“¡Que salga ya ese Gordo!”

Expectación, cabezadas, disfraces y lágrimas infantiles en el Teatro Real

Los habituales asistentes disfrazados que acuden al sorteo de Navidad.luis sevillano

Tarde y desafiante. A las 13.00 y empezando por 13 salió ayer el Gordo en el Teatro Real. A ver quién se atreve ahora a decir que el 12+1 trae mal fario. La remolonería del 13437 —es el Gordo más tardón que se recuerda— mantuvo la emoción del sorteo, más para quien lo siguió por los medios que para el público que lo vivió en directo. Porque pasado el mediodía, y sin grandes premios para desperezar al personal, muchos dormían en sus butacas acunados por la repetitiva letanía de los niñ...

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Tarde y desafiante. A las 13.00 y empezando por 13 salió ayer el Gordo en el Teatro Real. A ver quién se atreve ahora a decir que el 12+1 trae mal fario. La remolonería del 13437 —es el Gordo más tardón que se recuerda— mantuvo la emoción del sorteo, más para quien lo siguió por los medios que para el público que lo vivió en directo. Porque pasado el mediodía, y sin grandes premios para desperezar al personal, muchos dormían en sus butacas acunados por la repetitiva letanía de los niños de San Ildefonso.

No les culpen, para asegurarse la entrada al directo hay que pasar la noche al raso. En la puerta del Real resistió la madrugada un grupo de señoras de Boecillo (Valladolid) que, disfrazadas de “marujas” con rulos, redecillas y batas, se jactaban de estar “enteras”; es decir, “sin una gota de orujo encima”. Los décimos se los habían dejado en casa a los maridos, explicaban algo preocupadas.

Maguette Fall, llorando tras trabarse cantando un número.Luis Sevillano

También el segundo premio se hizo esperar, hasta casi las 12.30. Eso sí, llegó cargado de justicia poética: lo cantó Maguette Fall, la niña que un par de horas antes se había trabado con un número, echándose a llorar de los nervios. Un empleado de Loterías la consoló muy paternal, ofreciéndole un pañuelo para el moquillo mientras el público la jaleaba con gritos de “¡Guapa, guapa!”.

Formando el respetable, unas mil personas. La mitad, periodistas (de 92 medios). El corresponsal Andreas Klinger preparaba una pieza de dos minutos para un telediario alemán: “Los españoles están locos por la lotería y lo de los niños cantando es curioso… Resulta todo muy pintoresco”.

El del traje de botones, el del traje de pesetas y el del traje de recortes de sofá atendían a los medios en la última fila de la platea. Se llaman Marcelo Budía, Rufino Huertas y Fernando Gracia. El primero, de 80 años, es el diseñador de los disfraces, los otros dos son acomodadores del Santiago Bernabéu. “Este es el día del año que más caso me hace nadie, porque lo que es la mujer y los hijos…”, se quejaba Rufino, que asiste al sorteo disfrazado desde que el euro mató a la peseta. Y van ya 15 años.

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Los actores de la obra Bancarrota dormitan en el Teatro Real durante el sorteo.Luis Sevillano

Ciento veinte euros (casi 20.000 pesetas, que parece que cunden más) le tocaron a Pilar, una chica sentada en primera fila por la pedrea del número 00000. “O sea, el cero”, explicaba la afortunada, sobre la que se abalanzó la prensa ávida de algo que llevarse a la boca durante la larga espera. “Lo compré porque es el que juega la Casa Real”, contó ella, alimentando la leyenda urbana. La mitad del auditorio llevaba de hecho el 0, pero en billetes falsos, que habían repartido como si fuesen octavillas un grupo de actores para promocionar la obra de teatro Bancarrota. La trama va sobre la crisis y el rescate financiero, y fue el único atisbo de actualidad que se coló en el sorteo, que por lo demás podría haber transcurrido cualquier otro año. No hubo actos de reivindicación sindical por el enésimo ERE, nadie ironizó sobre las tarjetas black, ni apareció disfrazado de Pablo Iglesias o el Pequeño Nicolás. Lo más parecido, el Mocito Feliz, asiduo a colarse en las fotos de los famosos, que en esta ocasión se convirtió en el famoso con quien los demás se hacían selfies.

A las 8.30 las bolas cayeron de las liras (los alambres) a la tolva (el embudo que las echa al bombo) con un sonido que en directo recuerda a las olas del mar. A las 13.08 se acabó lo que se daba. El último premio, el tercero, salió apurando al límite, a un minuto del final. Entre medias tocó esperar. Cada vez que uno de los niños (Jhon, Lloida, Marileisi, Faisal, Nicole, Youssef...) tomaba aire para cantar un premio pequeño, el patio de butacas se ponía en pie. Y cada vez que no era el Gordo, sonaba un “¡Aysh!” decepcionado. Como si los 60.000 euros de un quinto fuesen poca cosa. A medida que avanzaba la mañana, y crecía la expectación, la gente empezó a cantarle a los bombos: “¡Qué salga ya ese Gordo!” y “¡Se nota, se siente, el Gordo esta presente!”.

El resto fueron variaciones sobre un tema. Los niños que finalmente cantaron el premio, Janna e Ismael (que ya lo hizo en 2012), aconsejaron a los premiados no gastarlo todo de golpe. Mientras, el público repetía: “Lo que importa es la salud” y “Otro año será”. Y será muy parecido, porque para eso están las tradiciones, para estar juntos y hacer lo mismo.

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