo he evolucionado mucho. Yo era una persona muy tímida, cuando me subía a un escenario lo pasaba realmente mal. Pero ahora le he cogido el gusto y por fin disfruto realmente tocando en directo”.

Su padre, fan irredento de Neil Young y la Creedence, le enseñó a tocar la guitarra cuando ella tenía ocho años. Pero no fue hasta la veintena cuando Simons decidió dejar su trabajo en publicidad y dedicar su vida a las seis cuerdas. “Fue después de ver un documental de Bob Dylan. Me cambió algo por dentro. De repente tenía una necesidad imperiosa de sacar todos sus temas. Me compré una acústica y una armónica a la vez y me encerré hasta que los tuve todos”.

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Tiempos de MySpace

Después llegaron sus propias canciones. “Subí algunas a MySpace, cuando esa plataforma ya estaba anticuada. Las grabé en casa, en plan cutre, con un portátil. Y pasó todo muy rápido: me contactó Manifesta Records [no confundir con Manifesto, el sello de Tom Waits o Dead Kennedys, aunque tampoco hubiera desentonado allí], una discográfica independiente de Nueva York. Me grabó un primer disco, me nominaron a los Premios Pop Eye como mejor artista de folk... Pasaron muchas cosas, y yo aún no había tocado ni un acorde en directo”.

Esto sucedía hace nueve años. Nat Simons ya tiene mucha carretera a sus espaldas, y hoy se planta en el escenario con siete músicos. “Lights está muy instrumentado y quiero que suene como el disco en la medida de lo posible”, explica, y zanja: “Vivo de la música. Disfruto con lo que hago. Quién me lo hubiera dicho cuando soñaba con Bob Dylan”.

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